Toñanes es ese pueblo en que nunca parece pasar nada. Al borde de acantilados, y a una media hora en coche de Santander, ni siquiera tiene un bar. Treinta y seis casas para cien vecinos. Sí tiene un puente, un molino, las ruinas de algún edificio... y una biografía: 'Lo demás es aire'. La ha escrito Juan Gómez Bárcena tras pasar veinticinco años documentándose, casi de manera obsesiva, por la historia de su pueblo.
Rescatar la memoria perdida
Porque sí, Toñanes es el pueblo del autor. En el que ha pasado todos los veranos de su vida desde ya antes de nacer. El pueblo en el que, de niño, buscó dinosaurios, al que de adulto ha llevado a sus amigos. Quizá por eso las páginas de esta monumental novela reflejan y trasmiten tanto respeto. Tanto por Toñanes como por los que lo han habitado.
Tres años. Eso es lo que le ha llevado a Gómez Bárcena ordenar toda esa información y dar forma a este libro. Durante este tiempo, ha desayunado libros parroquiales, comido árboles genealógicos infinitos y cenado antiguos pleitos.
Los festines se los ha dado, eso sí, con los testimonios de los vecinos, con sus recuerdos. Porque a este historiador cántabro, esa es la parte de la historia que, dice, más le gusta: "Me interesan mucho las historias no oficiales, las que no aparecen en los libros de texto. Busco rescatar la memoria perdida de esos lugares a los que no damos importancia, que nos parecen insignificantes".
Contar lo que 'no interesa a nadie'
Con tanto esmero lo ha hecho que, en el caso de Toñanes, se ha remontado a la Prehistoria. Ha arrancado ahí y ha llegado hasta antes de ayer. Pero Gómez Bárcena es consciente de la descomunal novela que está presentando al lector por lo que es generoso y le lleva de la mano por este recorrido: en los márgenes ha colocado el año en el que trascurre la escena de la que en ese momento habla. Para consultarlo si se necesita.
Mientras hace de guía por el pueblo, Juan saluda a Lola, que le agradece que a pesar de haberse ido siempre haya vuelto. Ella es de las que sigue ahí, con su madre, que hoy no sale a saludar porque, aunque es mediodía, está en la cama. Admite tener ganas de leer el libro, de ver cómo Juan ha interpretado su historia y la de sus vecinos. Además, con cariño, le agradece que les haya dado voz a ellos. Y lo dice como con resignación, como si tuviera interiorizado que lo que pasa en Toñanes y a los de Toñanes no le interesara a nadie.
Pero el que es ya su más ilustre vecino (que bromea con la idea de que le pongan una placa) confiesa cuál era y es su objetivo con esta novela: "reivindicar que en este pueblo, como en cualquier otro que se mire con la suficiente profundidad y cariño, podemos encontrar toda nuestra historia".