"He venido desde California para que me firme Rosa Montero", comenta uno de los lectores que hacen cola en el parque del Retiro para la firma de la autora. "Le he traído un recuerdo", dice mientras sujeta sobre unos dedos temblorosos un llavero que reza Hollywood y California en cada uno de sus lados. Avanzando un poco más en la cola, una mujer nos cuenta que viaja desde Suiza para estar esta tarde en la caseta 49 de la librería Olavide.
Las colas se repiten unos metros más arriba, esta vez para recibir la firma de Henar Álvarez o Alba Zamora. Pero quien deambula y habla por las casetas, se acaba encontrando con la mirada cómplice de otros autores. Los que reciben menos visitas, taciturnos y esperando una mirada cómplice.
"Una vez vinieron unos amigos y vieron mucha cola, pero era para Aramburu"
"Yo no les miro porque me dan pena", explica una mujer que espera la cola para recibir la rúbrica de Álvarez. Otros confiesan haber caído en algún que otro momento en la mercadotecnia que muchos de ellos proponen. A falta de lectores, se les interpela y atrae desde la caseta.
José Vázquez ha preparado un test de compatibilidad para encontrar a sus lectores. Está en medio del paseo, repartiéndolos a diestro y siniestro. En veinte minutos le esperan en el puesto de su editorial para seguir con la promoción: "Una vez vinieron unos amigos a verme y vieron mucha cola, pero era para Aramburu, que estaba dos o tres casetas más arriba".
Pilar Adón es ya una habitual de la feria. El año pasado ganó el Premio Nacional Narrativa 2023 por De bestias y aves. Sin embargo, reconoce que por eso han pasado todos. ¿El mejor consejo? "Disfrutarlo, y si no viene nadie, bajarte de la silla y ponerte a mirar los libros".
"A veces se te acerca alguien y te pregunta; ¿niño tú qué tienes? Y sacas la frutería en ese momento", explica el poeta Mario Obrero entre risas con un gesto como si despachase. Él tampoco es un recién llegado, a pesar de su edad, su obra ha conseguido un hueco en el panorama literario nacional. Cuando le pedimos un consejo para aquellos autores que pasan más tiempo solos, recuerda la cantidad de gente que trabaja para que la feria funcione: "Desde los libreros hasta las personas que limpian los baños, nuestra posición no deja de ser de privilegio", añade el escritor.
Cuando conseguimos acercarnos a Rosa Montero, nos responde echando la mirada al cielo: "Me sigue pasando cuando voy a países en los que no tengo tantos lectores". Se reafirma en lo normal que es para cualquier autor, y sobre todo en poner el foco en lo realmente importante: disfrutar de la feria y de la lectura.