Psicología
Cómo poner límites a los adolescentes sin parecer autoritarios: las claves de la psicóloga Sara Desirée Ruiz
Relaciones familiares "Las personas adolescentes necesitan límites porque están descubriendo sus capacidades, sus gustos e ideas sobre la vida y, en ese proceso, es bastante fácil desorientarse o asumir riesgos sin ser conscientes de las consecuencias", explica la educadora.
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Muchas veces podemos pensar que, por la propia idiosincrasia de la adolescencia, lo que necesitan los jóvenes de esta edad es libertad y que no quieren ni necesitan que los adultos les pongan límites. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, incluso en el móvil y en las redes sociales, los y las adolescentes necesitan límites y unas normas que les protejan.
"Los límites ayudan a las personas adolescentes a conseguir sus metas", afirma Sara Desirée Ruiz, educadora social, psicoterapeuta especializada en adolescencia y autora de 'En esta casa mando yo, y punto. Cómo comunicar y establecer límites sanos en la adolescencia' (Grijalbo), un libro que escribe con el fin de ayudar a comunicar esos límites porque "estos no tienen por qué romper el vínculo [con los hijos/as], sino todo lo contrario, si lo hacemos con empatía, puede sostenerlo y fortalecerlo".
"Las personas adolescentes necesitan límites porque están descubriendo sus capacidades, sus gustos, sus ideas sobre la vida y, en ese proceso, es bastante fácil desorientarse o asumir riesgos sin ser conscientes de las consecuencias", explica la experta.
Pero el problema está, realmente, en cómo comunicamos los padres y las madres esos límites y en la intención que tienen. Tal como explica esta experta, "muchísimas veces utilizamos la palabra 'límite' como si fuese sinónimo de 'prohibición' y eso termina generando muchísima confusión".
Así, aclara la experta, un límite, cuando hablamos de acompañar a una persona adolescente, se parece más a un marco de seguridad, mientras que, por el contrario, una restricción tiene más que ver con el 'no' que cae sin discusión previa, una orden impuesta que no deja espacio para opinar y que puede activar la rebeldía o distanciarnos emocionalmente de la otra persona".
Por ende, "la clave está en la intención y en la forma en que lo comunicamos: un límite, si se explica y se dialoga, puede resultar útil y protector; una restricción, si se impone sin más, se vive como un atentado contra la libertad", afirma Ruiz. Y es ahí donde entraría el conflicto entre familias.
'En esta casa mando yo y punto' y otros errores que cometemos al poner límites
Es importante también tener en cuenta algunos de los errores que cometemos a la hora de poner límites. Estos son algunos de ellos:
- Decir frases del tipo 'en esta casa mando yo, y punto' o mientras vivas bajo este techo... Ante la falta de recursos, explica Ruiz, solemos usar la fuerza, el poder adulto, y cuando usamos esto, la persona adolescente recibe ese mensaje como un portazo a su necesidad de expresarse y de sentirse tomada en serio. Siente que su voz se anula y que su visión no cuenta.
- Lanzar descalificaciones personales ('eres una egoísta', 'eres una desagradecida', 'eres un desastre'...) en vez de hablar de conductas concretas que queremos mejorar.
- Prometer castigos inasumibles ('te vas a quedar sin salir hasta final de curso') que no terminamos cumpliendo y, al final, la norma queda en entredicho.
- Cambiar de criterio según nuestro humor. Esto es, tal como detalla Ruiz, "un día permitimos algo y al siguiente lo prohibimos, sin dar motivos claros, y eso genera una gran confusión en la persona adolescente. Al final, no sabe si el límite es real o si depende de nuestros altibajos".
Por lo que, aconseja la experta, "no deberíamos caer en estas expresiones o comportamientos porque, más allá de convertirnos en 'las malas de la película, minamos la confianza y la oportunidad de educar con proximidad".
Y el motivo es porque "la persona adolescente se queda con la idea de que 'mi madre/padre o la persona con la que vivo hoy está de malas, así que mejor no cuento nada' , o 'esta norma no es seria, es algo que impone cuando está enfadada, pero luego cambia de opinión'", explica Ruiz.
Las 4 pautas claves para comunicar bien los límites a los adolescentes
Para que esa comunicación de límites fluya mejor y la persona adolescente no se sienta agredida, Ruiz señala y explica las que son para ella las cuatro pautas más importantes.
1. Escucha activa
Antes de poner el límite, conviene interesarnos de verdad por lo que está ocurriendo, por qué el/la adolescente desea algo en concreto y cómo lo vive.
2. Explicación breve
Es importante también que la explicación de ese límite sea breve y concisa, sin soltarle ningún discurso, pero "sí explicarle, por ejemplo, por qué nos preocupa que llegue tarde por la noche o que abuse del uso de pantallas. Es decir, darle los motivos que sustentan ese límite", aconseja Ruiz.
3. Validar su emoción
Es fundamental no negar al adolescente qué le apetece o qué le resulta importante, debemos reconocerlo y, aun así, mantener un "hasta aquí" o un límite si consideramos que eso que pide no es beneficioso. Pero es importante validar su emoción, recocerla y preocuparnos por ella.
4. Coherencia
"Puede parecer obvia, pero no lo es: si hoy prohibimos algo y mañana lo permitimos sin dar explicación alguna, la norma pierde credibilidad y la persona adolescente acaba por no tomarla en serio", sostiene la educadora.
Como hemos dicho antes, las personas adolescentes necesitan sus límites y, cuando los normalizamos y no los presentamos como un castigo o una orden sin sentido, "lo ven más como una estructura que orienta que como una sentencia que priva de libertad".
Y es ahí donde está el quid de la cuestión: "En ver los límites como elementos necesarios de una relación sana con nosotras mismas, con las otras personas y con el mundo. Y, aunque protesten, suelen agradecer que estemos atentas a su seguridad y su bienestar", concluye Ruiz.