Desde que conocimos que Leire abandonaba (o la echaban) de la La Oreja de Van Gogh (LOVG) y muchos sentimos o quisimos que Amaia volviera al grupo de sus orígenes, se ha abierto en la sociedad, y no solo en las omnipresentes redes sociales, algo así como un debate nacional.

Un debate que ocupa cientos de horas de televisión en programas de actualidad y cientos de páginas en revistas y periódicos, como si de algún modo tuviéramos que posicionarnos y tener una opinión más o menos fundada. Porque hay ciertos temas, banales e intrascendentales en nuestra vida (porque no nos afectan de manera directa) que se convierten en nuestros pequeños "asuntos de Estado".

Como cuando en septiembre de 2022 saltó por los aires la infidelidad de Iñigo Onieva a Tamara Falcó y un 'nanosegundo en el metaverso' terminó con todo (aunque luego hubo boda). O cuando en enero de 2023 Shakira lanzó su canción "dedicada" a Piqué, aquella de 'las mujeres facturan' y 'una loba como yo no está pa' tipos como tú'; puede que la canción fuese algo así como un himno a los malos y las malas ex.

Debemos entender, explica a laSexta la psicóloga María Padilla, directora del centro Capital Psicólogos (Madrid), que "la naturaleza humana nos empuja a conectarnos con los demás a través de las emociones. Las historias que incluyen dramas personales, romances fallidos o momentos nostálgicos, como la posible vuelta de Amaia Montero a LODV, nos enganchan porque apelan a algo profundo en nuestro interior: las emociones que todos compartimos".

La sensación de pertenencia aun grupo y una comunidad

Y este fenómeno tiene una explicación tanto psicológica como sociológica. En cuanto a la primera, expone Padilla, "el hecho de que algo tan "banal" nos toque el corazón tiene que ver con nuestra tendencia a proyectar nuestras propias experiencias y emociones en figuras públicas.

Y es que todos, en algún momento, hemos experimentado situaciones de traición, nostalgia o pérdida. "Ver a Tamara Falcó lidiar con una infidelidad o recordar la época dorada de Amaia en LODVG nos permite conectar con nuestra propia historia. Y estos eventos se convierten en una especie de espejo emocional donde reflejamos nuestras vivencias, lo que los hace sentir más cercanos y personales".

Y en la parte más sociológica, añade la psicóloga, estos temas cumplen una función en la dinámica social. Esto es, "compartir opiniones sobre situaciones públicas, incluso triviales, nos da una sensación de pertenencia y de comunidad. El debatir sobre si Amaia debería o no volver al grupo no se trata tanto de la música, sino de compartir un sentimiento de nostalgia colectivo".

Y estas conversaciones nos permiten formar parte de un "nosotros", estableciendo una identidad grupal. Además, "en tiempos donde los problemas del mundo real pueden parecer abrumadores, estos temas "superficiales" nos ofrecen una especie de válvula de escape emocional, un terreno donde podemos opinar sin consecuencias graves", señala la experta en Psicología.

Nostalgia, empatía y compasión

En estos temas que se convierten en pequeños 'debates o asuntos de Estado', la compasión y la empatía realmente son "el motor de todo", explica Padilla: "La empatía es el motor que nos lleva a sentirnos conectados con la experiencia de los demás, aunque sea a través de una pantalla". Ya que además, las redes sociales nos acercan más a esa cotidianidad de los famosos o personajes públicos.

Por ejemplo, "cuando Shakira lanza una canción directa a Piqué, lo que despierta nuestro interés no es tanto el hecho de ser una celebridad, sino el relato universal que representa: una persona herida, expresando su dolor públicamente".

Es por ello que de algún modo, nos ponemos en su lugar y nos hace sentir que, de alguna manera, entendemos su sufrimiento y lo vivimos como propio [con las grandes y lógicas diferencias que existen entre el personaje y el resto]. Y aquí -añade la psicóloga- es donde entra la compasión, "que activa ese deseo de apoyar, de opinar, de involucrarse en la narrativa, no porque queramos juzgar, sino porque sentimos el deseo de proteger a quien creemos que ha sido lastimado".

Es por ello que todas estas historias que parecen superficiales, afirma Padilla, "nos afectan porque apelan a emociones humanas universales: la traición, el amor perdido, la nostalgia o la compasión por quien percibimos como víctima, emociones a las cuales estamos conectados debido a nuestra condición humana. Más allá de los detalles de cada caso, lo que realmente nos atrapa es la oportunidad de conectar con los demás, de compartir una experiencia emocional colectiva que nos hace sentir parte de algo más grande que nosotros mismos".

Este último 'debate nacional' sobre La Oreja de Van Gogh, "se explica porque a nivel colectivo, este tipo de noticias nos tocan una fibra emocional porque el grupo de Donostia forma parte de la historia musical de muchas generaciones y la música tiene el poder de evocar recuerdos, y lo que realmente nos mueve en esta conversación no es tanto la cuestión musical en sí, sino la nostalgia", dice Padilla.

Es por ello que, según esta profesional, "la posible vuelta de Amaia Montero [aunque sea para un concierto] genera sentimientos de nostalgia que muchas veces superan cualquier argumento lógico. Queremos 'volver al pasado', aunque sepamos que ese pasado no es recuperable".

Y las muestras de apoyo hacia Leire también tienen mucho que ver con el afecto que se genera hacia figuras que de algún modo sentimos cercanas: "Leire ha sido la voz de una etapa significativa para muchos, y ahora, tras su salida, surge un apoyo masivo, no solo de fans de la banda, sino de personas que perciben su historia como la de alguien que merece reconocimiento y gratitud por su trabajo", finaliza Padilla.