La curiosidad en los niños y niñas es algo innato, necesitan saber cómo funciona el mundo y qué es lo pasa a su alrededor porque todavía la vida y el mundo es demasiado grande para ellos. Es por ello que como padres, madres y adultos de referencia debemos satisfacer esa curiosidad y esas ganas de saber y conocer que tienen nuestros pequeños/as, y no solo con la lectura sino también con el juego.
"El hecho de que un adulto pueda pensar que un niño no es curioso nos dice más sobre los adultos que sobre los niños. La curiosidad es el motor imparable de las actividades de los niños, tanto intelectuales como físicas, y casi siempre se expresa a través del juego, la lectura o las actividades de descubrimiento", explica a laSexta.com Pierdomenico Baccalario, autor junto con Federico Taddia, de los libros '¿Cuál es el valor de las cosas?' y '¿De qué está hecho el mundo?' de la nueva Enciclopedia Juvenil para Mentes Curiosas, coincidiendo con el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil (2 de abril).
Además, aconseja el experto, "los juegos y las lecturas son más efectivos si se realizan solos, sin supervisión de un adulto, porque de esta manera los niños/as se ponen a prueba, entienden sus límites e intuyen en qué dirección aún tienen que trabajar". Y en esto, los datos son inequívocos: "La lectura, al igual que el juego, nos obliga a crecer y mejora la velocidad de los pensamientos y sus interconexiones (y por tanto la aparición de nuevas preguntas) y la coordinación del movimiento físico".
"La complejidad es un elemento desafiante para las niñas y los niños. Por lo tanto, no hay temas que sean demasiado difíciles, al igual que no hay temas que no sean adecuados para una determinada edad: la curiosidad es un derecho irrenunciable", añade por su parte Taddia. De la misma manera que "satisfacer, nutrir, amplificar y respetar esa curiosidad es un deber absoluto", sostiene este divulgador. "Y la curiosidad como cualquier otro elemento de cada uno, tiene diferentes matices, gradaciones y manifestaciones", añade el escritor.
En algunos niños es más evidente, en otros menos y en otros puede parecer aparentemente ausente pero la mayoría de las veces simplemente no está lo suficientemente suelto. "Creo en las niñas y los niños asombrados, creo en ofrecer oportunidades para el asombro es el acto más alto de responsabilidad educativa que los adultos podemos -y debemos- poner en marcha", explica el experto.
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Consejos para las familias
Como aconseja Baccalario, el lenguaje ha de ser adaptado a su edad, por lo que "tanto el lenguaje como el tono son esenciales", pero no se simplifican en el sentido de reducidos y empobrecidos. "Se simplifican porque son accesibles, ya que los niños tienen menos palabras para entender conceptos complejos. Pero les encanta la complejidad.
"Les encanta que los acompañen paso a paso, sin un tono paternalista y sin necesariamente tener que aprender las cosas de memoria (aunque un poco de memoria siempre es bueno para entrenar). Si seguimos viendo a los niños como adultos simplificados, añade el escritor, "nunca lograremos que se conviertan en adultos complejos, interesantes e interesados en todo lo que aún está por descubrir a nuestro alrededor".
Las claves para Taddia son fundamentalmente tres: respeto, rigor, amabilidad. Respetar significa, explica el experto, "dignificar cada curiosidad, mostrar interés en cada pregunta, casi dar gracias por la pregunta formulada. No hay preguntas incorrectas ni preguntas correctas, preguntas mejores o peores, preguntas inteligentes o preguntas estúpidas: cada pregunta inicia un mundo que debe ser explorado", indica el profesional.
Por otro lado, señala que "el rigor es la columna vertebral de la respuesta". Esto es, "las cosas hay que decirlas y explicarlas por lo que son, sin trivializarlas, reducirlas ni encogerlas. Sin omitir palabras, términos o conceptos difíciles, pero acompañando al lector a la comprensión facilitando el camino. Hacer que el contenido sea accesible no significa menospreciarlo, pero sí construir un camino a su alrededor -quizás más largo, imaginativo e inquietante- capaz de llevar a todos a entender ese contenido.
Y en tercer lugar, está la amabilidad, que es una actitud. "Consiste en no imponer el conocimiento, sino en proponerlo de la manera correcta: con suavidad, con lentitud, con ironía, con juego, con una sonrisa. Con el espíritu de quien sabe aceptar incluso los errores, las equivocaciones o la necesidad de volver a empezar con la explicación, sin ninguna frustración".
Por ultimo, las actividades que podemos como adultos fomentar en los más pequeños/as es además de la lectura, el juego. "Jugar. Jugar. Jugar". Y también, "hacer experiencias, involucrarse y darles espacio y tiempo para desplegar su vivacidad. Y cómo no, dejarles también el dulce placer de aburrirse ", finalizan los expertos.