En un sólo un instante, Marta Bustos perdió la visión de sus ojos. En junio de 2020, con sólo 24 años y cuando la pandemia más golpeaba en todo el mundo, tuvo un accidente haciendo jabón casero -como tantas y tantas veces había hecho- que la dejó ciega. En un sólo minuto, sus ojos marrones se tornaron hacia una repentina oscuridad que tuvo que aprender a recorrer. "La esperanza es el sueño del hombre despierto", decía Aristóteles. Y bien sabía que la capacidad de superación del ser humano podía ser totalmente infinita.
Tuvo Marta que trabajar desde culpa y el porqué -porqué y porqué había mezclado lo que no debía haciendo ese jabón que tantas veces hizo- a la aceptación de su nueva condición ydiscapacidad: no volvería a ver el mundo como antes pero podría volver a ser feliz, aunque fuera de otro modo y aunque fuera sin mirar como lo hacía antes.
Hoy, casi tres años después de aquel fatídico accidente, Marta ha conseguido no sólo asumir lo que le ha pasado sino que gracias a la cienciay la investigación, ha podido, contra todo pronóstico, recuperar casi por completo la visión de un ojo a través de una prótesis ocular. Los médicos le dijeron que eso sería bastante difícil.
"No fue fácil llegar a asumirlo porque hay cosas tan duras que son imposibles de aceptar y lo único que te queda es asumirlas. Una persona que como yo ha sufrido un accidente, jamás podrá aceptar que se ha quedado ciega. Lo aceptan las personas que han nacido con ceguera, pero si no, lo asumes y aprendes a vivir con ello. Hoy en día la culpa sigue siendo como un fantasma, como un caballo desbocado que aparece de cuando en cuando", cuenta Marta Bustos, más conocida en redes sociales como @stuntmanmarta a laSexta.com a través del teléfono, recién estrenado su libro: 'Cuando Marta perdió sus ojos marrones' (Planeta).
Porque no es nada fácil dejar ir esa culpa: "Al principio pensaba siempre en cómo ocurrió, cómo podría haberlo evitado, cómo pude usar sosa en vez de planta jabonera, cómo es posible que me haya pasado esto a mí. La única solución es dejarlo ir, abrazar lo que te ha pasado, pensar que es parte del aprendizaje de la vida, la trama que teje tu carácter, y dejar que la culpa vuele", escribe Marta en su novela.
Una novela basada, por supuesto, en hechos reales, donde con su particular sentido del humor, la protagonista nos muestra un relato que gira alrededor de una historia de amor: un viaje al mundo de la ceguera explorando en lo más profundo de su alma. Porque "no es un libro de dolor sino de esperanza, porque hasta en los momentos más difíciles, hay felicidad", confiesa Marta.
Los médicos, la terapia, la ONCE, las redes... Las ayudas son claves
Con ayuda psicológica aprendió a mirar lo que tenía, mucho más de lo que no tenía: "Pedir ayuda es clave, es fundamental, algo que todavía parece que nos cuesta mucho. Hemos creado una sociedad tan individualista que pedir ayuda parece que sea signo de debilidad cuando es totalmente lo contrario, porque además todo el mundo necesita ayuda y cuatro manos siempre hacen más que dos. Pedir ayuda es de valientes aunque cada persona necesita sus tiempos".
Su familia, amigos, su gente y todas los profesionales médicos que se involucraron en la rehabilitación de Marta jugaron un papel imprescindible: "Pensaba que mi vida había terminado y descubrí que había mundo después de la ceguera", confiesa Marta. La Fundación ONCE jugó también un papel imprescindible enseñándole casi todo cuanto sabe de esta nueva condición o discapacidad. Ahora puede ver con un ojo aunque no tal como veía antes, es decir, no tal como vemos las personas sin discapacidad visual cuando nos tapamos un ojo.
La recuperación de ese ojo, o el milagro como Marta lo llama, llegó apenas un año después del accidente: "Mucha gente creía que como había recuperado la vista de ese ojo, mi lucha había terminado. Que mi ojo volvía a ser el de antes, aunque tuviera un aspecto diferente, pero nada más lejos de la realidad", explica Marta.
Sus ojos sufren una inflamación crónica y persistente de por vida que los haría vulnerables a cualquier cosa. "La solución a mi accidente era resignarme a quedarme ciega o ser una paciente crónica, y, aunque al principio me abrumaba, luego me fui acostumbrando. Con el paso del tiempo la respuesta inflamatoria que producía mi sistema inmune iría disminuyendo, pero siempre de la mano de la capacidad de regeneración de mis células".
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Otra de sus ayudas claves han sido las redes sociales. Marta pidió ayuda económica para costearse los distintos tratamientos e intervenciones que necesitaba porque el sistema médico no lo cubría -estaba viviendo en EEUU cuando pasó todo- a través de un video que se hizo viral: las redes se volcaron y recaudó más de 200.000 euros. Desde entonces, Marta ha contado su proceso a través de sus redes y su comunidad hoy tiene casi 200 mil seguidores.
"Las redes han sido como mi segunda terapia, como mi basura emocional, un lugar en el que podía expresar cosas que no te atreves a decir en el cara-cara, a expresar mi dolor y todas aquellas emociones que de otro modo me costaba hacer. Ha sido enriquecedor acompañar también a otras personas en otros procesos vitales de su vida. Mucha gente me dice que yo les he ayudado pero realmente ellos son los que me han ayudado a mí. Creo que está siendo muy bonito lo que se ha creado. Al final lo que hacemos no es más que compartir y visibilizar historias que nos pasan para que seamos más empáticos y no tan crueles con el diferente o con la discapacidad".
Porque al final nadie estamos a salvo de nada y qué mejor que,como sociedad, poder entendernos y ayudarnos más. "Siempre he pensado que todo sucede por alguna razón, y, aunque es difícil aceptarlo cuando te cae una putada de este calibre, decidí enfrentarme a la ceguera como al más brutal de los experimentos e intenté tomármelo como una manera de hacerle una peineta a los prejuicios y crecer como persona", finaliza Marta.