Las rabietas de los niños son seguro uno de los mayores quebraderos de cabeza para los papás y las mamás pero éstas son inevitables: forman parte del desarrollo evolutivo infantil y lo único que podemos hacer las familias y adultos de referencia es gestionar esos momentos de rabieta lo mejor posible.

"Sí, las rabietas se pueden reducir, si las gestionamos bien, en intensidad, frecuencia y duración pero, por desgracia, no podemos eliminarlas por completo. No obstante, debemos quedarnos con el mensaje positivo porque aportan mucho al crecimiento de los niños", asegura a laSexta.com Rafa Guerrero, psicólogo, director del centro Darwin Psicólogos (Madrid) y autor de 'Menudas rabietas, cómo gestionar los problemas de conducta de manera respetuosa' (Libros Cúpula), su último libro en el que nos explica todo acerca de las rabietas y cómo gestionarlas.

De este modo, según indica este profesional, "las rabietas les ofrecen a los pequeños/as, una gran oportunidad de crecimiento, desarrollo de la autonomía y aprendizaje personal. Gracias al desarrollo cognitivo y a que tienen un mínimo de consciencia, comienzan a exigir a sus padres y madres que les traten como a personas diferentes. Y a través de su conducta, nos dicen las cosas, esto es, con su comportamiento nos están queriendo decir algo como que "no soy igual que tú" o que "no siempre pienso o siento de la misma manera que tú".

"En la rabieta, el niño muestra una forma de sentir, pensar y actuar diferente a la de sus padres, algo legítimo y válido", afirma el experto. Por ello, es importante que sepamos también gestionar los malos momentos. Bien es cierto que como explica Guerrero , hay emociones que no están tan bien vistas o son peor toleradas que por ejemplo, la alegría; la rabia no es algo que sea tan fácil de llevar ni siquiera tan bonita como lo son otras. Pero forman parte de la vida y los niños cuando sienten rabia sienten la misma rabia que los adultos, sólo que los pequeños no la saben gestionar, porque no tienen las herramientas que nosotros como adultos sí tenemos.

Pero debemos aceptar que la rabia existe, que es una emoción más y que como tal, debemos entenderla y afrontarla. Y que además en los niños, es una fase más y normal de su desarrollo que como todas, empiezan pero también terminan (más o menos entre los 3-4 años); pero mientras tanto debemos afrontarlas. La rabia, explica Guerrero, "es una emoción que, como el miedo, nos activa, pero en vez de huir solemos atacar como mecanismo de defensa, para lo cual activamos nuestro tren superior. Se libera adrenalina, ya que nos preparamos para la lucha".

Y ante una rabieta, añade el experto, "podemos bien amortiguarlas o bien echar más leña al fuego. Esto es, podemos calmarlas y reducir por tanto, la frecuencia e intensidad, o por el contrario aumentar esa intensidad, incluso la rabieta en sí. Todo depende de los adultos que estamos alrededor del niño en esos momentos". Porque no podemos olvidar que "las emociones son universales y las experimentamos desde el vientre materno. Aun así, para reconocerlas y gestionarlas bien necesitamos del acompañamiento de los adultos".

Trucos o consejos para calmar las rabietas

Una de las cosas que debemos tener en cuenta es que no sólo es importante lo que se hace durante la rabieta sino antes de ella, es decir, la educación y el aprendizaje de los años y momentos anteriores. Según explica Guerrero, es fundamental trabajar como familias el apego seguro (el vínculo emocional que se da entre el bebé y su figura de referencia, que permite al menor desarrollarse de manera sana y segura) lainteligencia emocional y el buen desarrollo cerebral. De este modo, las rabietas serán menos intensas o más fáciles de llevar.

Por otro lado, otra de las cuestiones más importantes a destacar es que los momentos malos de nuestros hijos/as o de nuestros niños/as hay que afrontarlos con buenos tratos. "El adulto (madre, padre o educador de referencia) es el encargado de responder de manera suficientemente buena a las necesidades del menor: protección, cariño, respeto, empatía, etc. Si queremos lograr una sociedad equilibrada, debemos empezar por ofrecer unos buenos tratos a los niños", afirma.

Mientras que "si en los casos en los que el niño siente miedo o está con una rabieta no le ofrecemos respuestas afectuosas de manera reiterada, el cerebro del menor no podrá llevar a cabo la asociación natural entre conexión con el adulto y alivio. De esta manera, el mensaje implícito que estamos transmitiéndole es que no puede contar con sus figuras de referencia y que solo puede confiar en sí mismo, a pesar de los pocos recursos de que dispone".

Tradicionalmente, la manera en que los adultos nos enfrentábamos a las rabietas de los pequeños es ignorando esa rabieta, pero realmente esto no es bueno. De hecho, una de las frases a modo de consejo que nos indica este psicólogo y que debemos tener presente en los momentos de rabieta es la siguiente (no siempre pero sí la gran mayoría de las veces):

  • "Los adultos nos tenemos que poner lo suficientemente alejados del niño para que se sienta respetado e importante ante la rabieta, pero a la vez lo suficientemente cerca para que se sienta acompañado. A veces no quieren que les demos un abrazo, otras sí", asegura Guerrero.

Y otra de las dos claves importantes es la de ajustar expectativas (no podemos pretender que acate con alegría el que le quites el móvil después de los 30 minutos pactados) y mantener nosotros también la calma: yo como adulto tengo que estar calmado si quiero que el niño también se calme. Que hagamos de modelos, porque los niños/as aprenden por modelaje.

Y por último, y no menos importante, es ser y tener mucha paciencia porque todo lo que ahora estoy sembrando lo voy a recoger después. "Es cierto que es muy fácil darle de nuevo la tablet y acabar así con la rabieta, pero eso sólo da resultado a corto plazo, no a largo plazo. También es cierto que en ocasiones, habrá que hacerlo así -y no pasará nada- porque no tenemos tiempo, porque vamos muy apurados, porque no es el mejor momento...", indica el experto.

Pero debemos intentar -añade- la mayoría de las veces, ser pacientes y enfrentarnos a la rabieta ajustando expectativas, sin ser demasiado impacientes e intentando que el niño sienta que estamos acompañándole y que estamos respetando su emoción y lo que quiere decir. Porque no olvidemos que "las rabietas no se tratan, no son patologías ni trastornos, son algo evolutivo, al igual que lo son otras etapas. Y esta también pasará. Y en ella también tendremos cosas que aprender", finaliza Guerrero.