Fleming descubrió la penicilina de forma casual en 1928, cuando analizaba cultivos de bacterias en el sótano del laboratorio del Hospital St. Mary (Londres).
Se le olvidó una placa que contenía bacterias cerca de una ventana abierta y, al regresar, encontró que su experimento se había estropeado porque la muestra tenía una especie de moho.
Al colocar la placa en el microscopio observó que no solo había moho, sino que, alrededor de este había una zona limpia que en la que el moho no había matado a las bacterias.
Tras denominar el moho como hongo de Penicilium, Fleming comprobó que este eliminaba las mortales bacterias que estudiaba.