Lo primero es evaluar la consciencia, es decir, comprobar si realmente está inconsciente. Debemos hablarle y tocarle, y si el sujeto no responde, probaremos a hacerle una maniobra de dolor. Para esto, presionamos los nudillos de nuestra mano sobre su esternón y esperamos a ver si responde. Si el paciente no muestra ningún tipo de queja, podemos confirmar que realmente está inconsciente.
Al quedarnos inconscientes, la lengua se relaja y cae hacia atrás, obstruyendo la vía aérea, lo cual impide que respiremos. El siguiente paso consiste en evitar que esto suceda. Para ello, realizaremos una maniobra de extensión del cuello, que hará que la lengua se estire y deje de obstruir las vías respiratorias. Acto seguido, comprobamos si el sujeto respira o no.
Colocamos nuestra oreja sobre su boca e intentamos oír esa respiración. Si no sentimos nada y vemos que el esternón no se levanta, podemos confirmar que el paciente se encuentra en parada cardiorespiratoria.
Inmediatamente después, debemos empezar a realizar la reanimación cardiopulmonar (RCP). Para esto colocamos nuestras manos, entrelazadas, encima de la parte distal del esternón (donde termina), con los brazos totalmente verticales y estirados. Realizamos entonces una presión progresiva y fuerte, hasta conseguir una profundidad de más o menos cinco centímetros, repitiendo de forma rápida y constante. Solamente comprimiendo podemos conseguir que el corazón del paciente empiece a bombear.
La maniobra más importante es esta, la reanimación cardiopulmonar, pero seguramente conozcáis que existe una parte ventilatoria. Existe una secuencia de 30 compresiones/dos ventilaciones. Esto significa que por cada 30 compresiones que hayamos realizado sobre el esternón, debemos ejecutar dos ventilaciones. Repetiremos hasta que el paciente responda.
La velocidad de las comprensiones debe alcanzar más o menos las 100 comprensiones por minuto. Un truco para saber llevar el ritmo de estas comprensiones, es cantar mentalmente una canción. Muchos médicos han asegurado que el tema Stayin’ Alive, de los Bee Gees, tiene el compás perfecto para la reanimación cardiopulmonar.
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