El cáncer no es una enfermedad nueva, ni mucho menos. El primer caso conocido corresponde a un cáncer de hueso encontrado en una momia egipcia del año 16 000 a. e. c., aproximadamente. Sin embargo, es probable que entonces no fuera tan habitual como lo es hoy en día, cuando se ha convertido en la segunda causa de muerte a nivel mundial, sólo superado por la enfermedad cardiovascular.

Por traducir este dato a números, según un estudio de 2021, en el año 2020 se diagnosticaron en el mundo 19,3 millones de nuevos casos y se produjeron 10 millones de muertes por la enfermedad, siendo los cánceres más comunes el de mama, el de pulmón y el colorrectal.

En España, ese mismo año se diagnosticaron 276 000 nuevos casos y se produjeron 113 000 muertes. Los datos, junto al paulatino descenso de la edad media a la que se diagnostica, justifican el elevado volumen de investigación que se dedica a la enfermedad.

Castigo y sufrimiento moral

El aumento de protagonismo del cáncer frente a otras enfermedades a lo largo del siglo XX también se ha visto reflejado en la literatura y el ensayo. Por ejemplo, Susan Sontag, en su libro La enfermedad y sus metáforas, escrito en 1978, profundizaba en los aspectos sociales del cáncer, destacando que este (a diferencia de la tuberculosis, más romantizada, o la enfermedad cardiovascular), se asociaba con muerte segura, castigo, misterio y sufrimiento moral.

Según Sontag, esto resultaba en un estigma para la persona que lo sufría, como si se tratase de un castigo bíblico que hubiera caído sobre la persona por alguna falta cometida sin saberlo. Por eso, a menudo se ocultaba la condición.

Sea por la influencia de Sontag, o por el hecho de que cada vez más personas lo superan, el caso es que hoy en día el cáncer se estigmatiza y oculta menos. Es más, en el caso del cáncer de mama, las pacientes se quejan de una cierta banalización de la enfermedad.

La definición de cáncer

Volviendo a la cuestión médica, la palabra “cáncer” procede del mismo término en latín, a su vez una evolución de la palabra griega karkinos que significa “cangrejo”. Este nombre lo ideó el padre de la medicina, el médico griego Hipócrates, aunque sus razones no están claras. Unos dicen que se basó en la forma de algunos tumores que, junto a las venas hinchadas que los rodean recuerdan a un cangrejo. Otros opinan que más bien estaba pensando en la agresividad y la obstinación que caracterizan a ambos, animal y enfermedad.

En cualquier caso, las dos principales características del cáncer son la proliferación celular descontrolada y la tendencia a extenderse por el cuerpo. De ahí la definición vigente hasta ahora, establecida por el Instituto Nacional del Cáncer de EE. UU. (NCI, por sus siglas en inglés):

“El cáncer es una enfermedad en la cual algunas de las células del cuerpo crecen de modo incontrolado y se extienden a otras partes del cuerpo”.

Los conocimientos acumulados en las últimas décadas sobre la influencia de las mutaciones genéticas en el origen del cáncer, y sobre la evolución de un tumor en función a su interacción con el sistema inmunitario, han llevado a proponer una definición más actualizada que incluye los componentes mutacional y evolutivo:

“El cáncer es una enfermedad consistente en proliferación incontrolada de células transformadas, sujetas a evolución por selección natural”.

¿Cómo se clasifica el cáncer?

Bastante más complicado que dar con un nombre o una definición es clasificar el cáncer. Históricamente, y quizá en base a un conocimiento más superficial de la enfermedad que el actual, se ha clasificado utilizando dos aspectos: el órgano en que se origina (mama, pulmón, colon, etc) y el tejido (carcinoma para el tejido epitelial, linfoma en el caso de células inmunitarias, sarcoma en el tejido conectivo, etc).

Considerando únicamente estos dos aspectos, la clasificación ya es de por sí complicada, porque dentro de un mismo órgano existen distintos tejidos que pueden dar lugar a cánceres con características diferentes. Por ejemplo, el cáncer de mama suele ser un carcinoma (70-80 % de los casos). Pero también puede ser un sarcoma si afecta a los tejidos conectivos, como músculos o vasos sanguíneos. O un linfoma, si afecta al sistema linfático de la mama, es decir, a las células inmunitarias.

Otro elemento que complica la clasificación, surgido más recientemente, es el de los marcadores biológicos. Se trata de moléculas específicas de las células cancerosas, surgidas o no por la presencia de mutaciones, que se pueden utilizar para el diagnóstico, y a menudo como dianas terapéuticas.

Aunque algunos de estos marcadores son específicos de tejidos u órganos, otros pueden ser comunes para varios tipos de cáncer, con lo que tendríamos otra línea de intersección a la hora de clasificar. Incluso hay quien propone abandonar otros sistemas de clasificación y utilizar solo este, en aras de una mayor eficiencia en el uso de la medicación.

Por ejemplo, las células de un cáncer de mama pueden expresar receptores hormonales (de estrógeno, de progesterona), el receptor 2 del factor de crecimiento humano (HER2), o ninguno de ellos, y esto determina el tratamiento a aplicar. Pero las células de un cáncer gástrico también pueden expresar el marcador HER2 en un 10-15 % de los casos, con lo que son susceptibles de recibir el mismo tipo de tratamiento que un cáncer de mama cuyas células expresan HER2.

¿Una o varias enfermedades?

Así como otras enfermedades son fáciles de abarcar con una definición y relativamente sencillas de clasificar, en el caso del cáncer la tarea es difícil incluso para los propios especialistas (por no hablar ya de la comprensión por el público general). La raíz del problema es la naturaleza misma de la enfermedad, que puede atacar virtualmente desde cualquier punto del cuerpo. Además, lo puede hacer de modo lento e imperceptible o de modo agresivo, arrasando rápidamente, cual un tsunami, con la vida del paciente, al tiempo que destroza la de quienes lo rodean.

En ese aspecto, se podría hablar de una serie de enfermedades englobadas bajo un solo nombre. Por poner algunos ejemplos, como hemos visto en el apartado anterior, existen distintos cánceres que se asocian a motivos biológicos (órgano, tejido, marcador biológico). Pero, además, existen motivos ambientales (determinados virus, exposición a sustancias carcinogénicas) o conductuales (consumo de tabaco). Asimismo, cada tumor puede presentar un comportamiento distinto: crecimiento lento o rápido, presencia o no de metástasis, respuesta o no al tratamiento…

Aunque el cáncer es uno de los enemigos principales de las sociedades contemporáneas, sobre él sabemos a la vez mucho y poco (no olvidemos que siguen muriendo millones de personas al año). Pero si algo está claro es que se necesita dedicarle aún una importante cuota de pensamiento, para profundizar en el conocimiento técnico y para comprender los efectos sobre la sociedad de las múltiples facetas de este tenaz cangrejo.

Matilde Cañelles López, Investigadora Científica. Ciencia, Tecnología y Sociedad, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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