La cifra de pacientes ingresados por un ictus ha descendido en gran manera durante las últimas semanas, como consecuencia del temor a la transmisión de Covid-19 que lleva a muchas personas a optar por no acudir a urgencias ante un caso grave.
A través de una encuesta elaborada por la Sociedad Española de Neurología (SEN) se ha llegado a la conclusión de que, solo en marzo, se ha visto reducido en más de un tercio el número de ingresos por esta patología en comparación con otros meses. Un descenso, muy similar al que se está produciendo al mismo tiempo en los hospitales españoles, con respecto a los casos de infarto.
El correcto tratamiento del ictus, requiere de la atención especializada por parte de los servicios médicos en el menor tiempo posible. Por ello, los expertos recalcan que, aún en la situación actual, se trata de una urgencia médica que, de no ser atendida, puede derivar en distintas secuelas discapacitantes, e incluso puede suponer la muerte.
La SEN recuerda que, ante el menor indicio de un ictus, debe llamarse al 112 o al 061, y en el caso de que no sea posible el contacto, es indispensable acudir al hospital. Aunque los síntomas desaparezcan al poco tiempo.
Entre sus principales síntomas destaca la pérdida de fuerza en un lado del cuerpo, que puede afectar tanto a una parte de la cara, como a un brazo o pierna; así como un trastorno de la sensibilidad de ciertas partes del cuerpo, y que puede definirse como una especie de hormigueo.
Por otra parte, puede darse la pérdida parcial o total de visión en uno o ambos ojos, así como un dolor de cabeza repentino, sensación de vértigo o desequilibrio y la alteración repentina del habla, o de la capacidad de expresarse y ser entendido.