En España la hemorragia subaracnoidea representa alrededor del 5 % de los accidentes cerebrovasculares, con una incidencia de 9 casos por cada 100.000 habitantes al año. Aunque es menos frecuente que otros tipos de ictus, su gravedad es notable: la letalidad puede alcanzar el 25 % en los primeros días si no se trata a tiempo. Además, entre los supervivientes las secuelas suelen ser significativas y limitan considerablemente su calidad de vida.
Existen factores de riesgo, como la hipertensión arterial y el tabaquismo, que aumentan las probabilidades de sufrir esta condición. Por ello es crucial adoptar hábitos de vida saludables.
¿Por qué se produce la hemorragia subaracnoidea?
La hemorragia subaracnoidea es un tipo de sangrado que, como su propio nombre indica, ocurre en el espacio subaracnoideo del cerebro. Esta es una zona dispuesta entre las membranas internas que lo envuelven (meninges), donde se encuentran los vasos.
El espacio subaracnoideo contiene líquido cefalorraquídeo, que protege al cerebro, pero cuando se llena de sangre puede desencadenar complicaciones graves.
La causa más común de una hemorragia subaracnoidea es la rotura de un aneurisma cerebral, que es una protuberancia anormal en la pared de los vasos sanguíneos en el cerebro. Otras causas pueden incluir traumatismos craneales y malformaciones vasculares.
¿Cómo reconocer una hemorragia subaracnoidea?
La hemorragia subaracnoidea es una emergencia médica que puede manifestarse con síntomas como:
Un dolor de cabeza súbito y severo, descrito por muchos como el “peor de su vida”.
Rigidez en el cuello.
Náuseas y vómitos.
Sensibilidad a la luz (fotofobia).
En casos graves, pérdida de conciencia o convulsiones.
Si aparecen estos signos, es fundamental buscar atención médica de inmediato, ya que un diagnóstico temprano puede salvar vidas.
¿Cómo diagnosticar y tratar una hemorragia subaracnoidea?
Las nuevas tecnologías están cambiando la forma en la que se estudia y trata la hemorragia subaracnoidea. Algunas de las herramientas más innovadoras que se están utilizando son:
Imágenes médicas avanzadas
Gracias a técnicas como la angiografía por tomografía computarizada (CTA), la resonancia magnética (MRI) y la tomografía por emisión de positrones (PET), los médicos pueden detectar aneurismas y hemorragias con mucha más precisión. Esto es crucial para un diagnóstico rápido y efectivo. En general, esta tecnología permite evaluar cómo está funcionando el cerebro de los pacientes y nos ayuda a identificar áreas del cerebro que pueden estar sufriendo daño debido a la falta de flujo sanguíneo.
Monitoreo intracraneal
Existen sistemas que miden la presión dentro del cráneo y la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos cerebrales. Estos datos son vitales para guiar el tratamiento intensivo y asegurar que el cerebro esté recibiendo el apoyo que necesita.
Inteligencia artificial
Se están desarrollando modelos de inteligencia artificial para predecir el riesgo de que un paciente sufra un nuevo sangrado o complicaciones tras la hemorragia. Esto ayuda a los médicos a planificar un tratamiento más efectivo y personalizado.
Análisis genético
Utilizando microarrays y secuenciación de nueva generación (NGS) los investigadores pueden identificar si, ante un determinado perfil genético, hay mayores probabilidades de respuestas vasoactivas o inmunitarias. La finalidad última es identificar pacientes de mayor o menor riesgo clínico de empeoramiento.
Es esta última tecnología, y su potencial para entender los mecanismos moleculares de la hemorragia subaracnoidea, es la que exploramos en nuestro estudio.
¿Qué son los ‘microarrays’?
Un microarray es una superficie sólida, como vidrio o nailon, con miles de sondas de ADN o ARN. Estas sondas están diseñadas para detectar secuencias específicas en las muestras biológicas. La unión de las moléculas de interés a las sondas genera señales fluorescentes o químicas, que se detectan mediante sistemas avanzados.
La tecnología de microarrays ha transformado la investigación genética desde su aparición en los años 90 del siglo pasado. Inicialmente permitió analizar la expresión génica de múltiples genes simultáneamente. Antes se usaban métodos más lentos, como la hoy famosa PCR.
El desarrollo de los microarrays surgió debido al creciente volumen de datos genéticos impulsado por el Proyecto Genoma Humano.
Con el tiempo, los microarrays han mejorado en densidad y sensibilidad. Los avances en nanotecnología y bioinformática han permitido analizar todo el genoma humano en una sola prueba. Además, la tecnología se ha diversificado y hoy permite estudiar ARN mensajero, metilación del ADN y perfiles epigenéticos.
Aplicaciones del ‘microarray’ en la hemorragia subaracnoidea
En nuestro laboratorio los microarrays han sido fundamentales para el estudio de la hemorragia subaracnoidea.
Por ejemplo, hemos utilizado esta tecnología para identificar el perfil de la expresión de los genes asociados con aneurismas cerebrales. También hemos investigado los genes implicados en la inflamación cerebral tras una hemorragia subaracnoidea.
Estos avances no solo proporcionan información sobre los mecanismos moleculares de la enfermedad, sino que además abren puertas hacia nuevas estrategias terapéuticas. También para entender mejor el pronóstico en la evolución de estos ictus: por ejemplo, mediante la identificación de variantes genéticas asociadas a aneurismas y el análisis de genes relacionados con inflamación tras una hemorragia subaracnoidea.
¿Qué podemos esperar en el futuro?
Aunque los microarrays han sido parcialmente reemplazados por tecnologías como la secuenciación de nueva generación, siguen siendo herramientas robustas, económicas y eficaces.
Gracias a estos avances la atención médica en casos de hemorragia subaracnoidea está mejorando. Los diagnósticos son más rápidos y precisos, los tratamientos son más personalizados y las herramientas de predicción, como la inteligencia artificial, ofrecen mejores perspectivas para los pacientes.
Sin embargo, aún queda mucho por investigar. La clave para seguir avanzando es apoyar la investigación médica y educar a la población sobre la prevención y el diagnóstico temprano de esta enfermedad. Con estos esfuerzos podemos reducir la mortalidad y mejorar la calidad de vida de quienes se enfrentan a esta grave condición médica.
María del Carmen González Montelongo, Profesor Sustituto Interino del Área de Fisiología, Universidad de Cádiz; Elton J R Vasconcelos, Senior Bioinformatics Research Officer, University of Leeds y Jian Shi, Associate Professor in Cardiovascular Mechanosensitive Ion Channels, University of Leeds
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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