Los científicos realizaron dos metaanálisis, en el primero, representando a más de 300.000 participantes, encontró que una mayor actividad social se asociaba a un 50% menos riesgo de muerte temprana.
En el segundo trabajo, en el que se incluyeron 70 estudios que representaron a más de 3,4 millones de personas de América del Norte, pero Europa, Asia y Australia, examinó el papel que el aislamiento social, la soledad o el vivir solo podrían tener sobre la mortalidad. Los investigadores encontraron que las tres situaciones un efecto significativo en el riesgo de muerte prematura, igual o más que el efecto de otros factores de riesgo como la obesidad.
Exponen que hay pruebas sólidas de que el aislamiento social y la soledad aumentan significativamente el riesgo de mortalidad prematura. Con un envejecimiento creciente de la población, sólo se prevé que el efecto sobre la salud pública aumente. De hecho, muchos países ya han alertado de que nos estamos enfrentando a la epidemia de la soledad porque será un reto.