Nada por sí mismo es noticia, solo lo que los periodistas queremos que lo sea. Por eso rogaría a Pablo Iglesias que mandara la coleta recién amputada a Iván Duque para que los medios de comunicación conservadores españoles prestaran algo de atención a la represión policial que asola Cali y que se ha llevado la vida de decenas de manifestantes por protestar contra la reforma fiscal del gobierno liberal-conservador amigo de Pablo Casado. En España hemos conocido la política venezolana estos años con más intensidad que la de Teruel o Extremadura solo por el hecho de poder vincularla a Pablo Iglesias para desprestigiarlo, así que no se me ocurre otra manera de que los informativos abran día sí y día también con temas de política internacional que trasciendan a Nicolás Maduro. Por intentarlo que no sea, solo aporto ideas para convertir en noticia lo que es noticia.
En eso gastamos nuestro tiempo los plumillas, en decidir que lo que cuenta otro no es noticia pero lo nuestro sí. Por eso he de confesar que me fascinó asistir ayer a un debate sobre el hecho piloso del momento. Algunos compañeros indignados decían que no es noticia contar en exclusiva que Pablo Iglesias se cortara la coleta. Casi todos conservadores, hubo incluso de medios como el ABC que negaban que lo fuera mientras llevaban hasta seis noticias diferentes sobre el hecho de que Pablo Iglesias se cortara la coleta. No es broma, el ABC llevaba seis noticias diferentes comentando el affaire estilístico mientras ridiculizaba al que lo había contado primero. Personalmente no creo que sea noticia, o al menos que no debiera serlo, pero no deja de ser una fantasía lisérgica esa apreciación por parte de la reacción periodística que ha hecho del clasismo la norma habitual a la hora de narrar la indumentaria del que fuera líder de Podemos. Medios que convirtieron en cientos de textos y en minutos de radio y televisión que Iglesias se hiciera un moño o que se pusiera un pendiente o llevara camisas de cuadros.
Si no creen que algo sea noticia no lo comenten. Ignórenlo y dedíquense a cosas productivas contando lo que sí lo es, que tenemos ríos de sangre para elegir. Pero cuando un periodista gasta su tiempo en comentarlo es un hecho que lo considera relevante, porque en el tiempo que se está gastando mirando una coleta o la ausencia de ella no se está prestando atención a temas verdaderamente importantes que tendrían que estar en la agenda marcando la opinión pública en uno u otro sentido. Encontrar información sobre lo que está ocurriendo en Colombia o Gaza es solo posible por agencias internacionales, periodistas freelance que están sobre el terreno informando o por medios independientes. Pero eso sí, hemos tenido un debate deontológico sobre el hecho capilar.
Ayer, misiles de Israel derruyeron la torre Hanadi en Gaza en uno de sus bombardeos afectando también a muchos de los edificios que la rodeaban. Las imágenes de la torre colapsando recordaron a la caída de las torres gemelas, pero son solo personas palestinas cayendo como chinches. Ya han muerto 53, entre los que se incluyen 14 niños. En Bat Yam, un barrio de Tel Aviv, los sionistas han salido a la calle para realizar pogromos de árabes, linchamientos y saqueos de sus propiedades. No disimulemos, si no hubiera puesto una coleta en el titular y me hubiera dedicado a hablar exclusivamente de una barriada de Cali o de un edificio en Gaza no habría podido llamar tu atención. Los periodistas lo sabemos porque miramos las visitas de cada texto y tenemos las métricas que permiten saber que no nos importa una mierda que un niño acabe destripado por un misil del ejército de Israel. Como las moscas a la coleta.