Xosé Manuel Beirás llamó a Alberto Núñez Feijóo narcopresidenteporque la construcción política del PP de Galicia estaba basada en la aceptación, connivencia, trato de favor e integración de los narcotraficantes y los contrabandistas de tabaco en la estructura caciquil que los conservadores habían instaurado en la comunidad autónoma gallega. Esa concepción ideológica y organizativa fue denominada por Nacho Carretero como narcopolítica en su libro 'Fariña': no había otra manera de hacer política sin unirse a la escoria que intoxicaba las rías. Alberto Núñez Feijóo no fue una excepción, ni un caso singular, simplemente hizo lo que se aprendía en su partido.
"¿Sabe usted por qué se llamaba Ligero el alcalde de A Guarda?", le preguntó Fraga en referencia a Manuel Díaz González, alias Ligero, regidor de esta localidad pontevedresa por Alianza Popular (AP) en los años 80 y amigo personal del exministro franquista. "Pues porque corría muy rápido delante de la Guardia Civil cuando hacía contrabando con Portugal". Es un extracto de una noticia en 'El País' de Elisa Lois que se refería al momento en el que Feijóo acudió a Fraga preocupado en el año 2003 porque ya sabía que sus fotos con Marcial Dorado habían acabado en manos de la policía. En el PP nunca estuvo mal visto relacionarse con narcos porque los tenían dentro del partido.
La droga siempre factura. Siempre deja un legado y consecuencias que son imposibles de borrar por años que pasen, sobre todo, cuando uno se postula a presidente y mantuvo una relación de amistad de años con uno de los narcos responsables de la plaga de dolor y muerte que asoló Galicia en los años 80 y 90. La relación con el narco le ha explotado en campaña porque existe una miríada de gente decente que considera intolerable que el máximo representante del país haya tenido esa amistad, que no se circunscribe a una foto desafortunada, sino a una relación política y económica que benefició a ambos para que uno pudiera hacer carrera y el otro negocio y que se fraguó en viajes a Ibiza, Illa de Arousa, Cascais, Picos de Europa y que llegó, al menos, hasta más allá del año 2001 desde 1995.
Alberto Núñez Feijóo mintió esta semana en una entrevista en Al Rojo Vivo al decir que cuando él tuvo relación con Marcial Dorado no había tenido ninguna causa por narcotráfico. Lo que es una flagrante mentira, porque a pesar de no haber sido condenado aún, en el año 1990 'Marcial de la Isla', como se le llamaba al narco, fue detenido y encausado por blanqueo en la macrocausa de Baltasar Garzón contra el narcotráfico gallego y el cártel de Medellín. Eso lo sabía cualquier gallego, de hecho lo conocía hasta Alfonso Rueda, el actual presidente da Xunta, que lo reconoció de manera sorpresiva en rueda de prensa esta misma semana dejando el recado a Feijóo para que, si no logra el poder, no vuelva a tierras gallegas a perturbar su mandato.
El hecho de que incluso Carlos Herrera en la cadena 'COPE' se haya visto obligado a preguntar al líder del PP sobre su relación con el narcotraficante da buena muestra de cómo la izquierda ha logrado en el último tramo marcar la agenda del debate. Era imposible prever que en la cadena de los obispos, que muestra sumisión total al PP, entrara en un marco tan poco favorable. Ni en las mejores previsiones de la izquierda se podrían haber imaginado que Feijóo tuviera que reconocer ante una audiencia afín que cuando tenía relación con el narcotraficante Marcial Doradoya sabía que era un criminal. Ni un solo de los electores de Feijóo abandonará a su candidato por ser amigo de un narcotraficante, pero las campañas funcionan por estados de ánimo y movimiento de pequeños bloques de electores entre márgenes, y es en esos extremos donde hay que ver la efectividad excepcional de la última semana de campaña. Si la semana más vital para decidir el voto lo gastas defendiéndote de tus mentiras y tu relación con un narcotraficante, contrabandista y blanqueador de capitales, se puede definir como desastre total.
La reacción de los oficialistas de la derecha intentando desviar la atención sobre este suceso define un proceso psicológico llamado proyección. Una recua de plumas que acusan a todo aquel que denuncia la relación del candidato a presidente del Gobierno con un narcotraficante como una estrategia que muestra su desesperación. Solo el hecho de que alguien considere despreciable para tratar en campaña los vínculos sin explicar del que puede ser presidente del Gobierno con un criminal como Marcial Dorado, las mentiras en las que ha incurrido Feijóo y el hecho de que el líder no explique por qué mantuvo una relación de años con un delincuente como 'Marcial de la Isla', dejan en evidencia que la desesperación no solo alcanza a la narcopolítica, sino también a ciertos satélites mediáticos empeñados en aupar al PP al Gobierno para que reparta los beneficios fruto de esas relaciones. Los nervios y la desesperación no están en la izquierda porque acudió a esta partida con todo perdido y sí en quien creía que todo estaba ganado después de las elecciones del 28 de mayo. Los últimos sondeos y proyecciones que manejan de forma interna todos los partidos otorgan muchas posibilidades a la derecha de morir en la orilla, cuando ya atisbaban el poder. Aún tienen ventaja, pero este domingo Feijóo puede acabar sentenciado por una sobredosis letal de errores y mentiras.