La mejor y más breve semblanza que se pudo escribir sobre Julio Anguita la realizó Manuel Vázquez Montalbán en un viaje a Córdoba para presentar un libro del dirigente comunista. El escritor del Raval quedó fascinado del vasallaje que a Anguita le proferían hasta los miembros de la oposición: “Anguita es un hombre de suficiente estatura, ligero de estructura, pero con estructura, dotado de una mirada oscura y profunda de profeta, ojeras de místico y barba de personaje de drama de Camus. Su lenguaje suena a socialismo utópico, que fue el primer socialismo que hubo y probablemente el último que habrá”.
La muerte de Julio Anguita acaba con uno de los últimos referentes que la nueva izquierda mantenía hasta desde la discrepancia. El “Califa” era respetado y su voz escuchada sin importar si lo que expresaba era compartido, una voz de autoridad de las que no suelen existir en vida. Su ejemplo vital, su compromiso hasta el final con unas ideas y su rigor de comportamiento hicieron de su figura el mayor referente comunista de las últimas décadas. Puede que el único al que asirse en época contemporánea cuando el desconcierto asolaba.
Anguita comenzó a guiar con más certeza desde su atalaya de conocimiento cordobesa cuando su luz política empezó a apaciguarse. El faro que empezó a guiar la conciencia de la izquierda cuando dejó de brillar en la primera línea de combate. Un sabio al que acudir pidiendo consejo cuando la niebla empañaba el discernimiento.
El tiempo le hizo ganar adeptos incluso entre aquellos que se dejaron engatusar por la trampa de la pinza con José María Aznar contra Felipe González. Ayudó para mirar con perspectiva la deriva del presidente de la chaqueta de pana hacia postulados próximos a las élites y la firmeza y persistencia en sus convicciones y valores del viejo zorro comunista.
Nunca cejó en buscar líneas de pensamiento y estrategias que ayudaran a la izquierda a encontrar el modo de ser una herramienta útil para la clase trabajadora. Uno de los grandes valedores de la forma montalbanesca de ver la política y el partido que consistía en huir del partido religión y adaptarse a la situación objetiva huyendo de dogmatismos e ideas anquilosadas para servir al bien común. Algo que incluso los que críticos con las líneas que defendía siempre valoraban. Su firma siempre era algo que obligaba al lector a estudiar con especial detenimiento cualquier texto antes de responder como muestra de consideración.
Incluso cuando en sus últimos esfuerzos para mostrar un camino a la siempre desconcertada izquierda buscó líneas de pensamiento que se acercaban al rojopardismo, la veneración por su figura no desapareció. Tenía todo el derecho ganado a que pensaras que cuando discrepabas con su visión podía ser porque tú eras el equivocado. La izquierda que no desdeña sus orígenes comunistas y el valor que las ideas marxistas tienen en una sociedad que las criminaliza ha perdido un hombre que siempre las defendió con vehemencia, firmeza y rigor intelectual. Porque no hay ideas más bellas para dotarnos de una sociedad más justa que aquellas a las que dedicó su vida Julio Anguita.