Feijóo está triste. España no le aprecia todo lo que él cree que se merece. En Galicia se vivía muy bien con mayoría absoluta y los medios de comunicación regados con dinero de la Xunta a disposición de su proceder. Una burbuja galaica, que le hinchó el ego con vientos del nordés y alejó cualquier contacto con la realidad mesetaria, le está agriando el gesto. No le gusta lo que vive en Madrid porque la política nacional no le ha acogido como el mesías salvador que nos libre del sanchismo y se le nota. Feijóo se quiere volver a sus paseos en yate pagado con dinero delincuencial.
La cara de Feijóo en el Congreso tras la ruptura del sueño ilusorio de su victoria electoral era la de un hombre derrotado, cansado, sin saber manejarse en una correlación electoral que no le considera protagonista absoluto. Feijóo solo sabe mandar sin dar explicaciones, sin negociar, pasando el rodillo por aquellos que le replican. Mientras un asilado en Waterloo marca la política institucional, Feijóo busca asilo en Galicia para huir de este infierno de irrelevancia. Una noticia que ha pasado bastante desapercibida con la vorágine de mentiras sobre su sueldo es que el pasado 11 de agosto se compró una casa en A Coruña. Un político que hace una compra de ese porte cuando se está dirimiendo si se queda en Madrid es un mensaje político que solo los necios no pueden ver. Se quiere volver, y casi ruega que Ayuso o Moreno le manden en el primer AVE a Santiago.
Alberto Nuñez Feijóo en Galicia no necesitaba grupos negociadores que le evitaran los bochornos de tener que soportar enterarse en un pleno de que no tiene los votos que había anunciado un día antes. Feijóo se enteró en el momento del pleno del Congreso que Vox retiraba el apoyo a Cuca Gamarra. Nadie le advirtió de que eso iba a pasar para evitarle las caras de sorpresa que todos vimos, puede que porque en el PP nadie creyera que Vox iba a retirarles el voto cuando les negaran presencia en la Mesa. Hay que ser inútiles para pensar algo así. El caso es que, cuando apareció el primer "Ignacio Gil Lázaro" en las votaciones en la urna, el presidente del PP mandó varios mensajes pidiendo explicaciones. En ese momento le informaron de que, cuando negaron los votos para que Vox tuviera un puesto en la Mesa, nadie del partido de extrema derecha les informó de que eso supondría retirarle el voto a Cuca Gamarra. El desastre es inenarrable.
Los líderes mediáticos de cabecera del PP intentaron vender como análisis de la debacle una jugada estratégica maestra de Feijóo para desvincularse de Vox de cara a una posible investidura y así atraer al PNV. Lo que hacían no era más que vender como un hecho la huida hacia adelante del PP, que intentó colocar esa mercancía averiada a los periodistas en el Congreso cuando preguntábamos qué había pasado. Algo que ningún periodista con un mínimo criterio crítico e independiente podía comprar a la vista de los hechos presentados. Pero es que hay quien no tiene demasiado interés en parecer independiente y prefiere quedar en ridículo con tal de no molestar a quien defiende.
La derecha sigue en estado de shock tras la derrota del pasado mes de julio y no asimila que está cerca de enfrentarse a otros cuatro años de legislatura de Pedro Sánchez con comunistas y los enemigos de España. La ruptura con Vox en la votación de la Mesa del Congreso, unida al incontestable éxito de Pedro Sánchez al lograr que Francina Armengolsalga con mayoría absoluta en primera votación, deja un panorama tremendamente negro para los gobiernos que comparten y para el futuro de Alberto Nuñez Feijóo. Un porvenir que solo puede mejorar algún error de cálculo en la izquierda, pero, si las fuerzas de progreso hacen su trabajo a Feijóo lo mandan de vuelta a hacer regatas con narcos.