Por acción u omisión Felipe VI se ha convertido en héroe facha en Colombia. A poca gente le importa en España que un señor con escasa querencia por el trabajo no se levante al paso de una espada. Pero ha ocurrido y tiene consecuencias políticas, más por la reacción que por el hecho en sí mismo. La polémica es una muestra sobre todo de la debilidad programática y de discurso de quien no tiene agenda propia y solo puede reaccionar a la última polémica interesada de quien tiene Latinoamérica en su nicho de mercado. Es difícil no sentir hartazgo y desesperación al ver próxima la llegada del otoño, cuando se jugará la revalorización de las pensiones y las mejoras salariales de los convenios colectivos, y que la izquierda española esté perdiendo el tiempo en la posición del culo regio al paso de una espada vieja.
La polémica es ficticia porque nadie se ha ofendido en Colombia. La izquierda española es más bolivariana que Petro. Una reacción sobreexcitada canicular, como todas las guerras culturales sobre símbolos, nación e identidad que suelen darse en nuestro país. La guerrita cultural nacional, porque en Colombia han pasado de Felipe VI y la espada solo creó polémica porque Petro sí la sacó y Duque no, tiene como interesados a quienes desde la izquierda necesitan batallas simbólicas que permitan mantener una posición propia diferenciada aunque sea a costa de enardecer algunos de los sentimientos de la extrema derecha más consolidados, como son la imperiofilia y la defensa de la monarquía. Los cálculos interesados de quien quiere centrar el debate público nacional en América Latina tienen más de comercial que de político. Pero las intencionalidades de quien hace arder el debate no pueden hacer perder la concreción en la realidad que ese relato acaba propiciando, porque que Felipe VI no se haya levantado tiene consecuencias concretas que hay que valorar.
La falta de transparencia de la Casa Real, que no dará explicaciones sobre el suceso, implica y obliga a valorar lo ocurrido mediante dos hipótesis: no se levantó de manera intencionada y buscaba enviar un mensaje político o no lo hizo por una cuestión de protocolo, sin ánimo de ofensa. Un hecho u otro cambian la percepción en lo que respecta al rey, pero es irrelevante a la hora de valorar los efectos de la polémica en la opinión pública, que han vuelto a convertir a Felipe VI en un héroe para el mundo facha.
La lógica diplomática lleva a pensar que Felipe VI no tenía nada que ganar al realizar un desplante intencionado a Colombia. Con la relevancia que supondría en otros países un intento de faltar el respeto a un héroe de América Latina como Simón Bolívar y, además, con las implicaciones imperialistas que tiene que el agravio venga realizado por parte del rey del país que fue colonizador e imperio. La toma de posesión de Gustavo Petro podría hacer pensar que el mensaje fuera realizado a un gobernante de izquierdas, pero los intereses comerciales de España en Colombia hacen difícil pensar cuál puede ser el interés en un acto de este tipo que no estaba protocolizado. El rey no se levantó, enardeciendo a la izquierda de cultura política más latinoamericanizada y al sector facha imperiófilo, aunque sea por motivos diferentes.
Pablo Batalla cuenta de manera precisa en Los nuevos odres del nacionalismo español cómo el nacionalismo imperial más radical logró virar la posición general de la derecha española a la hora de valorar la figura de Simón Bolívar y cómo pasó de los fastos por el cuarto centenario en 1892 y de valorizar su nombre y papel como libertador a la posición integrista de ahora, que considera al líder latinoamericano como un traidor al imperio español. Esa transición ideológica del nacionalismo integrista nacional explica cómo la sentada regia ha convertido nuevamente en héroe al monarca frente a la hinchada fanática verde.
Todos hiperbólicos y nadie prudente. Rendir pleitesía a una espada tendría sentido desde el punto de vista de Gustavo Petro, para quien representa un símbolo de defensa de la democracia contra la tiranía que emana de su militancia en el M19 y del suceso del robo de la espada por el grupo revolucionario al que pertenecía el actual presidente. Es un ciclo que se cierra y es comprensible que para la izquierda colombiana tenga un significado específico. Pero cuesta mucho más convertir a Simón Bolívar en un referente que defender de agravios desde la óptica de la izquierda nacional cuando su legado histórico, independientemente de su papel como liberador de las colonias, estaba lejos de poder defenderse apelando a los valores de progreso que tiene que mover a la izquierda hoy en día. En un momento en que la situación sociopolítica tensa el bienestar de la población con una inflación galopante que hace difícil la subsistencia, estos juegos florales culturales dejan en evidencia el problema de la política española que se sitúa en los márgenes, a un lado y otro del espectro, para encontrar un espacio de utilidad en la nueva reconfiguración política de cara al próximo ciclo electoral.