Es difícil tomarnos en serio como país cuando no se toman en serio a sí mismos los que tienen la dirección del ejecutivo. Esto no es una columna de geopolítica aparentando tener un conocimiento profundo sobre los intereses de EEUU en Ucrania, el imperialismo de Putin o el servilismo de la UE a los intereses americanos, sino sobre el sonrojo del espectador asustado ante quienes con temas de una seriedad apabullante funcionan como menores de edad sin un proceso madurativo evolucionado.
La política opera bajo criterios de realidad, oportunidad y ausencia del ridículo. Es importante fijar los términos porque nada de eso se ha dado entre los miembros de la coalición de gobierno al menor atisbo de crisis internacional de la que solo somos un actor secundario y pasivo. De Ucrania solo vamos a sacar un precio de la luz más caro y un posible aumento de la inflación, tengamos clara nuestra capacidad de actuación, porque lo único que sufriremos con una posible intervención en el este de Europa por parte de Rusia y la OTAN será más frío y mas estrecheces a final de mes. Así que lo único que sería digno de admirar por parte de este gobierno es que activara la diplomacia en la UE para evitar por cualquier medio que haya conflicto en Ucrania. Sin ruido ni alharacas, trabajo fino y nada de declaraciones extemporáneas. A Europa no le interesa, a España menos.
La protagonista del día de ayer fue la ministra de Defensa, la quintacolumnista reaccionaria en el gobierno no dejó pasar la oportunidad para meter el dedo en el ojo al socio de coalición y ofrecer a la OTAN cazambombarderos para desplegar en Bulgaria como método disuasivo hacia Rusia. Disuadir, España a Rusia, a Margarita Robles le queda el casco como a Gila, pero haciendo la misma gracia sin pretenderlo. Filtrar a 'El País' tal noticia solo tenía el sentido de remover a Unidas Podemos para hacer visible que España participará del despliegue de la OTAN, algo que ya era conocido porque España ya tiene efectivos en Estonia, cazas Eurofighter en Rumania y lleva tiempo haciendo maniobras en el Mar Negro y no le queda otra que participar, como miembro que es de la OTAN, en cualquier acción que realice la alianza. Pero esas cosas se hacen sin publicidad ni ruido. Actuar de forma seria era demasiado para una ministra que su única labor conocida es ocultar y proteger a los miembros de la extrema derecha en el ejército y actuar de comentarista cuando es menester criticar a sus socios de gobierno pidiéndoles precisamente que lo hay que hacer es ser serios y trabajar.
La maniobra desleal y pueril de Margarita Robles podría haber sido contestada con desdén y altura de miras por Unidas Podemos, pero han elegido el infantilismo contestando con un NO A LA GUERRA, así, en mayúsculas, para que quede clara la posición. Pablo Echenique se hubo de enterar ayer que forma parte de un gobierno que dirige un Estado miembro de la OTAN y que eso implica una aceptación directa de la guerra como método para dirimir posturas geoestratégicas que fije EEUU como primordiales a través de la alianza. Entrar en el gobierno llevo asociadas estas servidumbres.
Se esperaría de un socio de coalición una posición adulta más definida en un conflicto geopolítico de las dimensiones de una intervención en el ámbito europeo y que tiene visos de conformar una nueva guerra fría y la consiguiente construcción de una política de bloques, alianzas, posiciones e intereses de los que dependerían nuestra seguridad. Porque ese es el problema, no se conoce la posición de Unidas Podemos en materia internacional de forma seria, serena y elaborada sobre Ucrania y el conflicto con Rusia más allá de la opinión personal de algún miembro del Congreso. No a la guerra, sí, pero si Rusia y la OTAN entran en conflicto habrá militares españoles en el conflicto por mucho que nos pongamos carteles. No se pueden mandar tropas a una guerra y defender el internacionalismo y la paz entre los pueblos, que estas cosas ya quedaron claras en 1916 con la disolución de la II Internacional. O a Rosa Luxemburgo, o a Rolex. Ese es el principio de realidad que el socio minoritario del gobierno no puede eludir. Así que por la vía de los hechos su participación en el gobierno es un sí a la guerra. La política en estos tiempos funciona a base de proclamas simples y banales, pero hay que exigir un poco más de profundidad cuando suenan los tambores.