Liberales, dicen que se llaman. Sin saber siquiera lo que que significa la palabra. Liberalismo de meme tuitero, que les lleva a conocer de Clara Campoamor una simple cita descontextualizada sin alcanzar siquiera a ubicarla en el texto correcto. Liberales que se creen que la palabra significa lo mismo en EEUU, en la revolución francesa, en el periodo isabelino o en los años 20 barojianos.
Un liberal fetén defendería a los krausistas, a la Institución Libre de Enseñanza y la Nueva Educación. Conocería de Ortega y Gasset y su compromiso algo más que las ideas protofascistas que pervirtieron los falangistas y defendería con emoción la Constitución de 1931, que intentó acercar la cultura a todas las clases sociales. Liberales camanduleros que ni siquiera conocen sus verdaderos referentes. Porque los tienen, pero no saben ni sus nombres.
Son liberales, claro, pero doctrinarios. En Ciudadanos no son más que una copia iletrada del moderantismo decimonónico. Ese movimiento político liderado por Donoso Cortés y Andrés Borrego que surgió en contraposición a las ideas liberales progresistas de John Stuart Mill y que buscaba defender los intereses de la aristocracia y la nueva burguesía, que podían ver su posición en riesgo tras la caída del Antiguo Régimen. Un movimiento de preservación de los intereses de clase que buscaba que la apertura del nuevo sistema no pusiera en riesgo los capitales y patrimonio de nuevas y viejas oligarquías.
Ciudadanos no es más que la representación de nuestra época de los doctrinarios españoles. Aquellos notarios de las élites que cercenaron cualquier atisbo de progreso social maquillándolo con la teoría del "just milieu" - que el invento del centrismo ya tiene varios siglos - , pero que en la práctica servía para evitar por todos los medios cualquier política que produjese un mínimo de mejora de derechos en las clases más desfavorecidas.
Los doctrinarios eran el partido de las élites. Aquellos que entendían el liberalismo únicamente como un aperturismo económico que les proporcionara réditos económicos, pero evitaban cualquier tipo de mejora social o política. Algo que se fraguó en la Constitución de 1845, que dictaminó el sufragio censitario por criterios económicos para que solo votaran los ricos. Doctrinarios que fraguaron una política más centralista eliminando competencias municipales, que pasaban de liberalizar la economía a protegerla dependiendo de los intereses de las oligarquías empresariales y los terratenientes del momento, y que aumentaron el impuesto de consumos (indirecto) mientras rebajaban el impuesto de contribuciones (riqueza). No me dirán que no les suena esta música a programa naranjito. O pepero. O voxero.
Por eso no es ninguna sorpresa que Ciudadanos se haya plegado al PP pactando con la extrema derecha. Porque en esencia son lo mismo. Una recua de utilitaristas que venderían su alma al diablo por preservar cuatro duros de los suyos.