No engaño a nadie. Siempre he considerado a Marlaska un señor muy de derechas en un gobierno socioliberal con los tintes socialdemócratas que puede aportar Podemos. Sé que algunos, influidos por la propaganda mala, pueden creer que de verdad este es un gobierno socialcomunista, pero es solo una ilusión que se pasará cuando presten un poco de atención a las medidas del ejecutivo. Marlaska consigue con sus acciones mover al gobierno en el diagrama de Nolan a posiciones de extrema derecha en materia migratoria.
La polémica por la expulsión de migrantes menores a Marruecos que se encontraban en Ceuta apelando a un acuerdo firmado con la satrapía marroquí que ni siquiera el PP se atrevió a activar muestra hasta qué punto el gobierno de Pedro Sánchez está actuando en materia migratoria como el peor gobierno italiano que Salvini comandaba en Interior. El trampantojo de la acción propagandística con el Aquarius lleno de refugiados llegando a Valencia para contraponer un tipo de política migratoria antagónica a la del fascista italiano suena ahora a broma macabra.
Los niños no pueden ser expulsados porque gozan de unos derechos inalienables que no se agotan por haber cruzado la frontera de manera irregular. Los derechos de los menores son invulnerables y así lo ha entendido el juzgado que ha paralizado cualquier movimiento. Las estrategias de Marlaska con las devoluciones en caliente tienen reminiscencias de aquellos que para combatir a la extrema derecha se convierten en posfascistas. Su comportamiento recuerda a Valls, que cuando era ministro del Interior mandaba a la policía a los colegios para deportar a niñas gitanas y así ganar el favor de los votantes de Marine Le Pen. Spoiler: salió mal.
Las políticas de asilo y protección internacional son parte de esa estrategia perversa de discurso público de acompañamiento y empatía hacia personas refugiadas y migrantes que huyen de situaciones de riesgo mientras se hacen políticas y burocracia de desprecio y revictimización. José Luis Escrivá se muestra dispuesto a recoger a los ciudadanos y ciudadanas afganas que lleguen tras la victoria talibán, pero no explica que habiendo cerrado la embajada en Kabul y al operar una norma de 2009 que impide pedir asilo en otras delegaciones diplomáticas no hay posibilidad real de que puedan ser solicitantes de asilo. La mano izquierda tiene dulces palabras mientras la mano derecha sujeta la fusta de la burocracia inhumana.
Es decepcionante y frustrante que un gobierno autodenominado progresista tenga una política migratoria que consiste en devolver en caliente a menores no acompañados, llegar a acuerdos con Marruecos para deportar a niños, mantener en el puerto Arguineguín campos de migrantes hacinados, recortar las subvenciones para las ONGs que se encargan de dar soporte a las personas solicitantes de asilo y convertir la burocracia en una valla más alta que la que Donald Trump tenía pensando construir en México. Sé que quieren ser duros con los inmigrantes para quitarle argumentos a la extrema derecha, pero se equivocan, no funciona. El único que sacará beneficio de tratar a las personas vulnerables como delincuentes y criminales es el fascismo. Recuerden estas palabras y cierren los CIES.