Jaroslav Hasek escribió en 1921 una de las obras cumbres de la literatura satírica del siglo XX titulada 'Las aventuras del buen soldado Švejk' en la que se narran las vivencias de un soldado de difícil trato con el conocimiento y la razón en los momentos previos a la Primera Guerra Mundial. En uno de sus capítulos el autor checo cuenta las peripecias del soldado en un manicomio en el que es ingresado tras ser juzgado por pronosticar la guerra en los días previos al asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. El necio soldado acaba siendo expulsado del sanatorio mental por encontrarse cómodo en un ambiente en el que todo sirve y en el que se siente como en casa. El soldado no entiende cómo los locos protestan por estar encerrados porque pueden aullar, desnudarse, hacer animaladas y hasta morder: "Si se comportaran así en otro lugar, alguien se podría sorprender, pero en el manicomio resulta lo más natural del mundo. Ni los socialistas han soñado nunca con tanta libertad como la que allí se disfruta. Cualquiera se puede hacer pasar hasta por Dios o por la Virgen o por el Papa o por el rey de Inglaterra o por Su Majestad el emperador o por san Venceslao".
Incluso por los Reyes Católicos. No es un manicomio, pero la campaña electoral sirve a Casado para ser como el buen soldado Švejk y comenzar a soltar las mismas barrabasadas en total libertad sin que nadie que le quiera, le respete o le trate le diga que pare. En su última actuación como cómico frustrado acudió a sus grandes éxitos y nos regaló un agravio a las remolachas, Dráculas que convierten a sus víctimas en zombis insultando la memoria de Bram Stoker y a Isabel y Fernando como ejemplo de demócratas. Un púlpito en campaña sirve a Pablo Casado del mismo modo que el manicomio para el tonto Švejk. Un lugar propicio para hacer sus mejores trucos sin la sorpresa o rechazo de ningún asistente al evento porque asumen con naturalidad que esas son las cosas que hace la gente especial.
Que a la izquierda no le guste Pablo Casado y haga burla de sus soflamas y declamaciones ridículas es lo normal, y más aún en unos momentos de polarización política tan extrema. Para sus adversarios ya es solo un meme parlante convertido en nicho de negocio para digitales que viven de sacar cortes de sus intervenciones que se viralizan entre burlas, chanzas y choteos. Eso no sería un problema si solo provocara esa sensación en la izquierda, el problema de Casado es que también es un meme para los propios que solo le soportan porque es el líder que tienen y esperan a que la situación le otorgue el poder por la evolución turnista natural. Pero los cuchillos se guardan en paño de algodón para mantener el filo limpio y afilado a la espera de que hagan falta, y hace tiempo que se escucha el chiflo del afilador por Génova paseando el esmeril cerca de la sede consciente de que allí hay negocio.
La derecha mediática y política asiste asombrada al espectáculo casadiano de cada día sin decir nada sobre el contenido de sus discursos hasta que se harte cuando vea el poder escaparse entre las manos y se levante en forma de turba para echar al pésimo monologuista del escenario con malos modos. Los clavos del ataúd siempre te los ponen los tuyos, ya sea por cariño o para cerciorarse de que la tapa está bien sellada. En el caso de Casado, y conociendo que le gustan las analogías vampíricas, que se cuide de que no pongan el féretro enterrado boca abajo. Decía el buen soldado Švejk que lo bueno de ser un estúpido certificado como él, que había sido eximido del servicio militar por corto, es que "nadie se te presenta abroncándote: 'Señor, estas cosas no se hacen, esto no es decente; ¿no le da vergüenza? ¿Así es como se comporta una persona culta?'" Pero siempre hay un punto de inflexión cuando el candidato se parece más al soldado de Jaroslav Hasek que a un candidato presentable a las elecciones generales. La portada de 'El Mundo' en mitad de la campaña electoral en la que dan voz a barones del PP a cuatro columnas diciendo que Pablo Casado debe aportar más se parece mucho a la noticia de los jefes del bufete diciéndole a Albert Rivera que "su productividad estaba alcanzando niveles preocupantes, muy por debajo de cualquier estándar razonable". No sé si en los másteres de Harvard de Aravaca le enseñaron a Pablo Casado a desencriptar indicios, pero yo que estudié en la pública se lo explico. Te están moviendo la silla, Pablo. Por flojo, por necio y por malo.