Es comprensible que quien pensó que el franquismo se acababa con Franco muerto considere que la reparación se acaba con Franco fuera de Cuelgamuros. Está el gobierno estos días campando por la opinión pública como el paladín de la memoria histórica. Para los recién llegados a esta temática puede resultar hasta convincente, pero los que conocemos de cerca el abandono y la cobardía de las huestes socialistas en lo que respecta a la verdad, justicia y reparación andamos con los ojos desorbitados y la mandíbula desencajada. Porque además andan ufanos y dando lecciones. Son ahora los abanderados de la reparación.
Esta semana hemos tenido que escuchar que José Antonio Primo de Rivera es una víctima. Estamos acostumbrados a esos argumentos revisionistas en boca de toda la carcunda mediática y política, pero resulta especialmente sangrante cuando es la vicepresidenta del gobierno del partido de la pretendida izquierda la que emite esas valoraciones. Otro agravio a la verdad y la memoria.
En España el franquismo sociológico impregna hasta la médula el debate público y eso se nota en las palabras también de aquellos que defienden la necesidad de reparar la memoria de las víctimas del franquismo. Es muy complicado encontrar a quien escape de las garras de esa manera de analizar la democracia española y se puede ver en las palabras de Carmen Calvo. Opera una lógica similar a la del patriarcado y el machismo, existen multitud de comportamientos inconscientes que poco a poco van aflorando y que solo una revisión profunda del comportamiento hace que desaparezcan. La propaganda de cuarenta años de franquismo ha hecho lo mismo con la construcción del relato sobre la guerra y la dictadura. Hay que ponerse las gafas antifascistas para desgranar esos comportamientos revisionistas heredados.
España es el único país de Europa en el que el fascismo no fue derrotado en los años cuarenta. El profundo carácter antifascista de muchas de las democracias europeas, con algún periodo escabroso de excepción como la República Federal Alemana de 1949 a 1989, no se dio en la democracia española surgida tras la plácida muerte de Francisco Franco en 1975 y el paso de "la ley a la ley" con el que se conformó nuestra Constitución.
Ese pecado original sigue siendo visible en comportamientos, declaraciones y actitudes involuntarias que hacen aflorar la profunda raigambre del pensamiento revisionista inculcado durante el franquismo.
Miguel Sebastián intentó ironizar con el hecho de que Alemania homenajeara a los héroes que atentaron contra Adolf Hitler con un maletín bomba el 20 de julio de 1944 para criticar a aquellos que a su vez critican los actos de reparación y memoria. Mal ejemplo utilizó el exministro socialista para dárselas de preocupado por la memoria histórica: en España, Adolf Hitler sería considerado víctima del terrorismo con el apoyo del PSOE. No es una hipótesis, sucede con Luis Carrero Blanco. Así es el PSOE, celebra que homenajeen a los que atentaron contra el fascismo alemán y considera víctima al que sufre el atentando en el fascismo español. La coherencia no es un bien preciado en Ferraz.
José Antonio Primo de Rivera no fue víctima de nada, sino un golpista y un fascista. Fue uno de los responsables del golpe de Estado que tanto sufrimiento trajo a millones de personas mandando a Antonio Goicoechea a Roma en 1934 para lograr las armas italianas de Mussolini. Fue ejecutado condenado por rebelión por el entonces gobierno democrático de la República. Puede que de manera errónea e irresponsable para el cometido de justicia que buscaba. Pero en ningún caso es una víctima y ni siquiera lo recoge así el informe de expertos al que alude la vicepresidenta para justificar esas declaraciones. En la recomendación que hacen los expertos hablan de José Antonio Primo de Rivera como "muerto en la Guerra Civil" , en ningún caso le dan la denominación de víctima. Repase la lección, vicepresidenta.
Son muchos los agravios vividos estos días por parte del gobierno en lo que respecta a la triada de la dignidad: verdad, justicia y reparación. En este caso sobre todo a la verdad. Pero no es la única afrenta. El cadáver del genocida descansa hoy en un panteón pagado con dinero público que privilegia su status sobre los miles de desaparecidos. Queda todo por hacer, también no faltar a la verdad histórica y no dar la condición de víctima a los que fueron victimarios.