Estudiar historia en La Sorbona y acabar haciendo el ridículo usando panfletos ultras revisionistas para formular una pregunta en el Congreso de los Diputados sobre los 100 millones de muertos del comunismo porque Yolanda Díaz ha escrito el prólogo a una edición del Manifiesto comunista. La intelectual orgánica del PP ha llevado al Parlamento el que puede ser el argumento del que la izquierda informada más años lleva riéndose con sorna. La decadencia de Occidente no se mide por la huida de EEUU de Afganistán, sino por el peripatético proceder de Cayetana de Álvarez de Toledo llevando la estrategia de los trolls ágrafos a la disputa política seria. Hay que agradecer a la marquesa de aguafuerte que lo haya hecho, porque permite que se pueda hablar del tema en el debate público sin necesidad de acudir a un bot de la extrema derecha.
No se discute de historia con revisionistas, igual que no se discute de la evolución con un creacionista. El ejemplo que pone Ece Temelkuran en 'Cómo perder un país' para explicar lo absurdo de perder el tiempo debatiendo con estos especímenes es el de jugar al ajedrez con una paloma: "La paloma derribará todas las piezas, se cagará en el tablero, y luego saldrá volando, atribuyéndose orgullosa la victoria y dejándote a ti la tarea de tener que limpiar la mierda". La refutación de los argumentos chuscos del libelo 'El libro negro del comunismo' ya fue expuesta por Gilles Perrault, Jean Ziegler y muchos otros autores en 'El libro negro del capitalismo', y también por Daniel Bensaïd. Así que si alguien tiene interés en conocer los hechos que desmontan el texto de cabecera de la cuñadía patria que se compre el libro o lea a Bensaïd. Además, si quiere conocer la realidad de las purgas estalinistas sin elevar el número de muertes a fantasía pueden leer la magnífica obra de Arch Getty y Oleg Naumov 'The Road to Terror: Stalin and the Self-Destruction of the Bolsheviks', 1932-1939, que explica de manera detallada y rigurosa las matanzas y la represión en la época más negra de Stalin. Por cierto, la inmensa mayoría de las víctimas fueron comunistas y marxistas. También leían y seguían a Marx y a Lenin. La historia está contada, lo de Cayetana Álvarez de Toledo es revisionismo y agit-prop.
El argumento de culpar al Karl Marx y Friedrich Engels por escribir en 1848 el Manifiesto comunista de cualquier tipo de violencia causada en el siglo XX se desacredita solo. Vendría a ser lo mismo que culpar a Jesucristo de las torturas de la Inquisición o de las guerras santas y de todos los muertos que los fanáticos han provocado a lo largo de la historia enseñando una Biblia como baluarte. La argumentación de la caverna que considera a todo marxista responsable de cualquier crimen y asesinato de aquellos que siendo comunistas lo hicieran es lo mismo que responsabilizar a quien lee la Biblia y asiste a misa de hacer apología de los crímenes de Torquemada.
Si esa es la línea argumentativa reaccionaria, será la que seguiremos para no perder tiempo ni molestarnos demasiado en contestar al próximo necio. De ahora en adelante el argumento esgrimido para rebatir tal falacia será culpabilizar a todo aquel que exprese sus ideas católicas o profese la religión cristiana de defender los crímenes que se han cometido en nombre de una cruz. Porque hay bastante donde elegir. En 'Historia criminal del cristianismo', el historiador alemán Karl Heinrich Leopold Deschner analiza en 10 volúmenes todos los crímenes y matanzas cometidos en nombre de la religión católica. Sería interminable detallar solo algunos ejemplos entre las más de 6.000 páginas que abarcan solo hasta el siglo IX porque el autor no tuvo tiempo de más. Muchos de esos crímenes especialmente terribles de los que harían apología todos aquellos que leen el Deuteronomio o el Viejo Testamento fueron cometidos por las dictaduras del 'Fascismo clerical' del siglo XX. Regímenes sangrientos y crueles como el nacionalcatolicismo de Franco, la Guardia de Hierro rumana, la dictadura eslovaca de Josef Tiso o los terribles ustachas de Ante Pavelic, unos fascistas y católicos croatas que fueron uno de los grupos más brutales y salvajes de la Segunda Guerra Mundial y que se manchaban de sangre matando en nombre de dios.
'Pero' era el sobrenombre del franciscano croata Petar Brzica, que tras ordenarse en el monasterio de Shiroki Brijeg acabó como párroco en el campo de concentración de Jasenovac. Petar Brzica fue, además de sacerdote, uno de los criminales más sanguinarios en una época en la que sobresalir en ese cometido no era nada fácil. Sin embargo, 'Pero' se ganó el calificativo a pulso. El franciscano fue uno de los máximos responsables del genocidio de los ortodoxos serbios por parte de los católicos croatas durante la contienda. El 29 de agosto de 1942 Petar Brzica se apostó con otros ustacha como Mile Friganovic ver quién era capaz de asesinar más serbios en una sola noche. El cura utilizaba un arma llamada 'srbosjek' (mataserbios) para el cometido, una especie de muñequera con una cuchilla integrada muy eficiente para degollar a los serbios en nombre del señor. Según el propio Mile Friganovic, el franciscano 'Pero' asesinó esa noche a más de 1.300 serbios con sus propias manos. Mile se quedó en los 1.000 y otro sacerdote franciscano llamado Ante Zrinusich cortó el cuello de 600. Dos católicos asesinaron en nombre de dios a 1.900 serbios por el hecho de profesar una religión diferente.
Entendemos entonces con la lógica Cayetana que asistir a misa cada día y leer la Biblia es loar la matanza de los franciscanos ustacha, al igual que leer el Manifiesto comunista es hacer apología de los crímenes del reino sangriento de los jemeres rojos. Los argumentos tienen que ser defendidos con coherencia. Si no, asuman los muertos del cristianismo como propios por ser católicos y después atrévanse a pedir a quien lee filosofía del siglo XIX que pida perdón por crímenes ajenos.