El líder de Unidas Podemos ha salido victorioso de unas elecciones en las que ha seguido perdiendo apoyo y cuando se han realizado todas las maniobras posibles para tumbarle. Vetos, presiones de oligarquias económicas, noticias falsas y un adelanto electoral con un nuevo partido que le diera la puntilla. Resistir también a tus propios errores no es tan sencillo en una coyuntura como la que ha tenido el líder del partido de izquierdas cuando tu organización no tiene la estructura de un grande. Solo hay que ver a Albert Rivera cómo se ha disuelto como un azucarillo cuando simplemente le retiraron la brunete mediática de protección.
Pablo Iglesias tenía claro desde un primer momento que el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos no iba a ser fácil tras las elecciones de noviembre mucho antes de que se celebraran. Así lo afirmaba a quien quisiera escucharle. El PSOE pese a sus resistencias en las negociaciones de abril tras las elecciones de noviembre, independientemente del resultado que tuviera Unidas Podemos, iba a necesitarle y la coalición saldría. Nunca perdió la esperanza y esa fue su estrategia, y acertó.
Pablo Iglesias doblegó al PSOE y sus insomnios rindiendo honor a la doctrina marxista. Y en plena ofensiva reaccionaria hay que poner en valor un corpus doctrinario del que enorgullecerse. Habrá quienes consideren que una vez logrado el poder hay que ocultar las enseñanzas del barbudo y de sus correligionarios, pero es ahora cuando hay que valorizarlas. Pablo Iglesias puso en práctica el análisis marxista para la consecución del poder: el análisis concreto de la situación concreta. Una máxima que tendría que ser aplicada por cualquier líder de izquierdas en todas y cada una de las vicisitudes dilemáticas que presenta la vida pública.
No existe una estrategia perfecta cuando eres la parte débil de un gobierno con un tronco ideológico mayoritario más moderado. La institucionalización y los límites que establecen esa dinámica gubernamental son un férreo ancla que no se plantea por primera vez Unidas Podemos al entrar en este ejecutivo. Esas contradicciones son tan antiguas como la izquierda. Es en plena ofensiva fascista cuando hay que afrontarlas con mayor determinación y siendo consciente de que la hemeroteca importa poco en situaciones de alarma.
Leon Trotsky en su libro 'La lucha contra el fascismo' afrontaba de frente esa contradicción con una cita de Lenin que explicaba de manera concreta cuáles son las prioridades cuando el peligro fascista es presente y por qué los bolcheviques se unieron a los mencheviques cuando el General Luis Kornílov intentó con un golpe de Estado acabar con la revolución de febrero: "En qué modificamos la forma de nuestra lucha contra Kerensky. Sin atenuar por nada del mundo nuestra hostilidad hacia él, sin retractarnos de nada de lo que hemos dicho en contra suya, sin renunciar a derrocarle decimos: hay que tener en cuenta el momento, no intentaremos derrocarle de inmediato, le combatiremos ahora de otra forma y, más precisamente, señalando a los ojos del pueblo (que combate contra Kornílov) la debilidad y las vacilaciones de Kerensky".
No es previsible que en una situación de inferioridad manifiesta en el gobierno Unidas Podemos tenga capacidad para cambiar de manera sustancial las cosas. Pero ahora las resistencias a entrar en un gobierno con Kerensky pierden toda validez estratégica cuando Kornilov avanzaba con sus 52 brigadas. Eso no significa que las críticas al líder blanco dejen de ser efectivas, sino que la prioridad es unirse en abrazo fraternal para afrontar la urgencia y además así mostrar sus debilidades y resistencias a medidas ambiciosas. El marxismo es una herramienta imprescindible para enseñar a afrontar las contradicciones y modular sus estrategias para no perder el rumbo. En pleno ola de orgullo y exaltación fascista es preciso un gobierno ambicioso que sepa dar pasos adelante en derechos fundamentales y en las áreas más sensibles, aquellas que la ofensiva reaccionaria ponen en cuestión. Mantengan la calma, y lean libros marxistas.