El Ayuntamiento de Madrid ha decidido borrar un mural feminista. A veces para hacer entender la ignominia y la desvergüenza de las acciones de la derecha es preciso usar ejemplos de víctimas que instrumentalicen para que comprendan hasta qué punto es indecente su manera de proceder. El alcalde, Jose Luis Martínez Almeida, argumentó que es tan democrático pintar un mural feminista como pintar otro sobre la humanidad o los deportistas paralímpicos. No le falta razón, si no fuera porque hay miles de espacios en Madrid para hacerlo y han decidido hacerlo borrando otro que defiende algo tan importante como el feminismo. Lo que Almeida y Villacís hacen es un acto de agresión infame contra las mujeres. Luego que no se extrañe la vicealcaldesa cuando la expulsen del 8M.
Nadie, nunca, se opondría a que ninguna administración o particular realizara un mural que denuncia el maltrato de cachorros de perros. Un mural reivindicativo que defienda el bienestar animal de las mascotas que tanto amamos. Nadie, jamás protestaría. Sería un mural transversal. La cosa cambiaría, y con razón, si ese graffiti se realizara para tapar la placa de Gregorio Ordoñez que hay en San Sebastián recordando la memoria del político del PP asesinado por ETA. Porque sería un ignominia que usa una buena causa para cometer un atentado contra la memoria. Igual así el alcalde lo entiende ahora.
Vox son posfascistas, el PP sus cómplices, y Ciudadanos los colaboradores necesarios. Pero es precisamente en estos últimos, por autodenominarse liberales, en los que es necesario fijarse con más precisión porque siempre ha resultado necesaria su cobardía para que la barbarie triunfe en los momentos más oscuros de la historia. La posición moral que el partido de Inés Arrimadas toma en Madrid es extrapolable a la que sus similares tomaron históricamente cuando las hordas fascistas ganaron posiciones y no solo no se posicionaban de manera frontal frente a ellos por sus propios intereses, sino que eran cómplices para que pudieran triunfar. Madrid es el ejemplo contemporáneo.
Los argumentos dados por los que intentan justificar la retirada del mural y a su vez que son algo diferentes a los posfascistas de Abascal es lo que más llama la atención. El concejal de Ciudadanos, Ángel Niño, intentó explicar en twitter por qué nuevamente habían sido los colaboracionistas de la extrema derecha. Consideraba inapropiado que entre las mujeres representadas estuvieran figuras como Lyudmila Pavliuchenko. La francotiradora que luchó contra los nazis en la batalla de Odessa tras la invasión de Adolf Hitler de la URSS. La justificación posterior fue aún más peculiar: "Entiendo que prefiera tener ejemplos de lucha armada en un polideportivo que cientos de niñas visitan diariamente".
Es algo difícil de creer, pero sí, el concejal de Ciudadanos llamó lucha armada a la lucha en la Segunda Guerra Mundial contra los nazis. A defenderse de la barbarie de Adolf Hitler. Llamó lucha armada al desembarco de Normandía, a Winston Churchill, al general George Pattoon, a todos los europeos y americanos que se defendieron contra el régimen que acabó en Europa con la vida de 11 millones de personas en campos de concentración. Porque eso es lo que significa despreciar la lucha de Liudmila Pavlyuchenko que llegó a ser recibida como una heroína de la Segunda Guerra Mundial por Franklin D. Roosevelt y Eleanor Roosevelt en la Casa Blanca.
Pregunté al concejal para que se explicara mejor, para que explicara si aquella defensa solo fue torpe o de verdad pensaba que la lucha contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial es un ejemplo de lucha armada o terrorismo. La respuesta de Ángel Niño ha sido esta: "no es cuestión de la figura en cuestión, o de la comandanta Ramona. Simplemente, creo que la igualdad entre hombres y mujeres debe estar muy por encima de ideologías políticas, pues desde mi humilde opinión es algo que todos debemos defender[…] es más acertado destacar los miles de ejemplos de mujeres que más allá de ideología han conseguido grandes avances para la sociedad en general, sin tener que usar ejemplos violentos". La explicación más desarrollada no fue mucho más convincente y consideró que defenderse de la barbarie nazi es un "ejemplo violento" y no una lucha por la libertad. Y se llama liberal a sí mismo.
Las guerras culturales de revancha son un error estratégico porque no ponen en evidencia los propios valores de forma positiva, sino que atentan contra los valores fundamentales de tu adversario, lo que provoca una reacción de protección de esas ideas y de defensa feroz frente a la agresión revanchista. Ciudadanos y el PP han sucumbido a la presión de los posfascistas y sus excusas y justificaciones son tan vergonzosas como sus propios actos. Moderados y liberales se quieren llamar, pero no son más que los tontos útiles del triunfo de los valores fascistas en Madrid.