El partido morado tiene un problema. Hasta el momento ha salido de todas las emboscadas parapoliciales, mediáticas y judiciales con el cuerpo maltrecho y herido, pero vivo. Ha seguido avanzando y logró llegar al gobierno. Pero el nuevo caso que le ha dejado imputado por malversación es una trampa de la que va a tener muy difícil salir. Incluso aunque el juez acabe archivando una denuncia realizada para hacer el mayor daño posible y creada para que se abra un proceso que quedará en nada y que tiene como objetivo destruir a la formación. Es posible que lo consiga. Lo interno ha sido su mayor hándicap y es desde lo interno desde donde le pueden dar la puntilla. Uno de sus trabajadores de más alto nivel es el que ha metido a Podemos en un cepo del que veremos si sale.
Para ser un partido diferente hay que actuar de manera diferente. No sirve solo con que las actuaciones judiciales, policiales y mediáticas que ha tenido que sufrir, en muchos casos impropias de un estado de derecho, le apunten como un partido extraño a los habidos en democracia. Es necesario que las propias actuaciones ante un sistema que se revuelve ante la impugnación total que Podemos pretendía sean también las del que sabe cuál es el campo de batalla. La política es despiadada cuando se llega a ella disparando con saña y se queda en medio de un fuego cruzado.
Su extrema debilidad está haciendo que Podemos actúe de una manera que muestra sus flaquezas ante la última añagaza judicial. Como la de un acusado sudorando consciente de que está ante una situación que no es capaz de explicar y que hace imposible su defensa ante la opinión pública. Podemos ha asumido desde hace mucho tiempo una defensa política estratégica que, aunque con razones evidentes, solo sirve para convencer a los suyos, y estos cada vez menguan más. Acusar al juez de iniciar un proceso político para beneficiar a VOX en su moción de censura no va a funcionar ni aunque fuera verdad, algo que jamás sabremos.
El partido de Pablo Iglesias tiene que iniciar un frente de explicaciones públicas que les abra en canal para liberarse de esta trampa de oso. Porque el caso, independientemente del recorrido judicial penal que tenga, que preveo nulo, es un torpedo a la línea de flotación en el canal de la comunicación, la imagen y la reputación. Una herida abierta que puede derivar en infección mortal.
Los hechos asisten a Podemos, tiene razones más que sobradas para defenderse de manera creíble ante su potencial electorado, no solo al convencido, sino ante aquel que no le ha votado pero podría hacerlo. Tiene hechos suficientes para derrotar las acusaciones en el debate de la opinión pública y hacer de este caso uno más de los que hasta ahora han quedado en el recuerdo. La imputación es una endiablada trampa mediática pero en el plano judicial tiene más sombras que luces.
El relato del denunciante, un abogado que estuvo trabajando en el departamento jurídico de Podemos, es un escrito creado para provocar la confusión y establece una terminología que busca dañar y levantar sospechas de acusaciones de las que no aporta ninguna prueba. Un diccionario terminológico que es un caramelo para las portadas. Llama “Caja B” a la “Caja de solidaridad”, convierte en sospechoso de delito el mecanismo por el cual los cargos de Podemos donan parte de su sueldo a causas sociales, y considera que ciertas donaciones a no son adecuadas porque el proyecto no le parece idóneo. El denunciante considera que donar parte del sueldo a causas sociales, que después se declaran a Hacienda, es motivo de reproche penal. Otra de las definiciones creativas es llamar sobresueldos a complementos que algunos trabajadores del partido tienen en sus nóminas. Para demostrarlo aporta la nómina de una trabajadora en la que se aprecia el complemento consignado con su correspondiente deducción. Convierte en sobresueldos un complemento salarial consignado en nómina y tributado correctamente.
Pero no son estos los hechos más sospechosos de la denuncia de José Ramón Calvente, que han sido considerado como hechos probados por parte de la prensa conservadora sin el menor sentido crítico exigido a los periodistas. La acusación sobre la reforma de la sede de Podemos en la calle Francisco Villaespesa es el punto clave que muestra la mala fe de la denuncia en la que los hechos omitidos dicen más que los que se muestran. Calvente acusa a Podemos de no realizar una licitación de obras para la sede y darlas a dedo. Para denunciar los hechos adjunta a la causa una conversación de Telegram en la que habla con la gerencia del partido después de que le dijeran que estaban llegando los contratos de manera previa a la licitación. Calvente responde extrañado por esta actuación, ya que sin licitación no debía haber contratos. Esa conversación es la que incluye en la denuncia, pero el recurso de Podemos incluye la parte de la conversación que elude el denunciante: el gerente le responde ante la extrañeza de Calvente que solo son presupuestos. Y el denunciante responde: “Ah vale… pensaba que ya estaban contratados”. Falta la parte de la prueba que anularía toda sospecha de irregularidad y que por eso no incluye en la denuncia.
Y sin embargo, se mueve. En política las percepciones son más importantes que los hechos, no importa si la denuncia está hecha con mala fe, si el juez tiene filias inconfesables o si la desaparición misteriosa de las grabaciones de la testifical en sede judicial y su aparición aún más misteriosa cuando las pide VOX tienen el objetivo de producir indefensión. No importa si esta es una más de la estrategia de lawfare contra este gobierno o si tendrá visos de trascender jurídicamente, lo único que importa en política es cómo salir airoso de una celada tan bien construida. Estamos ante una denuncia que busca asimilar a Podemos con el PP y el caso que llevó a la moción de censura contra Mariano Rajoy en las fechas previas a la moción de censura presentada ahora por VOX. Un relato bien tejido, con trampas y elusiones, hablando de caja b, sobresueldos, obras en la sede, financiación irregular, con el partido imputado y con comisiones para miembros muy odiados. Un garlito de malla muy fina, tejido para no dejar escapar a la presa una vez pescada sin importar si tiene un material fuerte que resista el proceso judicial; solo busca tener a Iglesias el tiempo suficiente bajo el agua.