La frase de Cristóbal Montoro que caiga España que ya la levantaremos nosotros no era retórica. Forma parte del núcleo troncal e ideológico de la derecha española a lo largo de su historia. Prefieren una España suficiente, derruida, en los escombros, si eso es necesario para que recuperen el poder que consideran de su propiedad. La reacción que las terminales mediáticas y políticas reaccionarias han tenido el día que se inició la vacunación en España muestra de forma cristalina que las buenas noticias para el colectivo son una mala noticia para la derecha cuando están en la oposición. No están contentos con la llegada de la vacuna, porque el final de la pandemia les aleja del poder. Prefieren más muertos, desgracia y crisis.
Han afrontado la llegada de la vacuna de la misma forma que el final de ETA, con pesadumbre, rabia e ira por la pronta desaparición de un argumento político para desbancar al gobierno. De las reacciones de la caverna sobre la existencia de una pegatina en el primer envío de las vacunas es relevante analizar por qué les ha molestado. Su histórica confusión entre patria y patrimonio, la derecha no cree en un espacio colectivo de derechos anclados en un Estado con símbolos nacionales. Creen que es suya y la confunden con su patrimonio. Se hubiera entendido, y sería comprensible, el escándalo si la pegatina sobre la caja de las vacunas fuera del PSOE, pero no, era una pegatina con las banderas de España y Europa con el logo institucional del gobierno de España. Les molesta la bandera cuando no son ellos los que la enarbolan, porque la creen suya. Les pertenece.
Sobre el hecho de que hagan noticia que esa pegatina es propaganda que empaña la llegada de las vacunas no es más que una profecía autocumplida, porque lo único que convierte en noticia tal reacción ridícula es su reacción ridícula. Nadie habría hablado de algo tan absurdo el día más feliz del año 2020. La noticia es la vacunación, no hay otra. Hablamos de la propaganda porque la derecha quiere opacar esa buena noticia. Lo más sangrante es que los partidos de la derecha hablen de propaganda al referirse a la crisis sanitaria. Tienen la capacidad para negar la evidencia y criticar en los demás lo que es su comportamiento habitual sin que les aflore un gesto de vergüenza en su rostro.
Hablan de propaganda los que inauguraron las terrazas cortando una cinta en verano para saludar la reapertura de la hostelería. Hablan de propaganda quienes inauguraron un dispensador de gel hidroalcohólico en el Metro de Madrid, que se rompió la semana siguiente. Hablan de propaganda quienes clausuraron el hospital de campaña de Ifema con una fiesta en la que repartían bocatas de calamares. Hablan de propaganda quienes se hacían fotos en las escalerillas de los aviones con material sanitario que venía de China. Hablan de propaganda quienes ponían la bandera de la Comunidad de Madrid en cada mascarilla que repartían en las farmacias. Hablan de propaganda porque no les queda vergüenza.
Pero lo importante es el comienzo de la vacunación. Por eso rabian. La llegada de la vacuna es una buena noticia no solo por la evidente, proteger a los ciudadanos para que no mueran y terminar la pandemia, sino porque su mera existencia y cómo se ha creado y negociado es un disparo a la línea de la flotación del discurso reaccionario. Por muchas y varias razones. Es un hito de la ciencia que va contra el discurso negacionista y conspiranoico que ha intoxicado el debate público. Su negociación ha sido una labor común de esfuerzo europeo que confronta los discursos de ensimismamiento soberanista de los nacionalistas esencialistas. La creación de la vacuna de Biontech ha sido posible por dos inmigrantes turcos en Alemania, un triunfo de las sociedades multiculturales que acogen y dan oportunidades y que rechaza de plano los discursos racistas. La primera vacuna se le ha puesto a Araceli, una mujer de 96 años que reside en una residencia en Guadalajara. La protección de los más vulnerables confronta de manera directa el discurso utilitarista y economicista neoliberal que considera más valioso a quien más produce. La vacuna representa lo mejor de la sociedad y la prevalencia del bien común como bien supremo, por eso no le ha gustado a la derecha.