El elefante ha barritado. Pedro Sánchez ha perdido pie en la entrevista con Antonio García Ferreras y ha pisado la cola al paquidermo que ha bramado el verdadero temor por el que el líder del PSOE ha sido reacio a negociar de forma sincera un gobierno de coalición con Unidas Podemos. La presencia de Pablo Iglesias en el ejecutivo.
Las excusas que el PSOE y Pedro Sánchez habían esgrimido hasta ahora para no reconocer que tenían miedo a la relevancia política que podría adquirir Pablo Iglesias dentro del ejecutivo habían sido en ocasiones un tanto vergonzantes. El veto al número uno de la formación que consideras tu socio preferente son insultantes para votantes y militantes del partido morado. Para Iglesias, no. Para él son un orgullo. El PSOE quiere hacerle las primarias a Unidas Podemos porque es consciente de la fortaleza que adquiriría en el Consejo de Ministros y necesitan darle el golpe de gracia para tumbar al adversario que estuvo a punto de derrotar al PSOE. Que tanto daño hizo a un partido centenario. No quieren darle un respiro.
Los argumentos para justificar que Pablo Iglesias no entre en el ejecutivo no son confesables. No puede expresar el miedo, y cierto complejo intelectual del presidente, a la figura de Pablo Iglesias. Así que han tenido que buscar otras excusas que pueden desnudar a Ferraz. El presidente en funciones expresó que no puede tener un vicepresidente que mantenga posiciones tan diferenciadas en cuestiones de Estado tan sensibles como Cataluña. Que necesita alguien a su lado que no considere que en España hay presos políticos y que defienda la existencia de la separación de poderes. Hago una parada aquí para decir que el problema no es defender la existencia de la separación de poderes, sino cumplir y hacer cumplir que la separación de poderes exista. Matices.
El presidente clamó que el problema es la presencia de Pablo Iglesias en el ejecutivo y no de miembros de Unidas Podemos para posteriormente argumentar una serie de circunstancias que seguirían existiendo si cualquier otro miembro de la formación morada entrara en el ejecutivo. Una quiebra en el relato demasiado sensible y que Pablo Iglesias puede explorar mediante el martirio.
Pedro Sánchez ha descubierto sus cartas y ahora Unidas Podemos tiene la oportunidad de finiquitar la partida del relato con un sacrificio. El único que en ajedrez te hace perder el juego para aquí ser definitivo. Rendir al rey. El líder de Podemos tiene delante un movimiento ganador para su colectivo, que supone una importante renuncia personal, pero que le proporciona una ventaja crucial en la negociación. Decisiva para torcer el brazo al hacedor de cuentos de Moncloa. La renuncia de Pablo Iglesias a entrar en el ejecutivo a cambio de la presencia de Irene Montero en una vicepresidencia social con algún otro importante miembro de la formación en un ministerio de importante calado social. Una última cesión, tan importante, que dejaría en evidencia los argumentos y excusas que el PSOE ha dado hasta el momento. Juego concluído.
La otra opción es más retórica. Serviría solo para evidenciar lo injusto de la petición de Pedro Sánchez y ofrecer el voto sin contraprestaciones a cambio de a sustitución del líder del PSOE. Pedir tras el 25 de julio que el voto será favorable a cambio de que Pedro Sánchez dé un paso a un lado y el PSOE proponga otro candidato. Pero ya va siendo hora de jugar en serio y encontrar el modo de entendimiento para dejar de lado los artificios que buscan una posición de salida más favorable para unos comicios que nadie en la izquierda quiere. La paciencia tiene un límite y la de los votantes de progreso la están tensionando demasiado.
El PSOE está siendo tremendamente irresponsable demostrando que no cree en aquella proclamada alerta antifascista que le sirvió para movilizar a la izquierda que sí creía en el riesgo cierto de la llegada de la extrema derecha. Un peligro que se ha demostrado presente en Andalucía, Madrid y en todas aquellas comunidades y municipios donde el PP y Ciudadanos no han tenido ningún reparo en normalizar al neofascismo de VOX y asimilar sus medidas más reaccionarias de persecución a los colectivos más vulnerables.
Esta semana Mike Pence visitó un centro de detención en Texas. Unas imágenes terribles en las que el vicepresidente de EEUU observaba con total frialdad a los hombres tras las rejas. La deshumanización. Unas imágenes que recuerdan a aquellas que se vieron en Srebrenica días antes de la masacre en las que el general serbio acariciaba con dulzura a los niños bosniacos. Esta semana Donald Trump escuchaba satisfecho en un mitin en Greenville cómo sus seguidores pedían que deportara a la congresista Ilhan Omar por su origen étnico. El odio está ganando terreno.
Theresa May en su discurso de despedida expresó en su salida quizás la única idea salvable de su liderazgo sobre la presencia del odio y la mentira en los discursos: "Las palabras tienen consecuencias y nos llevan a un lugar más oscuro en el que el odio y el prejuicio llevan no solo a lo que la gente dice sino también a lo que la gente hace". En las elecciones del 28 de abril la España diversa y plural le dio a usted, señor Sánchez, un mandato mucho más importante que la creación de un gobierno que no le acomplejara con la presencia de Pablo Iglesias a su lado. España paró a la extrema derecha. Paró a la intolerencia y la discriminación. No juegue con el riesgo a que el odio llegue al poder y contamine nuestra convivencia.