Este jueves se aprobó una de las normas más importantes en una democracia y no puedo hablar en serio. Les reconozco que estoy escribiendo esto parando en cada sentencia por dolor en el diafragma al recordar la escena. Tiene delito irse antes del pitido final siendo del Atleti. Pero decidí salir del Congreso antes de la votación pensando que estaba el pescado vendido obviando que no hay nadie más sucio que la derecha española y que nunca hay que desdeñar su falta de escrúpulos. El karma me devolvió la insensatez y la imprudencia con uno de los momentos más cómicos, divertidos y justos, en términos morales, de la historia de la democracia. Hay que disfrutar los ridículos de una derecha acostumbrada a usar las peores tretas de trilero.
Hay pocos ejemplos que una derecha más rastrera que la que representa UPN, por eso en el equipo de Yolanda Díaz no se fiaban, y hacían bien. Era difícil creer que pudiendo tumbar una de las normas más importantes de un gobierno al que odian de manera primitiva fueran a salvarle los muebles. Tamayo sobrevolaba y apareció. Fueron sucios, porque no saben de ser de otra manera, y estuvieron engañando hasta el último minuto a todo el mundo diciendo que iban a acatar la disciplina de voto. Unos minutos antes de la votación le aseguraron a un diputado del PSOE que su sentido del voto sería positivo. Mintieron, porque no saben hacer otra cosa y porque no tienen palabra ni decencia.
La derecha, con una nueva maniobra artera de Teodoro García Egea, ha querido rememorar lo que ocurrió en Murcia. Querían vencer al gobierno tumbando una de sus normas principales en un ejercicio abyecto que solo el lanzador de huesos de aceitunas puede pergeñar. Querían hacerlo humillándoles, en el último momento y sin que pudieran ocultar en su cara la decepción para tener una imagen mediática que acompañara el fracaso político. Pero aparecieron la justicia poética y la ineptitud de un señor de Cáceres que se confundió en su casa votando sí en vez de no. Al pobre le pusieron una tarea de difícil ejecución.
El espectáculo del PP ha sido tan grotesco que solo les queda salir a poner en riesgo la democracia dudando de las instituciones que la protegen y tirándose al trumpismo más descarnado. Pucherazo, claman sus propagandistas. Stop the Count!, gritaba Cuca Gamarra, brindando uno de sus espectáculos bochornosos de locuacidad deficiente, palabras atribuladas mientras su mirada perdida buscaba desesperada ayuda para deslizarse debajo del atril y desaparecer. La reacción es tan estrafalaria que es posible que les sirva para esconder su necedad porque tienen amigos mediáticos poderosos. Dudo que esta vez lo consigan, es tan burdo que es difícil que prenda, aunque soy un idealista y me equivocaré porque el PP en el delirio que está embarcado con Casado solo tiene como estrategia quemar la casa común y sentarse a verla arder.
Ya habrá tiempo de valorar hasta qué punto esta oposición demenciada tiene la capacidad de poner en riesgo la convivencia por no saber aceptar que su jugada marrullera se le ha vuelto en contra, ahora saquemos lo positivo y esperemos que el esperpento sirva para que el PSOE aprenda que nunca se puede confiar en la derecha. Mientras tanto, saliendo de la tolvanera aparece Yolanda Díaz caminando sobre las aguas aprovechando el ruido que ha provocado un señor de Cáceres evitándole el desgaste de una votación onerosa.