No hay acto más patriota y digno que el que te ubica como traidor a ojos de la reacción. Qué cosa más bella resultar ajeno y tóxico para esa idea de España rancia y vengativa que solo concibe la tierra como un lugar hostil que huele a cloaca y quiere a la diversidad y lo diferente subyugado. Qué cosa más maravillosa resultar un traidor a ojos de Rosa Díez, Macarena Olona o Juan Carlos Girauta. Despojos de la vida pública pasada y presente que solo tienen el odio como programa político y que pasarán por la historia de España como algo despreciable para los relatos que definirán nuestro futuro. Apoyo los indultos porque la condena fue desproporcionada y es necesario reconducir un problema político que la derecha de este país llevó a una situación límite. Soy traidor, un altivo y orgulloso traidor. La derecha siempre rompiendo a trozos la convivencia en España y la izquierda intentando coser y unir los pedazos que encuentra, un tópico histórico desde el siglo XIX.
Pedro Sánchez ya es un traidor para la carcunda por haber concedido los indultos. Que no sufra demasiado el hombre, ya era un traidor por haber aceptado los votos de ERC para la investidura, y por haber aprobado unos presupuestos, y por reunirse con Bildu, y por existir. En definitiva, por haber ganado las elecciones y ser presidente del gobierno quitándoles el poder que la derecha cree en propiedad. Elogiar a Pepe Rubianes y ser traidor a la "puta España" que defiende esta derecha de anticuario es de las pocas cosas honradas que se pueden hacer y ser en este país. Porque esa España suya, la del fascio, es tan estrecha, apolillada y anquilosada que solo tiene espacio en un vertedero. España es mucho más que lo que ellos creen, y por eso hay que traicionar a la suya, para vencerla, derrotarla y construir una nueva. Nuestra España es plural, diversa y tolerante, la suya es una rémora.
Pero no solo es un traidor a España el presidente, lo son todos aquellos que apoyan la medida de gracia. Sin matices. Un pensamiento anclado en la fórmula magistral del carnicero de El Ferrol que consideraba que la única manera de sanar España era limpiarla de todos aquellos que no pensaran exactamente como él creía decente. La antiespaña, esa que tuvo que ser purgada y reeducada a base de muerte, tortura y cárcel. Pero qué inmenso honor ser parte legataria de esa purga, de las maestras republicanas, de los literatos exiliados, de los milicianos rebeldes, de los pueblos hermanos que hablan en bellas y melódicas lenguas.
La España que construyeron y que ahora está implantada en Madrid es la de la mentira, el desprecio y la comisión. Aquella España que miente acusando a Pablo Iglesias de ser el responsable de las residencias de ancianos para ocultar su vergüenza con el protocolo malthusiano de Ayuso y que ahora se niega a realizar una comisión de investigación para que no se sepa la verdad. De Iglesias decían que era la culpa mientras se esconden en su mayoría. Su España, de pensamiento colonial y esclavista, la que considera a Serigne Mbayé un ciudadano de segunda y a nuestra gente LGTBI+ unos desviados. Cómo no sentir orgullo de ser traidor a su "puta España".