Estamos en campaña, aunque solo hayamos sido conscientes de ello por el debate. Comenzó en pleno puente, con la gente viajando por toda España y con los que se quedan disfrazándose de Tokio, Berlín, o La Catrina. Algunos jugando al truco o trato y los más tradicionales poniendo flores en las tumbas de familiares queridos, excepto en Mingorrubio, que allí los restos una vez sacado al bicho del nicho no le importan mucho a sus herederos. Estamos en campaña, aunque no lo parezca. Porque no lo parece. La sensación de hastío generalizado, el aumento de la desafección, la campaña más corta, el asueto vacacional con el que se inició el asunto electoral y el debate público viciado con el tema territorial pueden proporcionar un susto imprevisto a la masa gris monclovita.
Una campaña que empezó con el día de los muertos, con zombis y películas de miedo se nos puede atragantar a todos. No solo a la 'intellegentsia' de Pedro Sánchez, que consideró buena idea intentar mejorar los resultados con la sentencia del procés pervirtiendo el debate público y ahora se daría con un canto en los dientes si consiguiera repetir el resultado pasado. Pedro Sánchez tiene en su haber un importante logro, haber conseguido aumentar de forma considerable el peso en el debate público y, probablemente en el Congreso, de la extrema derecha. En Moncloa hay algún tonto útil del fascismo. O puede que colaboracionista, veremos.
El mayor éxito de VOX no es el poder que tiene para implementar sus medidas, sino intoxicar con ellas a los partidos tradicionales y lograr que los conservadores y liberales le validen como socio. VOX tendría que lograr una mayoría absoluta en países de profundas convicciones democráticas como Francia y Alemania, pero en España le basta con lograr un resultado que sumar con PP y Ciudadanos. Ellos son los verdaderos responsables de que el fascismo tenga alguna cuota de poder y de capacidad para implementar sus medidas antidemocráticas. La otra responsabilidad se encuentra en la irresponsabilidad del PSOE, que ha empezado a validar las medidas de la extrema derecha incorporándolas en su propio discurso. Pedro Sánchez aseguró en el debate que si era presidente traería a Puigdemont ante la justicia. El presidente en funciones, puede que sin darse cuenta, plagió para virar a la derecha y coger votantes de Ciudadanos una medida que Abascal fue el primero en proponer, dar la orden de detener a Quim Torra si ganan las elecciones. Una medida antidemocrática que no tuvo reparos en copiar Albert Rivera en un mitin hace escasos días en la Plaza de Sant Jaume. Abascal les marca el camino de Erdogan y Albert Rivera y Pedro Sánchez le toman el relevo. No tiene ese estigma solo el PSOE, hoy Más País proponía dejar sin sueldo a los diputados y diputadas hasta que no se llegue a un acuerdo siguiendo la escondida senda antipolítica de VOX, que solo permitiría ejercer a quienes tienen posibles. El salario censitario.
Sigue siendo válida la cita de Eiríkur Örn Norddhal incluida en otro artículo sobre VOX hace un año, porque seguimos sin aprender nada sobre el funcionamiento del discurso de la extrema derecha: "Cuando los partidos populistas empiezan a consolidarse, van enriqueciendo su vocabulario con préstamos de los partidos políticos tradicionales. Sus dirigentes aprenden a hablar con mesura (en vez de soltando escupitajos), a comportarse como personas e incluso a ponerse en manos de estilistas y agencias de publicidad. Pero mantienen inalterables sus convicciones, aunque digan migrante en vez de negrata. Los partidos tradicionales ven cómo los extremistas les arrebatan seguidores y reaccionan acercándose al fascismo por el otro lado (y dicen negrata para referirse a los migrantes)".
Estas elecciones hay un riesgo mayor de que la extrema derecha llegue al poder. Las encuestas les favorecen, la debacle de Ciudadanos engorda sus escaños y los temas en los que se enmarca la tenue campaña están copados por las ideas fuerza del partido posfacista. Sabemos además sin ningún género de duda que la derecha conservadora y liberal no tendrá ningún complejo en darles responsabilidades y poder. Ahora que el riesgo es más cierto están todos con la guardia baja. Con astenia electoral y bajos de defensas, los virus son inmisericordes. Lo pagaremos. Lo vamos a pagar.