La Comisión de Juventud e Infancia del Congreso aprobó una propuesta de Sumar para rebajar a 16 años la edad mínima para poder votar en unas elecciones con el voto en contra de PP y VOX. Todo es contraintuitivo en la decisión porque los que serían favorecidos en el corto plazo votan en contra y los perjudicados la proponen. Esta medida define bien la falta de análisis y diagnóstico que existe en la izquierda institucional evidenciando una brecha entre la teoría y la praxis que denota cierta ceguera de época. Los datos sobre el voto joven en las últimas elecciones parecieran dar la razón a Sumar en lo que respecta al voto entre 18 y 24 años al otorgar una mayoría al gobierno de coalición. En las últimas elecciones del 23 de julio de 2023 el PSOE logró el 25% siendo el que mayor voto joven logró, seguido del PP con el 21%, Sumar el 17% y VOX el 13%. Pero existen otras corrientes de fondo menos cuantificables pero igualmente importantes que hacen pensar que la ola reaccionaria crece por los menores masculinos y a la que no se está atendiendo. Lo correcto no es siempre lo oportuno.

Un artículo en La Marea de Noelia Isidoro, profesora de secundaria, lo advertía en 2021 y poco a poco sigue avanzando: "Hacer como que no pasa nada y apartar la mirada es de una irresponsabilidad tremenda y se lleva haciendo años. Antes eran palabras homófobas escritas en la pizarra. Hoy son voces que quieren cantar el cara al sol o repiten bulos en voz alta, a veces a gritos. La respuesta no puede ser borrar la pizarra, mandar callar y hacer silencio. Ni por pedagogía ni por responsabilidad. La equidistancia es falaz y perversa. Porque en clase tenemos chavales con pulseritas con la bandera sentados al lado de otros que son nigerianos, o marroquíes o colombianas. Porque tienen entre 12 y 18 años y hacen comentarios que encantarían a Abascal. Porque no son solo votos, igual que no son solo pollas o banderas, bulos o vídeos de Tik Tok. Es discurso y convivencia".

No creo, porque aún mantengo la inocencia, que esta medida de Sumar se haya tomado para perjudicar su propio interés electoral, así que me tengo que ceñir a que creen que es justa per se y por eso la toman aunque crean que les perjudica. Lo cierto, lo triste, es que no parecen ser conscientes de una realidad apabullante sobre la construcción sociopolítica de una parte importante de la juventud masculina a la que pretenden otorgar el voto. Cualquier consulta al personal docente para que les informe de la ola reaccionaria masiva que existe entre los jóvenes masculinos habría servido para reconsiderar la necesidad de introducir esta medida en la coyuntura actual. En cualquier instituto la versión dada será la misma y consiste en el espanto hacia las posiciones ultras de la mayoría de los chicos que empiezan a politizarse a través de las redes y en contra de los valores del feminismo y la izquierda.

Estoy de acuerdo en la necesidad de transitar hacia la ampliación al voto a los 16 años para fomentar la participación política en la juventud pero creo que es darse un tiro en el pie promover esa medida en este momento porque iría acompañada de un aumento de los apoyos a las formaciones ultras y antipolíticas. A nadie se le escapa que no es una urgencia esta medida y que no es una exigencia histórica de la izquierda e irrenunciable, es una medida más, que puede ser interesante, pero que en el momento de época que vivimos es otorgar una bolsa de votos a los adversarios y por lo tanto imposibilita una agenda de ampliación de derechos. Porque no se ensanchan los derechos si el poder cae en manos de los ultras.

No es ninguna desgracia sentirse como Margarita Nelken advirtiendo del error coyuntural de otorgar el voto a la mujer en un momento en el que la mayoría estaba subsumida en un sistema patriarcal y católico que le obligaría a votar contra sus propios intereses. No son pocos los que consideran que tenía razón con su rechazo viendo el resultado de las elecciones siguientes. Aun así, fue lo correcto otorgar el derecho a la mujer sabiendo que podía perjudicarles pero atendiendo la advertencia de Nelken para intervenir y minimizar el impacto tomando medidas. Hoy, es mucho más sencillo posicionarse en contra del voto a los 16 por el momento reaccionario porque no es equiparable al voto a la mujer. No se está negando el derecho a ningún colectivo, se está moviendo el baremo de edad. Si están decididos a dar el voto a los 16 años tienen la obligación de intervenir para minimizar el impacto en contra de políticas de derechos expansivos que puede acarrear esta medida. Escuchen a los docentes.

La manera en la que se afronta el debate es erróneo. No se debe dar el derecho a voto para aumentar la participación política, primero se debe intervenir en la necesidad de participar para hacer comprender la importancia de participar en política mediante el voto. Si algo hace falta en los sistemas liberales es pedagogía sobre la importancia del derecho al voto y lo que implica otorgarlo en una u otra dirección. No se es consciente de lo que se puede cambiar para mejor, y sobre todo, lo que te puede cambiar para peor si el voto dado se hace sin la suficiente reflexión. Necesitamos pedagogía sobre el voto antes que otorgar el voto. Uno de los problemas fundamentales es la poca relevancia que le damos a la participación política circunscribiéndola al derecho al voto y renunciando al resto de actividades que nos permiten intervenir en la política activa. La introducción en la educación de asignaturas y actividades que fomenten la participación, la defensa de los derechos humanos básicos y la educación en valores de civismo y convivencia es una práctica necesaria que tiene que preceder al derecho al voto, porque para votar también tenemos que educarnos y comprender que no todas las ideas son respetables ni todas las opiniones asumibles.