La extrema derecha española es a la izquierda lo que la judicatura al independentismo, cuando están enfrentados y con problemas para entenderse hacen algo o toman una decisión que los une automáticamente. Les recuerda cuál es su enemigo real cuando se pierden en luchas fratricidas. La constante de resurrección es el elemento regenerador que aglutina a los socios potenciales y que llega desde el enemigo más agresivo. VOX se ha convertido en ese hálito salvador que aparece cuando las dificultades llegan a la coalición de gobierno. La moción de censura es el último salvavidas que se sacan los posfacistas.
La ocurrencia de VOX es una riña de gatos en el espectro conservador. La extrema derecha quiere aparecer como la única que choca frontalmente con el gobierno de Pedro Sánchez para diferenciarse y tener protagonismo. El problema para el partido de Abascal es que se puede quemar al acabar con sus cartuchos tan pronto en una legislatura que finalmente, en contra de los agoreros y los que confundían el pensamiento ilusorio con la verdad, se antoja larga. La moción será en septiembre, que hay que descansar. Será después de que Abascal se haga unas fotos en vacaciones aumentando su obsesión fálica fumando puros para Instagram. Lo que conseguirá VOX si presenta la moción es incierto, lo seguro es que perjudicará al PP, favorecerá la unión de los partidos de izquierdas y separará aún más a Ciudadanos de sus socios de gobierno en autonomías y ayuntamientos.
La nueva estrategia de VOX es la de un boxeador noqueado que suelta puñetazos buscando un enemigo al que no ve. Y al que ahora apunta con sus ganchos ya no existe. Morirá agotado. Busca un rival contra el que crecer porque la pandemia le ha arrebatado el que tenía en la refriega constante en el espacio público: el omnipresente procesismo, el independentismo como elemento de cohesión ultra que ponía en riesgo la sacrosanta unidad de España. Ahora han elegido otro de los ítems nacionalcatólicos por excelencia, el comunismo. Pero el problema para ellos, y la desgracia para los comunistas, es que ese no es un enemigo asible, porque no existe. No hay ninguna concreción comunista que permita establecer una base sólida de crecimiento apuntando a ese adversario. Es un fracaso seguro establecer a ese enemigo externo como elemento aglutinador del voto en la extrema derecha.
La hiperinflación testicularia de Abascal ha conseguido cosas increíbles que no creíamos que volveríamos a ver. El líder del partido socialdemócrata, muchas veces socioliberal, realizó una defensa encendida del papel del partido comunista en democracia y de históricos comunistas como Dolores Ibárruri, ¡de La Pasionaria! La presencia y el discurso de VOX nos permitió ver al secretario general del PCE agradeciéndole a Pedro Sánchez el gesto y a Pablo Iglesias riendo divertido tras la mascarilla mientras levantaba el puño al escuchar las soflamas de Abascal contra el 5G, los comunistas chinos y los illuminati.
Algunas voces apuntaban, no sin cierta razón, que los halagos de Sánchez eran envenenados. Buscando situar al comunismo en su lugar reducido de la historia como sostén del régimen del 78 intentando colocar a Unidas Podemos por asociación en un lugar subalterno. Con una salvedad al argumento, vivimos un momento histórico de degradación de la corona y no existe espíritu del 78 sin la monarquía como núcleo fundamental. La degeneración de la institución camina a pasos agigantados y Pedro Sánchez no es Rubalcaba, que como buen soldado de la transición se inmoló durante la abdicación de Juan Carlos I para salvar al PSOE del coste de apoyar una monarquía tan depauperada. Los apoyos de la extrema derecha a la corona agravarán más esa brecha que aleja más aún al PSOE de la posibilidad de atar su futuro a la desgracia borbona.
La defensa encendida de los de Abascal a Felipe VI puede marcar el futuro y conformación de la democracia española por antipatía. Mientras, se refuerzan los afectos. La memoria de la cultura colectiva de la izquierda sale reforzada de los insultos y conspiraciones de la extrema derecha. VOX es un aglutinante para el pensamiento progresista y para el entendimiento entre fuerzas políticas que históricamente han encontrado graves problemas para dialogar y llegar a acuerdos y, cuando parece que esos problemas pueden aparecer de nuevo, llega Abascal con el Loctite.