Mala vida
Caso BPA: se acusa por todo y se defienden por nada
"Menudo embrollo el que hay montado en Andorra. Vaya papeleta la del Tribunal que nada entre dos aguas: las que remueven desesperados acusadores y defensas, y las aguas calmadas que se precisan para una justicia justa".
Se ha de ser muy paciente, muy templado y muy veterano para aguantar estoicamente los excesos y la sobreactuación del Ministerio Público y de algunas de las defensas que compiten en el juicio del llamado caso BPA (Banca Privada de Andorra), una investigación “condensada” en 300.000 folios que, según la acusación, atribuye a la extinta entidad bancaria andorrana la condición de blanqueadora de dinero.
Dos meses ha durado el interrogatorio del fiscal a quien fuera CEO de la BPA, Joan Pau Miquel. Ni en Nuremberg. El presidente del Tribunal, el catalán Enric Anglada, ha aguantado con verdadera profesionalidad y paciencia las reiterativas y cansinas preguntas del fiscal y, en justa correspondencia, las no menos detalladas y pormenorizadas respuestas del imputado. Lo ha hecho porque sabe que hay quien espera que no lo haga para tildarlo de lo que no es. Anglada, reputado exmagistrado del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) no se va a jubilar siendo acusado de cercenar el derecho de defensa o el derecho de acusación.
Se acusa al banco (intervenido de un plumazo por el gobierno de Andorra cuando al Gran Hermano americano le dio por silbar) de blanquear dinero de corruptos venezolanos, de mafiosos rusos y de la llamada mafia china que en España se investiga en el marco de la “causa Emperador.”
De momento las causas abiertas por España contra Banco Madrid, la filial española de BPA, se han archivado e, incluso, el Banco de España ha concluido que en esa entidad no se blanqueó dinero ni se llevaron a cabo prácticas irregulares.
Así pues, en el fondo el de BPA es el juicio, guste o no guste, sobre si la intervención de la entidad firmada por el expresidente del andorrano, Toni Martí y por su consejero de fianzas, Jordi Cinca, fue adecuada, precipitada o si en realidad se trató de un sinsentido que se ejecutó respondiendo a espurios motivos.
Por lo tanto aquí, en el juicio BPA, todo el mundo se juega la mayor. El gobierno, el eventual pago de una multimillonaria indemnización a los antiguos propietarios de BPA si hay absolución. El fiscal se juega su prestigio y el de una institución excesivamente imbricada con el poder político. Y los acusados se juegan penas de cárcel y millonarias sanciones.
Así, en este contexto de desesperación, se entiende que el fiscal apure el interrogatorio hasta el último céntimo. Dos meses de parsimoniosas preguntas y de no menos extensas respuestas por parte del ex CEO. Dos meses de dudas. Pero ahora les toca el turno a las defensas y donde las dan, las toman. Un abogado apellidado Silvestre, hombre irreverente y mordaz rallando el exceso, ha iniciado su turno de interrogatorio a Joan Pau Miquel y ha apostado por seguir el mismo ritmo y estrategia del fiscal. Anglada que se lo ve venir y conoce bien a ese letrado quien, por cierto, logró sacar de sus casillas al Presidente del Tribunal, Josep María Pijoan, y tras conseguir su recusación, expulsarlo de la causa, le ha dicho esta semana: “Señor Silvestre, llevo 43 años de juez y esto que usted está haciendo no es un interrogatorio”. Anglada, sin ánimo alguno de limitar la actuación del letrado, sí le pidió concreción en las preguntas que debían de sacar a la luz sus argumentos para su defensa. Y Silvestre le vino a decir que ese era el problema, que por un lado las defensas no sabían de qué se acusaba a sus clientes y, por otro lado, paradójicamente, tenían la impresión de que se les acusaba de todo. Por irreverente que resultase esta respuesta, llama la atención, en este sentido, cómo el fiscal ha logrado colar en el sumario BPA diversos otros sumarios que se tramitan en distintos juzgados y que nada tienen que ver con esta causa que obra sobre la mesa de operaciones del Tribunal. “Si se nos acusa de todo, pues preguntaré por todo”, dijo el letrado.
Menudo embrollo el que hay montado en Andorra. Vaya papeleta la del Tribunal que nada entre dos aguas: las que remueven desesperados acusadores y defensas, y las aguas calmadas que se precisan para una justicia justa.
El caso BPA, que hizo temblar los cimientos de todo un país, es un volcán que exhala lava incandescente e incontinente. Unos y otros tensan la cuerda echando el resto pero el volcán aún no ha provocado su explosión final. Mientras acusadores y acusados le dan a la estrategia y tragan saliva ante el atisbo de una derrota, veremos esa lava a quien salpica.