"Que no nos engañen con discursos de falsa democracia. No, no todas las ideologías son respetables. Algunas son verdadera basura que se acaba transformando en un dardo envenenado contra la misma línea de flotación de la convivencia social en paz y armonía. Por lo tanto, no, no todas las ideologías merecen la equidistancia del respeto. No son todas las ideologías, pero sí todas las personas las que merecen respeto y, por despreciable que haya sido su conducta, deben gozar de todos los derechos y garantías. Las personas sí, pero no las ideologías".
Eso, más o menos con esta literalidad, me dijo hace ya unos años el Fiscal Especial contra Delitos de Odio y Discriminación, Miguel Ángel Aguilar, cuando le entrevisté sobre la enésima querella que el Ministerio Público había presentado contra la famosa librería Europa de Barcelona, un establecimiento propiedad del conocido nazi, Pedro Varela. Pasa el tiempo y las palabras de Aguilar se me antojan ahora como un verdadero toque de atención. Sin ir más lejos, y al amparo de la legalidad vigente, Vox protagonizó un acto de apego españolista a la Constitución en la barcelonesa plaza de Sant Jaume el pasado día 6, aniversario de la Carta Magna. Nada que decir. La ley hay que cumplirla y nos ampara. Pero en ese acto se observaron numerosos saludos fascistas (brazo en alto), banderas preconstitucionales (¡qué paradoja!), y alguna esvástica que se dejó ver solo por momentos, como quien enseña solo la puntita para que conste en acta que estuvo allí.
Esto sería imposible que se produjera en Alemania sin que el Estado, a través de su policía o sus jueces y fiscales, actuase con fulminante contundencia. La ley alemana postula por la tolerancia cero ni siquiera con la gestualidad que pueda atentar contra el honor de las víctimas (en este caso, del nazismo) o incitar sutil o manifiestamente al odio. En España esto sí puede pasar. Nada digamos de EEUU donde incluso el Ku Klux Klan, hasta no hace demasiado, disfrutaba de permisos gubernativos para sus aquelarres.
Pero es España, estamos pero no estamos. Y en esa indefinición legal, en la falta de más fiscales comprometidos con la causa de la igualdad y del respeto a los derechos humanos (en especial el los derechos de las minorías) como es el caso de Miguel Ángel Aguilar, las flores del mal asoman de la mano y al amparo de la equidistante legalidad.
El día 6 en Barcelona se produjeron dos detenciones entre las filas ultras de esa manifestación. Y desde el Departamento de Interior se asegura que, una vez recabada toda la información, se enviará el paquete entero a manos de la fiscalía. Pero el problema no empieza y acaba en dos exaltados. El problema radica en el caldo de cultivo que posibilita la tibia y timorata actual respuesta penal que hace que la basura campe entre nosotros con normalidad a la vez que afila sus dardos.