Eran las 20 horas del 28 de mayo de 2015. El telón del majestuoso Palau de la Música de Barcelona se alzaba y comenzaba el concierto institucional del Día de las Fuerzas Armadas. El auditorio estaba lleno a rebosar y en el ambiente se palpaban sensaciones contradictorias: por un lado ese efluvio aristocrático, elitista y marcial de los eventos de gala que organiza el ejercito y, por otro, un cierto aunque todavía incipiente molestar en los acuartelamientos por la "deriva" independentistas que se atisbaba en el horizonte político.
Presidía el acto la presidenta del Parlament de Cataluña, acompañada por el jefe del Estado Mayor del Ejercito de Tierra, teniente general, Jaime Domínguez Buj, y el teniente general jefe de Cataluña, Ricardo Álvarez-Espejo García. Sonaron los primeros acordes a cargo de la Unidad de Música del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey nº1 del Cuartel General del Ejercito. Se escucharon los primeros compases del pasodoble 'Mi Barcelona'.
De Gispert, esa gran amiga de lo más español
Para las Fuerzas Armadas, es decir para el españolismo más militante de los asentados en Catalunya, Nuria de Gispert era, entonces, una cara amiga, casi cómplice. Capitanía General había sido la segunda casa de aquella militante de Unió Democrática que, en sus círculos familiares y personales usaba del castellano como lengua vehícular. Sin embargo faltaban pocas semanas para que la presidenta del Parlament y figura destacada de Unió Democràtica de Catalunya, decidiera girarse como un calcetín y posicionarse con el sector independentista del partido democristiano para acabar abandonado la formación.
Faltaban escasamente dos meses para que el presidente de la Generalitat anunciase la convocatoria electoral en clave de plebiscito y con el acuerdo político para constituir una lista por la independencia de Cataluña que obtuviese el número de votos necesarios para plantear una declaración unilateral de secesión.
La lista se constituyó bajo el nombre de Junts pel sí, y Nuria de Gispert ocupó un lugar testimonial de la candidatura por Barcelona.
Como una veleta según venga el viento
Tuve la oportunidad de asistir a ese concierto del Palau de la música y, por lo tanto, fui testigo directo de lo que en este artículo se relata. A tenor de la cordialidad que se respiraba aquel 28 de mayo en palco presidencial del Palau, se diría que era inimaginable que la presidenta del Parlament, persona de formas prudentes de amable gesto en el cuerpo a cuerpo institucional, acabaría no sólo defendiendo el radicalismo independentista sino, además, lo acabaría coliderando, e incluso lo haría en su vertiente mas barriobajera: la del insulto xenófobo a los que no eran…"dels nostres".
Su exaltación antiespañola es, incluso, superior a su sobrevenido independentismo. Sus tuits son la prueba tangible de ello. En el último (retirado con nula sutileza y mucha cobardía), llamaba cerdos a los militantes de Ciudadanos y de Partido Popular.
¡Quién iba decir aquella tarde cálida de mayo que "la nueva De Gispert" iba a representar el antagonismo más radical al ideario que se rezumaba entre las butacas aterciopeladas del Palau de la Música, un recinto que desde el principio del concierto vibraba sin ambages a fuerza de pasodobles y marchas militares.
Le traicionó el subconsciente
El momento cenit de la velada se produjo en la parte final. Allí, y ante un público militante y entregado, la organización del evento repartió entre los asistentes unas octavillas con algunas de las canciones que se iban a interpretar y para las que se invitaba a los presentes a que acompañaran los coros cantando las letras. Una especie de karaoke militar. Esas canciones no fueron otras que el 'Soldadito Español' y la marcha de la legión 'El novio de la muerte'. Pero el momento más álgido de la noche y para rematar se produjo cuando se conminó a todos los allí presentes a que cantaran a coro el famoso estribillo de: "Banderita tu eres roja… banderita tu eres gualda".
Bendita hemeroteca
Yo estaba allí y vi a la presidenta del Parlament como sujetó con decisión su cuartilla con la letra de la popular canción y la cantó a mandíbula batiente, enfervorecida, casi abducida por ese halo de cautivación que transmiten los uniformes, las medallas y las reverencias. Ondeaban decenas de banderas españolas. De Gispert rebosaba -yo lo vi- un incuestionable ardor patriótico… español. ¡Qué tiempos aquellos¡, ¿verdad Nuria? Bendita hemeroteca.