La joven, madre de una niña de siete años, conoció a un muchacho, Juan Cortés, con el que estableció una relación a mediados de 2017. Todo empezó bien, como suele ocurrir, pero poco a poco la relación se fue torciendo. "Que si llevas mucho perfume", "que si te pintas demasiado", "que si la minifalda que llevas es muy corta", "que si la blusa es muy ceñida". De ahí, al grito. Después, los empujones; y la cosa acabo en múltiples, continuas y brutales palizas.
"Me he caído"
Cada vez que ingresaba en el hospital Can Taulí, de Sabadell, la víctima negaba los hechos. Rechazaba la posibilidad de denunciar al agresor: "Me he caído por las escaleras, o por la calle. o me he golpeado con la puerta", decía, excusándose ante médicos y enfermeras.
Andrea no es ninguna masoquista ni tiene vocación de ello. Es un ser humano, pero el miedo la atenazó y le hizo perder una nítida noción de la realidad. Cortés le decía "como te chives, te mato; mato a tu hija y quemo a tu padre". Y ella recibía las palizas, se curaba y volvía con él.
Los médicos dijeron "¡basta!"
Sin embargo, a finales de aquel año, los médicos se cuadraron, denunciaron y, con la ayuda de la asistencia social, lograron que Andrea saliera de aquel círculo vicioso y denunciase a Cortés. Éste, despechado y furioso le dijo "o vuelves conmigo y a mi casa, desde el sitio ese en el que te han escondido, o voy a donde vive tu padre y lo mato". Andrea, esta vez, no volvió y Cortés cumplió su palabra: roció a Juan Pita (el padre de Andrea sufría una enfermedad psiquiátrica y vivía solo) y le prendió fuego.
Ocurrió en el mes de enero de 2018. Los Mossos iniciaron una investigación y desplegaron un operativo de búsqueda y captura del presunto maltratador y asesino. Tras semanas de indagaciones, lo acabaron cazando (a pesar de la tibieza con que encaró el caso el juez de instrucción, número 2, de Sabadell, que instruía e instruye la investigación).
Cortés ingresó en prisión y, desde allí, compulsivamente, de forma obsesiva, ha seguido mandando cartas amenazantes a Andrea: "Te quiero, nunca te dejaré de querer, pero te mataré".
El horror no acaba
Andrea vive en su casa, protegida por una pareja de escoltas de los Mossos d’Esquadra, con quien mantiene una tensa relación. Ella no lleva bien la seguridad que le ofrece la Policía y los agentes no parecen actuar con una especial sensibilidad respecto a la situación terrible que sufre la joven.
Sea como fuere, la familia Cortés habría enviado a Andrea mensajes, más o menos explícitos —de carácter amenazante—, desde que el imputado está preso. Por ello, a finales del año pasado, el actual novio de Andrea (vigilante de seguridad en una discoteca), harto, se presentó en el domicilio de los Cortés a pedir explicaciones. No hubo diálogo alguno. Por el contrario, resultó herido y magullado. Le apalearon y de poco les fue que la cosa no acabara en una desgracia irreparable.
Más amenazas
El clan familiar del imputado no ha sacado a Andrea de su punto de mira. Al contrario. Menos de 24 horas después de que el novio de la joven fuera a dar la cara en defensa de la muchacha, una veintena de familiares y amigos de Cortés irrumpieron en los alrededores del piso en el que vive Andrea y la amenazaron. Algunos llevaban armas de fuego, según relató la propia joven. Llegaron, amenazaron y se fueron, sin que conste actuación defensiva alguna por parte de los dos Mossos encargados de su seguridad, según el relato de la joven.
La policía autonómica busca imágenes de las cámaras de los aledaños y está tomando declaración a posibles testigos. Pero por el momento, ese anuncio de vendetta está saliendo gratis a los que amenazan y, en cambio, está sumiendo en un pozo casi sin salida a la joven Andrea.
Para ella solo existe el futuro que vislumbra en los ojos de su hija. "Yo no valgo nada; mataron a mi padre y quieren borrarme del mapa, ésa es la realidad". Lo de Andrea, nos concierne a todos; no miren hacia otro lado, por favor.