Si lo que usted, lector-a, tiene ante sus ojos no fuera un artículo del El Muro y, por el contrario, fuese el bosquejo de una novela, se diría que la historia que a continuación le voy a explicar tendría todo el sentido. Pero como esto no es una novela, y yo no soy ni Frederick Forsyth ni John le Carré, conviene dejar claro que lo que van leer es, probablemente, un sinsentido fruto de los efectos nocivos de la soledad en un periodista de la mala vida durante una desapacible tarde de casi invierno.
Queden avisados.
Con todo, y comoquiera que una historia suele ser, a menudo, la antesala de una noticia, le voy a dar pábulo a una información que me ha llegado, por canales adecuados y decentes (como siempre), y de fuentes radicalmente fiables (como casi siempre).
"Preñao" de coca
El pasado, 24 de noviembre, apareció frente a las costas de Galicia un narcosubmarino con más de 3.000 kilos de cocaína colombiana en sus tripas. La Policía, la Guardia Civil, Vigilancia Aduanera, y los servicios antidroga de Portugal y de Reino Unido le seguían la pista desde hacia muchos días. Dicen que la Administración para el Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) dio el cante. Primer dato.
Segundo dato. Hace poco más de un mes, el piso y el despacho del abogado del expresident Carles Puigdemont, Gonzalo Boye, fueron registrados, y el letrado resultó imputado por un supuesto delito de blanqueo de 900.000 euros del narcotráfico gallego.
Tercer dato. 15 días antes de los registros, el capo gallego de la droga, Sito Miñanco, cliente de Boye, le echa como abogado. El letrado deja de representar los intereses jurídico-judiciales de Miñanco, tras años de servicios profesionales satisfactorios para ambas partes.
Cuarto dato. Hace solo unos días, un alto comisionado policial en la lucha contra el narcotráfico me asegura que, en los últimos años, Miñanco ha hundido casi una decena de narcosubmarinos después de haber cumplido su misión, que no era otra que la de surcar bajo el agua los 8.000 kilómetros que separan los centros de producción de coca en Hispanoamérica, de la madre patria gallega. Cabe decir que expertos en seguridad naval consultados aseguran que una parte de la travesía, necesariamente, se realizó a remolque de algún barco nodriza, una vez se ha constatado la fragilidad de la nave. Cerca de la costa, los submarinos salían a flote, traspasaban la mercancía a barcos pesqueros y, luego, la organización hundía los submarinos para no dejar rastro.
La Audiencia actúa
Estos son datos objetivos, no procedentes del subconsciente o del imaginario de un escritor. También es una constatación irrefutable que la juez de la Audiencia Nacional, María Tardón, haya tomado declaración como imputado por blanqueo a Boye. No le retiró el pasaporte. Sí le ha embargado las cuentas. No ha decretado la prisión provisional, pero la Guardia Civil dispone de todos los papeles y documentación informática (incluido su teléfono móvil), para ser analizados en el marco de esta causa colateral de blanqueo del narcotráfico. La Guardia Civil lo tiene todo. Todo lo que encontró. Todo lo que Boye no destruyó o escondió, por si algún día venían mal dadas, en referencia a sus tejemanejes estratégicos para con Puigdemont, unos enredos que, según me cuenta ese comisionado policial antidroga, es lo que verdaderamente impulsa la operación contra el abogado, como por otro lado a nadie se le escapa o sorprende.
Todo muy raro
Del narcosubmarino saltaron dos tripulantes. Dos hombres de origen ecuatoriano. Y fueron cazados (probablemente ambos detenidos saben menos que nada sobre lo que estaban haciendo o, en cualquier caso, para quien lo estaban haciendo). Me da que se van a acabar comiendo el marrón. El tercer tripulante, se escapó pero luego cayó.
¿Historia conspirativa?
Conectar el caso Puigdemont y el caso del narcosubmarino es, probablemente, uno de los artículos más barbitúricos que me ha dado por escribir en los últimos años, yo que soy tan poco propenso a lo que se denominan campañas o historias conspirativas. Sin embargo, aquí lo tienen: la verdad galopando entre dos aguas y las preguntas que explotan, ruidosas pero efímeras, como los cohetes pirotécnicos en una noche de verano.
¿Cambió cromos Miñanco con la Guardia Civil para facilitarles el salvoconducto que permitiese el registro policial en casa del guardaespaldas jurídico de Puigdemont? ¿Mientras se focalizaba la atención policial en el narcosubmarino, otras embarcaciones hacían "otras cosas" fuera de ley, no demasiado lejos de allí? ¿La investigación por blanqueo contra Boye se sustenta o, en realidad, va a ser un azucarillo en un café caliente? ¿Si se hubieran querido "agujerear" el ordenador y el móvil de Gonzalo Boye, no hubiera sido más inteligente y útil contratar a un ratero para que le asaltase, simulando un acto de mera delincuencia común?
Este mando policial, nada sospechoso de veleidades independentistas como se puede suponer de un mando de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE), me dice, mirándome a los ojos, que a algunas de estas preguntas se debe responder que sí. Ahí lo dejo. Y perdónenme, efectivamente, he leído demasiado a Forsyth y a le Carré. Es lo que tienen las tarde frías y solitarias de casi invierno.