Mala vida
Periodistas en peligro de muerte
"Las víctimas periodísticas de la violencia criminal suelen ser aquellos que dan la vara, que se acercan a la noticia, que trabajan a pie de calle. Son los que configuran la última pieza del eslabón, por lo tanto, la más desprotegida".
Ha muerto Peter Rudolf de Vries, el periodista holandés que resultó herido el pasado 6 de julio cuando fue tiroteado por sicarios de la mafia que en aquel país dirige una de las principales redes de narcotráfico. Sí, ocurrió en Holanda. No en la Colombia de Pablo Escobar, ni en Ciudad Juárez, ni en el Guayaquil de las maras. Holanda. Europa. 2021.
Aquí ya nos habíamos olvidado de que el crimen organizado también mata. Mata a todo aquel que se acerca mucho a su verdad, a la realidad de unas organizaciones constituidas como ejércitos criminales, al albor de industrias del crimen y dirigidas por tipos funestos, terribles y endiosados para los que el código penal que nos ampara y amenaza a usted y a mí, no les dice nada.
Este es un oficio en riesgo. Reporteros Sin Fronteras habla de 50 periodistas ejecutados el año pasado en y por el ejercicio de sus funciones. Pero fíjense qué paradoja: las víctimas periodísticas de la violencia criminal suelen ser aquellos que dan la vara, que se acercan a la noticia, que trabajan a pie de calle, que se manchan las manos en el estiércol que escampan los criminales de los que se va a informar. Son los que configuran la última pieza del eslabón, por lo tanto, la más desprotegida, la más fungible, la peor pagada.
Por otro lado, siguiendo con la paradoja, son los grandes directores, los grandes magnates, las grandes firmas que hacen periodismo desde sus atalayas o en cómodos despachos ("fresquitos en verano y calentitos en invierno", como diría mi abuela), los que son sobornados (fundamentalmente porque se prestan a ello). Así que el que la palma es el que da la cara y el que finalmente (y a su costa) se lleva un par de motos acuáticas para sus hijos durante el próximo verano por publicar o no algo es el que paga la esquela y contrata a otro, normalmente a un precio más económico, que ya se sabe lo mal que está la vida y las fluctuaciones del mercado periodístico no dan para más.
Este oficio, para muchos el más hermoso del mundo, sufre su peor momento. La irrupción de internet como plataforma periodística, sí, ha democratizado el oficio, pero también lo ha embrutecido. Las empresas de medios tradicionales o digitales cada vez se erigen más como actores políticos, posicionándose descaradamente a favor o en contra de tal o cual partido, ante tal o cual corporación. Con descaro. Sin tapujos. Omitiendo lo que perjudica al partner y exagerando o fabricando lo que le beneficia.
Llevo 36 años de oficio profesional. Antes y ahora me digo cada mañana lo que me decía un día el fiscal jefe de Catalunya, José María Mena, cuando le pregunté sobre cómo llevaba eso de que detuvieran 50 veces a un atracador de los que actúa en las autopistas y las 50 veces este quedará en libertad. Me dijo: "Carlos, la moral de hierro...". Y eso me acompaña. Quizá es que me estoy haciendo viejo pero yo, que nunca he mirado por el retrovisor, creo que antes, aunque en blanco y negro y en analógico, el margen que teníamos los soldados del periodismo era mayor, y el de actuación que tenían los generales era menos desvergonzado.
Ha muerto Peter R. de Vries y a nadie le importa porque a nadie le importa lo que hacemos. La sociedad solo nos consume como el que devora canapés en una fiesta ajena. La moral de hierro…