"La curva de contagios en la Comunidad de Madrid es igual que la curva de su boca: mustia". Esto es lo que le dijo la pasada semana Isabel Díaz Ayuso en la Asamblea a la portavoz de Más Madrid. Le preguntaba Mónica García por el hospital construido en tiempo récord en la ciudad, el hospital sin médicos. No parece raro querer indagar sobre este tema, teniendo en cuenta los sobrecostes y las dificultades de la Presidenta para explicar en su día de dónde iba a salir el personal para atender a los enfermos.

De Ayuso se ha hablado mucho y me temo que a ella le chifla. Ella disfruta en el barro político, arremetiendo contra todo y contra todos y ejerciendo de lideresa de la oposición, ante la actitud errática y guadianesca del Presidente del PP. Tiene un jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, que es muy hábil en el conflicto, sea éste natural o prefabricado. Sin embargo, en mi opinión, Díaz Ayuso está aprendiendo a crearse enemigos y luego a defenderse de ellos, pero está descuidando el fondo. Se vio con su falta de reflejos a la hora de responder en Telemadrid sobre las contrataciones para el nuevo hospital. Así, en lugar de centrarse día tras día en rentabilizar sus avances para doblegar la curva, termina siempre victimizándose y acaparando titulares por sus salidas de pata de banco.

Los ciudadanos estamos agotados. Necesitamos refuerzos positivos, cierta paz política, no discursos sobre si aquella tiene la boca mustia o si éste y el otro no se hablan. Así, en Madrid, donde ahora mismo estamos mejor que otras Comunidades Autónomas en cuanto a la incidencia de la pandemia e incluso tenemos los bares abiertos, vemos con desolación cómo dimite la mitad del equipo del área de Sanidad, cómo compiten entre sí los miembros del gobierno de coalición o cómo se hablan unos a otros con desprecio. Se equivoca Díaz Ayuso si cree que llegados a este punto la única boca mustia es la de la diputada de Más Madrid. Muchos llevamos bastante tiempo pochos, contemplando cómo algunos líderes políticos alimentan su propio personaje forzando el conflicto día sí y día también. Se puede gobernar sin entrar a todos los trapos con chabacanería.

Y eso vale también para el Congreso de los Diputados. Nada bueno puede salir de la incapacidad de nuestros políticos para llegar a acuerdos o, al menos, hablarse con respeto. Nada bueno, salvo para aquellos que estén pensando, en medio de una pandemia, en el rédito personal. Y eso es lo que parece.