Hace algunos días un presidente autonómico admitía en privado que su principal problema en este momento ya no era el coronavirus, sino el paro. Su región ya no arrojaba datos de contagios y muertos tan negativos como en otros puntos del país. Hay más de uno en su situación. De ahí que, a pesar de que el Gobierno central ha dejado claro que será el Ministro de Sanidad quien dirigirá la desescalada, algunas Comunidades Autónomas ya estén haciendo públicos sus propios planes.
Algunos quieren abrir peluquerías y comercios a mediados de mayo y la hostelería a finales de mes. Otros, como el extremeño Guillermo Fernández Vara este domingo en La Sexta, critican esta "carrera desenfrenada hacia ninguna parte". Él considera "un escándalo" decirles a los ciudadanos lo que quieren oír. Y concluía: "A la gente hay que decirle lo que tiene que oír".
Todos tenemos unas ganas locas de salir y de recuperar cierta normalidad. Llevamos mes y medio confinados y es mucho tiempo. Además, y tras varios cambios en la metodología de recuento, vemos cómo las cifras de contagiados, muertos y recuperados, van mejorando poco a poco. Si a eso le unimos que otros países de nuestro entorno, con la situación algo más controlada, hablan de una desescalada inminente, la ansiedad por salir aumenta. Y si además tenemos en cuenta que cada vez se cuestiona más la autoridad moral del Gobierno central, la presión se multiplica.
Es evidente que la salida de las diferentes Comunidades Autónomas se hará a ritmos distintos. Pero es lógico que no pueda responder a decisiones unilaterales. Hemos llegado hasta aquí asumiendo que era Sanidad quien centralizaba las decisiones, con más o menos acierto. En mi opinión, es así como habrá que terminar. Unos poniendo sus propuestas encima de la mesa y otros teniendo sensibilidad con aquellos territorios que ya puedan echar a andar. Para llegar a buen puerto, sería muy importante además que el Gobierno central no dé más bandazos ni alimente la sensación de descontrol. Porque una buena noticia que nos ha dado La Moncloa, la de la salida de los niños en toda España, no pudo verse más empañada por el caos en la comunicación y los incomprensibles cambios de criterio.
Orden, responsabilidad y alimentar cierto clima de confianza entre los ciudadanos, que tengamos la sensación de que hay alguien al timón que sabe bien lo que se trae entre manos. Si no, los esfuerzos de todos no habrán servido para absolutamente nada.