Cuando Monago, el presidente del PP en Extremadura, dijo en campaña aquello de "aquí la moda es decir que a mí me gusta lo indie, o la fusión o el techno; ¡a mí me gusta Camela!", no podía imaginarse que su partido iba a terminar personificando la defensa de la fusión. De manera desaforada, además.
Pablo Casado se fue a la derecha en la campaña de las elecciones generales y ahora está viajando al centro a todo trapo para las municipales y autonómicas. La velocidad a la que está intentando pasar de una cosa a otra, es directamente proporcional a su pérdida de credibilidad. Los movimientos de Casado son comparables a lo que sería una especie de serpiente epiléptica. Ahora estoy aquí, ahora allá.
Este pasado fin de semana, el Presidente del PP se ha ido a Galicia a hacerse una foto, la primera después del desastre, con Núñez Feijóo. Esa decisión encierra muchas claves. Ha elegido Galicia, tierra de Mariano Rajoy, al que ha culpado -para muchos en el PP de manera injusta- de la caída de escaños.
No ha ido a hacerse la foto con el aznarismo, sino todo lo contrario. Ha elegido al Presidente de la Xunta, el único que consiguió mantener sus mayorías en los peores momentos. Ha elegido a la persona que, para muchos, personifica el centro, la moderación. Ha elegido al referente del PP, al que casi todos miran cuando la cosa se tuerce, al que podría desestabilizarle desde dentro hasta provocar su caída si es preciso, al que muchos ven como lo contrario de lo que Casado representa. Ha optado, en definitiva, por hacerse la foto con el político que defendió en campaña una estrategia radicalmente diferente a la suya: la de ensanchar el partido, la de acoger a los moderados, ya sean zurdos o diestros. Eso por lo que se refiere a Casado. Ahora me ves, ahora no me ves.
También es muy importante lo que ha hecho Feijóo. Se presenta ante el partido como aquel que abre su casa para consolar al candidato derrotado. El primero al que recurren si vienen mal dadas. Cuando, para pasmo de todos, nadie hace autocrítica, el Presidente de la Xunta se adelanta y pide perdón. Cuando el partido está todavía grogui, él es el que llama a la remontada, el que espolea a los suyos para que dejen de lamerse las heridas ("Se acabó el duelo, la decepción, la derrota y los malos momentos").
Cuando los populares contienen el aliento ante el 26M mientras se pegan cabezazos por la estrategia de Casado en las generales, Feijóo alza la voz para pedir un partido "amplio, moderado, abierto, sin pensamiento único, unido, moderno", en el que quepan todos. En mi opinión, probablemente sin ser consciente, el actual líder del PP está engrandeciendo a su barón a ojos de todos. Es probable que el Presidente de la Xunta ya no dé nunca el salto a Madrid. Hace tiempo que se le puso cara de Susana Díaz, alternando amagos y pasos atrás. Pero a muchos les tranquiliza el simple hecho de saber que está en forma, que sigue ahí y que defendía la fusión bastante antes de que se pusiera de moda.