Inés Arrimadas heredó un partido maltrecho por sus resultados electorales y desdibujado estratégicamente, por sus acercamientos al PP y su rechazo repentino a todo lo que tuviera que ver con el PSOE. Había perdido, por lo tanto, esa condición de la que presumían de partido bisagra, de centro, capaz de pactar con todos.
La debacle en las elecciones de Cataluña aumentó considerablemente el nerviosismo interno, ante la incapacidad de volver a encontrar un sitio que fuera atractivo para sus potenciales votantes. Había dejado de ser percibido, definitivamente, como una formación política útil.
La moción de censura pactada con el PSOE en Murcia para echar al PP ha sido desconcertante. Ciudadanos no ha sabido explicar bien sus motivos y ha dado cierta sensación de sobreactuación. Según el partido naranja, el detonante fue la negativa del presidente murciano a facilitar los nombres de las cientos de personas vacunadas irregularmente. Es decir, acusaban a López Miras de falta de transparencia. Y sí, tienen razón. Pero suena a excusa, porque ya habían pasado casi dos meses del verdadero escándalo que, en mi opinión, no es tanto la ocultación de la identidad de los jetas, como el mero hecho de colarse.
Parece más una estrategia para recuperar aquella vieja combinación de alianzas a izquierda y a derecha. Además, este cambio implicó pactar la moción de censura con un partido, el PSOE, que también ha tenido alcaldes por España que se vacunaron cuando no tocaba y cuyo secretario general en la Región está imputado por prevaricación. Eso le resta autoridad en este momento, mientras no se resuelva la investigación.
A este viraje político, que creo que Arrimadas no supo explicar con la suficiente convicción, hay que unir su precaria autoridad interna. La falta de autocrítica después de los últimos resultados electorales, revolvió el patio. Los diputados de Murcia le han desobedecido y puso en bandeja a sus rivales políticos el argumento de que Ciudadanos no es un partido de fiar, que puede cambiar de criterio de un día para otro.
Así, la jugada de Murcia está alterando el mapa de alianzas, ha disgustado a una parte de la formación, que corre el serio riesgo de desaparecer, por ejemplo, de la Asamblea de Madrid, y ha hecho que algunos barajen la posibilidad de buscarse la vida cambiando de carné.
En definitiva, Ciudadanos no ha ganado nada con la decisión de Arrimadas e incluso puede terminar perdiéndolo todo. Lo que viene siendo un desastre.