La verdad es que resulta sorprendente que los líderes políticos no se aburran mortalmente de ellos mismos, porque tengo la sensación de que, al menos en la calle, están provocando un hastío infinito. Y concretamente para mí, son en estos momentos un auténtico peñazo. Yo puedo entender que Pedro Sánchez no quiera hacer ministros a Pablo Iglesias, a Irene Montero o a Echenique. Resultaría complicada la labor de Gobierno y no conseguirían en ningún caso la confianza que se necesita para trabajar. No es difícil imaginarse cómo podría ser un Consejo de Ministros en el que no se fían unos de otros. Y no digamos ya si hubiera que tomar decisiones, por ejemplo, con el tema de Cataluña. En resumen, que si no se ponen de acuerdo para formar el Gobierno, que nos expliquen cómo harían para luego mantenerlo en el tiempo.
Decía que entiendo que Sánchez no quiera a determinadas personas en su gabinete. Pero es que no tiene mayoría absoluta. Entonces, no puede hacer todo como le gustaría. Por otro lado, no comprendo que el líder de Unidas Podemos tenga tantas ganas de ocupar una vicepresidencia. Ay, la nueva política, que venía a buscar la justicia social y en ningún caso los sillones. Ahora lo que se lleva es considerar que se merecen los sillones por justicia social. En fin. Ante la situación de bloqueo en la que nos encontramos, Iglesias ha decidido cortar por lo sano y convocar una consulta a los inscritos. Si gana la opción que él propone y que Sánchez rechaza, ya no habrá vuelta atrás. Él no podrá ni defender otra cosa en la negociación ni aceptar menos de lo que ahora reclama. Además, esto no le ha gustado al PSOE. Ni la convocatoria ni que lo hiciera sin avisar. Cómo les va a gustar, si Sánchez ya no se acuerda de las bases ni para pedir la hora. El caso es que la consulta convocada así no parece una iniciativa pensada para encauzar el asunto y crear buen ambiente en las conversaciones.
Total, que queda una semana para el debate de investidura y aquí hay mucho de debate y muy poco de investidura. Sánchez le hizo una oferta al principio a Iglesias y que sepamos no se ha movido de ahí. Y hombre, si ya te ha dicho que no, igual hay que modificar la propuesta. Se llama negociar, vamos. Y luego, Iglesias ha echado el muerto a las bases, que ya las últimas veces han participado con un entusiasmo relativo. Lo mismo opinan sobre una mudanza a Galapagar, que sobre el destino de todo un país. Mientras tanto, aquí estamos nosotros, los ciudadanos, asistiendo pasmados al espectáculo de nuestros representantes públicos por tierra, mar y aire. Ya no estamos a salvo ni en Twitter. Están en julio haciendo el agosto. A nuestra costa, por cierto.