En el mercado cosmético hay una oferta creciente de champús sin sulfatos. Hay quien escoge estos productos porque cree que los sulfatos irritan la piel, resecan el pelo o son tóxicos. Hay opiniones de todos los colores para rechazar los ingredientes cosméticos precedidos por el reclamo del "sin". Sin embargo, desde el punto de vista científico los sulfatos son útiles, en algunos casos son necesarios y, sobre todo, son seguros.

Las consecuencias de la moda de la publicidad «sin» de los cosméticos pueden ser más graves de lo que ahora parecen. Acabarán por desacreditar tanto al sector cosmético como a las autoridades sanitarias.

¿Qué son los sulfatos?

Los sulfatos son tensioactivos. Esto significa que son sustancias capaces de reducir la tensión superficial entre dos fases en principio inmiscibles, como el agua y el aceite, y posibilitar su mezcla. Esta propiedad resulta muy útil en los cosméticos de limpieza porque la suciedad que se acumula en el pelo es esencialmente oleaginosa y el agua por sí sola es incapaz de eliminarla.

El cabello tiene una superficie lipofílica, es decir, con adherencia por las grasas y que repele el agua. Por eso se ensucia con el propio sebo de las glándulas sebáceas, por la descamación del cuero cabelludo y por contaminantes ambientales que se van acumulando en la cabeza.

Los tensioactivos como los sulfatos son capaces de separar el sebo del cabello. Funcionan encapsulando la suciedad en unas estructuras llamadas micelas que sí son solubles en agua. Así, la materia grasa queda encapsulada y es fácilmente arrastrada con el aclarado.

Algunos sulfatos presentan otras virtudes, como la capacidad de formar espumas. La generación de espumas facilita el aclarado y, lo más importante, mejora la sensorialidad del producto. Aunque la espuma facilita la distribución del champú por todo el cabello, no significa que limpie mejor. Hay champús que apenas forman espumas y limpian igualmente bien. La espuma tampoco es un indicativo de la presencia de sulfatos, ya que muchos otros tensioactivos también son espumantes.

Cómo saber si un champú lleva sulfatos

Es fácil detectarlos porque los encontramos entre la lista de ingredientes con nombres terminados en -sulphate. Normalmente están entre los tres primeros ingredientes de la fórmula. Recordemos que los ingredientes de un cosmético figuran en la lista ordenados de mayor a menor cantidad. Después del agua, que es el ingrediente mayoritario de los champús, aparecerán los tensioactivos.

Por norma general, la fórmula de un champú será un 75-90% agua, 10-25% tensioactivos, 1-5% emolientes e hidratantes, 1-2% conservantes y 1-2% otras sustancias, como controladores de pH, espesantes, perfumes y colorantes.

No todos los sulfatos son iguales

Los sulfatos más habituales de los champús son el sodium lauryl sulfate (SLS), el sodium laureth sulphate (SLES) y el sodium coco sulphate (SCS).

Comparación entre SLS y SLES

El sodium lauryl sulphate (SLS) es un tensioactivo aniónico de alta detergencia. La detergencia es la capacidad de arrastrar la suciedad y el sebo del cabello. La alta detergencia puede resecar e irritar la piel, por eso es complicado formular champús con este tensioactivo que no resulten agresivos para el cuero cabelludo.

En cambio, el sodium laureth sulphate (SLES) es un tensioactivo aniónico que, aunque también tiene alta detergencia, es más suave para la piel y menos irritante gracias al enlace tipo éter que presenta la molécula. Por eso es común encontrar el SLES en champús con fórmulas respetuosas con el cuero cabelludo, incluyendo los champús formulados para tratar cueros cabelludos sensibles y con patologías.

El sodium coco sulphate es otro tensioactivo aniónico de alta detergencia. Químicamente es mayoritariamente un lauryl, es decir, es un tensioactivo químicamente análogo al SLS cuyo nombre comercial alude al aceite de coco a partir del que se sintetiza.

Para algunos consumidores la palabra coco funciona como reclamo por aquello de que suena más natural. Sin embargo, tanto el SLS como el SCS se obtienen a partir del aceite de coco en diferentes etapas del refinado. La lectura de esto es que la procedencia de una sustancia, ya sea natural o de síntesis, nunca es un buen criterio para escoger o descartar un producto cosmético. Contra la creencia popular, el origen de un ingrediente no garantiza que vaya a ofrecer mejor tolerancia.

Sí existen champús con sulfatos de alta tolerancia

Normalmente, si un tensioactivo presenta una alta detergencia, podría llegar a ser irritante. No obstante, los champús no están formados solo por agua y tensioactivos, sino que presentan toda una serie de sustancias que en conjunto pueden dar fórmulas poco agresivas. Así que no se debería juzgar la agresividad de un champú por los tensioactivos que contiene, porque estaríamos obviando cómo se comporta la fórmula completa.

Por eso hay champús con SLES formulados para cueros cabelludos sensibles, reactivos e incluso con dermatitis seborreica. Esto es así porque la fórmula del champú permite limpiar al mismo tiempo que hidrata, calma y regenera la piel. Esto se consigue gracias a la presencia de otros ingredientes como el pantenol (provitamina B5), la sensirina, la piroctona olamina, que calman la piel, alivian la irritación, o la niacinamida, que restablece la barrera lipídica de la piel.

En qué ocasiones es necesario usar sulfatos y cuál escoger

El SLS es un tensioactivo con una detergencia tan alta que limpia más de lo que necesitamos limpiar, por eso puede resultar irritante. Así que, si nos lavamos el pelo con frecuencia, un tensioactivo como el SLS no es necesario. De hecho, resulta contraproducente arrastrar todo el sebo que recubre el pelo, ya que le resta elasticidad, brillo y aumenta su tendencia a encresparse.

Sin embargo, el SLS podría ser conveniente para limpiar bien el cabello si se utilizan lacas, espumas, gominas o pastas de peinado de fijación fuerte. La razón es que estos productos para peinado contienen polímeros y siliconas que los tensioactivos más suaves no consiguen eliminar.

Si se hace un uso diario de productos de peinado, es recomendable lavarse el pelo con frecuencia. Si el lavado es frecuente, con el SLES es más que suficiente. También para pelos especialmente grasos que tienden a acumular suciedad. El SLES es preferible frente a otros tensioactivos más suaves, ya que podrían no limpiar el cabello en profundidad, lo que acarrea consecuencias para la salud capilar.

Reflexión final

La moda de los champús sin sulfatos puede parecer inocua, pero lo cierto es que responde a una preocupante tendencia. En primer lugar, los consumidores quieren saber qué ingredientes están utilizando. Sin embargo, sin formación química y sin conocimientos en cosmética es prácticamente imposible leer la lista de ingredientes de un cosmético y comprender la complejidad de sus fórmulas. La ciencia cosmética no es nada fácil. Esa es la principal razón por la que las decisiones que toman muchos consumidores no están fundamentadas en la ciencia, sino en prejuicios, y sobre todo en bulos. En las redes hay más desinformación sobre cosmética que información.

En segundo lugar, es cierto que algunos laboratorios aprovechan el desconocimiento científico para utilizar reclamos intencionadamente confusos. Saben que muchos consumidores entenderán que tras el sin hay una sustancia a evitar. Si además el nombre de esa sustancia resulta poco amigable, como lo es cualquier nomenclatura química, algunos sobreentenderán que es sinónimo de tóxico. También hay quien se atreve a vender sus cosméticos con el eslogan sin tóxicos, que ya hay que tener poca vergüenza.

Y nos queda un tercero en discordia. Las autoridades sanitarias siguen haciendo la vista gorda con estos reclamos. Según el reglamento cosmético no está permitido denigrar ingredientes cuyo uso está permitido y es seguro. Se suponía que esto iba a cambiar, pero la realidad es que estos reclamos están a la orden del día. El caso de los sulfatos es uno de tantos.

Todo esto me lleva a una reflexión, y es que esta actitud de desentendimiento por parte de unos, y de descaro por parte de otros, a la larga solo generará desconfianza. Desconfianza en los laboratorios cosméticos y desconfianza en las autoridades sanitarias. Pan para hoy.