A lo largo de la educación secundaria se explica qué es el sexo biológico, primero dando una visión general a través de diferentes animales, y en 3º de la ESO se estudia qué es el sexo en la especie humana de forma algo más pormenorizada. En los humanos predominan dos sexos, los machos y las hembras. Los machos son los individuos que producen gametos pequeños (espermatozoides) y las hembras son los individuos que producen gametos grandes (óvulos). Esto está relacionado con los cromosomas sexuales (XX en las hembras y XY en los machos) y a la expresión de los genes ligados a ellos, como el gen SRY ligado al cromosoma Y que influye en el desarrollo gonadal y hormonal del individuo.
Esta clasificación bimodal del sexo biológico en humanos tiene excepciones. Hay individuos con un solo cromosoma sexual, con tres, con el gen SRY inactivo… de modo que los caracteres sexuales visibles pueden corresponderse con genotipos infrecuentes. Esto también se explica durante la educación secundaria obligatoria. Yo lo he explicado durante años cuando trabajaba como profesora de instituto.
Algo que entra dentro de la actividad normal en las aulas, se ha convertido en un campo de minas fuera de ellas. Hoy en día hay que ser muy valiente (o muy ingenuo) para divulgar acerca del sexo biológico en humanos. Este hecho biológico es percibido por algunas personas como una ofensa. Creo que sobreentienden que si algo es biológico es que es inalterable, cosa que no es cierta, pero no lo sé o, más bien, no termino de comprender por qué la biología les ofende.
El asunto se complica aún más cuando se habla de los componentes biológicos que se relacionan con la identidad sexual. Aunque hay una importante influencia social y cultural, también hay componentes neurológicos (1, 2, 3), hormonales y genéticos (4). La identidad sexual no solo es un constructo social. Por eso estos temas se estudian desde diferentes campos de conocimiento: psicología, sociología, biología, química… El abordaje es multidisciplinar, o al menos así debería ser.
Otro tema sensible, como la violencia machista, también es un campo de minas para la ciencia, especialmente para la biología evolutiva. Los comportamientos humanos están en parte determinados por la biología (5). También influye la sociedad y la cultura. Admitir la componente biológica no es una justificación ni de la desigualdad de género ni de la violencia. De hecho, comprender la naturaleza biológica de los actos permite un abordaje más preciso y riguroso y, por tanto, contribuye a dar mejores soluciones.
Esto se ha visto recientemente con los comportamientos irresponsables de algunos jóvenes que, amparados por tutores y administraciones, han contribuido al gigantesco repunte de infectados por coronavirus (6). Estas conductas están ampliamente descritas por las ciencias del comportamiento. La educación, la cultura, el ambiente, las circunstancias socioeconómicas explican los comportamientos de riesgo. Sin embargo, cuando se señalan los fundamentos biológicos de la conducta, de repente la ciencia ofende. Explicar el desarrollo del encéfalo y cómo este se relaciona con el comportamiento de los adolescentes (7) desata la sinrazón, la resistencia a aceptar que la biología tiene mucho que aportar a este asunto.
La química no tiene voluntad. La biología tampoco. Los hechos son los que son y punto. Por eso no se debe usar la ciencia para JUSTIFICAR los comportamientos irresponsables, la desigualdad o la violencia.La ciencia sirve para COMPRENDER estos fenómenos en profundidad y abordar estos problemas con más tino.
Cuando estudié una asignatura de la carrera de psicología llamada "fundamentos biológicos de la conducta" no podía imaginar que años después se convertiría en un territorio tan hostil. Siempre he defendido que uno de los mayores catalizadores de la razón es la transversalidad, la confluencia entre diferentes formas de conocimiento. De hecho, llevo toda la pandemia demandando mayor presencia de las ciencias del comportamiento en la toma de decisiones, precisamente porque no todo es solo química y biología. Por eso este creciente desprecio por la química y la biología por parte de algunos profesionales es, en esencia, un desprecio a la razón. Afortunadamente no son mayoría, solo son los que más gritan. Por eso toca alzar la voz, para que los que discretamente estamos del lado de la razón nos reconozcamos.