El otoño empezó de un día para otro, como en los libros de texto. El lunes sandalias y el martes botines. Un poco de lluvia por la mañana, a la tarde sol y bochorno. Más lluvia por la noche. Hojas caducas por el suelo. Menos de 12 oC para los que madrugan. Amanece a las ocho y media con la entrada de los chavales a clase. Está el día como para abrir las ventanas de par en par. La mayoría ni se quitan el anorak. En un par de días no sabremos si están resfriados, han pillado la gripe o tienen covid. El primero que estornude se irá a su casa con una cita para hacerse la PCR en el covid-auto. A las veinticuatro horas un sms nos dirá si nos cuarentenamos todos o seguimos en clase con las ventanas abiertas. La AMPA ha hecho recolecta para instalar en el aula un filtro de aire HEPA para cuando llueva. Mientras tanto me repito aquello de que el riesgo cero no existe, pero sé que hay riesgos que tienden más cero que otros.
Las principales autoridades sanitarias, como la OMS o los CDC, coinciden en que la ventilación de los espacios de trabajo es importante para mitigar la transmisión del coronavirus. Optar por espacios al aire libre siempre que sea posible y, en su defecto, favorecer la renovación del aire en los espacios cubiertos. He tenido reuniones de trabajo en parques y terrazas. Quedar para comer con mi pandilla significa encargar unas empanadas e irnos a la playa o al monte. Por las noches las reuniones se trasladan a la casa de los amigos que tienen la terraza más grande. Todo con mascarilla. Llega el otoño de un día para otro, con territorios con transmisión comunitaria, y todas estas actividades al aire libre se suspenden por las inclemencias del tiempo. Otras se mantienen en espacios cerrados porque nunca hubo otra manera: colegios, restaurantes, supermercados…
Se sigue considerando que la principal vía de contagio es el contacto entre personas, de ahí la recomendación de mantener la distancia de seguridad y el uso de mascarilla. En segunda posición está la transmisión a través de objetos contaminados, de ahí la recomendación de desinfectar superficies y lavarnos las manos. Estas medidas deben combinarse siempre con favorecer la ventilación, sobre todo cuando no es posible cumplirlas todas las anteriores, como al comer y beber. La evidencia científica es clara: los contagios más numerosos se están produciendo en espacios cerrados.
¿Cuál es la forma más eficiente y segura de ventilar? Ventanas abiertas, ventiladores, aire acondicionado, filtros HEPA… «Sí rotundo» a abrir ventanas y «depende» para todo lo demás.
Los llames gotas o aerosoles, hay que ventilar
La falta de acuerdo sobre la definición de «aerosol» ha causado un gran revuelo mediático y debates poco fructíferos en la comunidad científica. Para unos es solo una cuestión de tamaño de partícula, para otros es una cuestión aerodinámica.
La definición clásica de las gotas y los aerosoles atiende estrictamente a una cuestión de tamaño. Las gotas son las partículas con un tamaño comprendido entre 10 y 100 µm. Los aerosoles son partículas de menos de 5 µm. A mayor tamaño, mayor capacidad de albergar virus en su interior, de ahí que el tamaño sea tan importante en la transmisión de virus.
La definición clásica en función del tamaño entraña importantes errores de interpretación. Se ha tendido a pensar que las gotas, al ser más pesadas, solo describen trayectorias balísticas con un alcance máximo de unos 1,5 metros. Y que las partículas más pequeñas, los aerosoles, aunque se mantengan más tiempo suspendidos en el aire no suponen un gran riesgo por su menor carga viral. Sin embargo, no es solo una cuestión de tamaño, sino una cuestión de comportamiento aerodinámico. Las gotas de entre 10 y 100 µm pueden tener un comportamiento aerodinámico de tipo aerosol. Esto significa que sí flotan en el aire durante varios segundos y tienen un alcance mayor a los 1,5 metros.
Cada vez hay más evidencia científica de que el contagio puede producirse a través de gotículas que se comportan como aerosoles. Producimos gran cantidad al gritar, cantar, fumar, hacer ejercicio y respirar agitadamente. En estudios realizados sobre el SARS-CoV-1 se midió que las partículas de diámetros de 1 a 3 µm permanecieron suspendidas casi indefinidamente, las de 10 µm tardaron 17 minutos en caer al suelo, las de 20 µm tardaron 4 minutos y las de 100 µm tardaron 10 segundos. Aun así, de momento no hay consenso entre las autoridades sanitarias sobre si los aerosoles se deberían considerar vía de contagio principal, pero ninguna descarta esta posibilidad. Por principio de precaución y a la luz de la creciente evidencia científica, la recomendación de mantener bien ventilados los espacios cerrados ha ganado protagonismo.
Ventilar significa diluir el aire interior con aire exterior. Un ventilador que mueve el aire de la habitación está mezclándolo, pero no está ventilando. La ventilación es útil porque el aire interior potencialmente cargado de virus se diluirá con el aire libre de virus del exterior.
¿Abrimos las ventanas? Sí rotundo.
Las estrategias de ventilación deben garantizar la renovación del aire. Esto significa que los sistemas de ventilación deben traer aire limpio de fuera hacia dentro. Esto puede conseguirse con algo tan sencillo como abrir las ventanas favoreciendo las corrientes de aire. Esto puede reforzarse con el uso de ventiladores que faciliten la entrada de aire fresco y la salida del aire cargado de dentro.
¿Ventilador sí o no? Depende.
Depende de si el aire se renueva o se recircula. Si se renueva, la respuesta es sí. Si se recircula, la respuesta es no.
Si el ventilador facilita la entrada de aire limpio de fuera, bien por donde está situado, bien porque las ventanas están abiertas, entonces la respuesta es sí. Todo aquello que favorezca la renovación del aire es una buena opción.
En cambio, en espacios cerrados un ventilador no renueva el aire, sino que mueve el aire que ya hay dentro. En este caso su uso sería contraproducente, ya que podría hacer que la proyección de gotas y aerosoles tuviesen más alcance y así aumentar el riesgo de contagio. También podría favorecer la movilidad de partículas virales depositadas en la superficie de los objetos. De momento todo esto es solo especulación. No hay evidencia científica sólida que indique que el movimiento del aire aumente el riesgo de transmisión del virus, pero por lo que sabemos hasta la fecha sería razonable evitarlo por precaución.
¿Aire acondicionado sí o no? Depende.
La respuesta es similar a la del uso de ventiladores. Depende de si el aire se renueva o se recircula. Si se renueva, la respuesta es sí. Si se recircula, la respuesta es no.
Si el sistema de aire acondicionado funciona introduciendo aire limpio del exterior, podría reducir el riesgo de transmisión del virus. Si por el contrario, el aire acondicionado recircula el aire interior, podría contribuir a su propagación.
Sobre el posible rol del aire acondicionado en realidad se sabe poco. La única referencia científica es un comentario en un artículo que describe un brote de nueve personas en un restaurante en Guangzhou (China) a partir de un solo infectado. Los autores de este trabajo dicen que el aire acondicionado podría haber favorecido la difusión de gotas más allá de dos metros hasta llegar a otras mesas del local. Sin embargo, esto no deja de ser una especulación ya que podrían haber operado otros mecanismos de contagio. Otro artículo que se ha citado mucho en algunos medios de comunicación fue el que analizaba el caso de un autobús en el que se contagiaron once personas. El famoso artículo fue retractado. También se ha utilizado un estudio sobre un brote en un call center en Corea como prueba del papel del aire acondicionado diseminando el coronavirus, pero en este trabajo no se habla de esta posibilidad, y los autores concluyen que la causa principal de transmisión fue el extremo hacinamiento de los trabajadores.
A partir de las recomendaciones de la OMS y de la literatura científica reciente, se han generado documentos relevantes que extrapolan la experiencia derivada de otros virus. La patronal europea Eurovent asume la perspectiva de la OMS y dice específicamente que no hay indicios para pensar que los aires acondicionados pueden ser una fuente de transmisión de la infección. Sin embargo, la Federation of European Heating, Ventilation and Air Conditioning Associations (REHVA) y la Asociación Técnica Española de Climatización y Refrigeración (ATECYR), son más estrictos, y pese a no estar suficientemente probada la transmisión del coronavirus facilitada por el aire acondicionado, aconsejan dejar de utilizar las instalaciones de aire acondicionado que no garanticen la renovación de aire.
Otra de las dudas frecuentes es si el coronavirus podría reproducirse en las instalaciones de aire acondicionado. Esto no tiene ningún sentido. Los virus no son capaces de reproducirse por sí solos. Esto de crear colonias lo hacen las bacterias, por ejemplo, pero no los virus. El coronavirus no se puede reproducir sin invadir células humanas, por tanto la limpieza de conductos o el cambio de filtros de aire exterior no tienen ningún efecto práctico, salvo cuando corresponda llevarlo a cabo.
¿Filtros HEPA sí o no? Depende
El filtro HEPA, del inglés High Efficiency Particulate Air (filtro de aire de partículas de alta eficiencia), es un estándar de eficiencia de filtración del aire. Generalmente están compuestos por una maraña de fibras de vidrio que generan huecos de máximo 0,3 µm. No funciona como un colador, sino que filtra partículas de tamaños inferiores gracias a otros fenómenos de adherencia, reteniendo partículas de hasta 0,1 µm. Esta es la razón por la que se habla tanto de los filtros HEPA, porque teóricamente podrían retener las gotas y los aerosoles en los que viaja el coronavirus.
Para valorar la eficacia de un filtro se suele emplear la calificación MERV. La calificación deriva de un método de prueba desarrollado por la Sociedad Estadounidense de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado (ASHRAE). Informa de la capacidad de un filtro para capturar partículas de entre 0,3 y 10 µm. Cuanto más alta sea la clasificación MERV, mejor será el filtro para atrapar tipos específicos de partículas. Se estima que para el coronavirus la calificación MERV idónea sería la MERV 13, equiparable a la denominación ePM1 de la norma ISO 16890.
El riesgo de exposición a virus depende de la concentración de gotículas y aerosoles y del tiempo de exposición. Para entornos donde no se puede reducir el tiempo, como puede ser una oficina o aula sin posibilidad de ventilación, sí podemos reducir la concentración utilizando sistemas de filtro HEPA. Pero ojo, el sistema puede ser insuficiente y realmente no servir para nada. Esto depende de la tasa de ventilación del espacio.
La tasa de ventilación se puede medir de dos maneras. La variable más utilizada es la ACH (cambio de aire por hora) que se refiere a la rapidez con la que el aire de una habitación se reemplaza por aire exterior y no tiene en cuenta la cantidad de personas presentes. La recomendación de Harvard «Schools for Health» es mantener al menos la ACH en 5, es decir, que el aire se renueve cinco veces cada hora.
Otra variable es la l/s/p (litros/segundos/persona), que sí tiene en cuenta el número de personas presentes y es el parámetro más relevante para prevenir la transmisión de enfermedades por aerosoles. Los eventos de superpropagación que se han documentado estuvieron en el rango de 1-3 l/s/p. REHVA recomienda al menos 10 l/s/p, y si es posible 20-25 l/s/p para mitigar la transmisión de la covid-19.
En resumen, en un aula u oficina habría que colocar tantos aparatos de filtración HEPA como fuese necesario para lograr esos valores de ACH o de l/s/p recomendados. La cantidad de aparatos necesario dependerá del tamaño del habitáculo, de la cantidad de personas que lo ocupen y de las especificaciones técnicas del equipo. La especificación más interesante será la de la tasa de renovación de aire por hora en función del volumen de la habitación. Para que sirva de ejemplo, uno de los aparatos con filtro HEPA más vendidos, cuyo precio ronda los 100 €, tiene una ACH 5 por cada 20 metros cuadrados. El tamaño de un aula media en España suele estar por encima de los 40 m2, por lo que serían necesarios al menos dos aparatos a pleno funcionamiento para renovar el aire de cada clase.
Obviamente abrir las ventanas y favorecer las corrientes es mucho más económico, eficaz, seguro, sostenible y respetuoso con el medio ambiente que instalar equipos con filtros HEPA. Además, los sistemas de ventilación se consideran complementarios; no eximen del uso de mascarilla ni de mantener la distancia de seguridad, que siguen siendo las medidas prioritarias. Los sistemas de filtración HEPA estarían indicados en recintos donde no sea posible ventilar ni renovar el aire de otra manera.
Otro factor para tener en cuenta es la falsa sensación de seguridad. Un sistema de filtración HEPA es capaz de renovar el aire cada cierto tiempo, pero no es instantáneo, es decir, no va a proteger a la persona que tengas al lado. Por ejemplo, en los aviones, que suelen tener este tipo de filtros, lo que realmente protege frente al contagio es la mascarilla. El filtro HEPA es solo una medida complementaria. En un aula ocurre lo mismo. Ningún sistema de filtración, por muy sofisticado que parezca, podrá evitar la transmisión del virus de persona a persona. Por eso en un centro escolar o en la oficina es mucho más importante que todos utilicen mascarillas de calidad en todo momento, y que los espacios se ventilen cuantas más veces mejor, con algo tan ordinario como abrir la ventana antes y después de cada clase o de cada reunión durante al menos cinco minutos, que es lo que establecen las autoridades sanitarias.