Cada dos años, la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) realiza una encuesta en la que participan miles de personas para analizar cuál es la evolución de la percepción social de la ciencia y la tecnología. Los resultados relativos a 2022 acaban de hacerse públicos; se pueden consultar en bruto en el informe, o seleccionados en unresumen realizado por la FECYT. A continuación voy compartir algunas reflexiones sobre los datos más relevantes del informe.
Aumenta el interés por la ciencia
El interés por la ciencia ha ido aumentando con el paso del tiempo, alcanzando el último año su valor máximo con el 47,2% de los encuestados. Los temas que más llaman la atención son la salud y el medioambiente. Ha aumentado la asistencia a museos y a actividades de divulgación científica.
El interés creciente por la ciencia viene motivado por una oferta también creciente. La ciencia va ocupando cada vez más espacio en los medios de comunicación. Los comunicadores científicos estuvimos muy presentes en los momentos críticos de la pandemia, ofreciendo información clara y veraz, ocupando algunos espacios que se han mantenido hasta la actualidad.
No solo se consume ciencia por una pulsión de aprendizaje, sino que la divulgación científica es una forma de ocio para muchas personas. El hedonismo juega un papel importante en la comunicación científica puesto que el conocimiento es una de las formas más sofisticadas de placer.
El reconocimiento a los científicos se mantiene
Los científicos, ingenieros, médicos y profesores son los profesionales que gozan de mayor prestigio social, algo que se mantiene a lo largo de los años con variaciones poco significativas. La carrera científica se percibe como atractiva para los jóvenes y que compensa personalmente, sin embargo, para el 61,7% tiene una mala remuneración económica y para el 61,8% no cuenta con estabilidad laboral. Estos datos de percepción coinciden con la realidad. La profesión investigadora conlleva largos periodos de incertidumbre, una escasa e intermitente remuneración económica, sujeta a contratos discontinuos que a menudo implican que algunos investigadores trabajen sin cobrar o más horas de las que figuran en su contrato. Laprecariedad se perpetúa más allá de la treintena y afecta sobre todo a las mujeres, que son quienes más abandonan la profesión y menos puestos de mando alcanzan.
La cultura científica sigue siendo pobre
La mitad de los encuestados reconoce que le cuesta entender las noticias de ciencia, y un tercio declara que las asignaturas de ciencias siempre se le dieron mal. Estos resultados coinciden con las ediciones anteriores. Sin embargo, siguen sin atenderse las demandas y propuestas de los profesores para revertir esta situación: reducir ratios, modificar currículos académicos, etc.
Se ha normalizado tanto este nivel de desconocimiento que incluso algunos medios de comunicación han celebrado que más del 70% de los encuestados hayan contestado correctamente a cuestiones de ciencia básica como que la Tierra gira alrededor del Sol, que la especie humana ha evolucionado a partir de otras especies, o que comer una fruta modificada genéticamente no modifica el ADN. Con qué poco se conforman algunos. Entre el 20% y el 30% de los encuestados fallaron estas preguntas, más del 30% creen que los antibióticos no sirven para tratar infecciones bacterianas, y el 25% no sabe que el cambio climático se debe a la acumulación de gases de efecto invernadero. Son contenidos que forman parte de la educación obligatoria y que en un país democrático toda la población debería atesorar.
Estos datos coinciden en el tiempo con las desafortunadasdeclaraciones de la secretaria de Estado de Igualdadque dijo en televisión que "en el colegio no aprendemos que el consentimiento es fundamental. Sin embargo, aprendemos a hacer raíces cuadradas. No sé si a ti te sirven las raíces cuadradas, a día de hoy, para algo. A mí no". El comentario es un desprecio a la cultura –porque las matemáticas son cultura– y además es falaz, es una falsa dicotomía: aprender matemáticas no ocupa el lugar de aprender sobre educación sexual.
Es asombroso que haya puesto como ejemplo las raíces cuadradas, que es un contenido que se aprende en educación primaria. Está al mismo nivel que afirmar que no sabe para qué sirve multiplicar y dividir. Con declaraciones de este calibre, no es de extrañar que haya quien celebre los datos de alfabetización científica aun cuando más del 70% de los encuestados no sabe ni para qué sirve el número pi (π).
El negacionismo y la anticiencia pierde adeptos
El número de negacionistas está por debajo del 20% en la mayoría de las cuestiones planteadas como el cambio climático, la llegada del hombre a la Luna, la teoría de la evolución o la utilidad de las vacunas. La credibilidad en la evidencia científica con respecto al cambio climático ha aumentado, quizá gracias a haber redundando tanto en los medios de comunicación. No obstante, que solo el 80% de los encuestados crean que las vacunas son necesarias para proteger la salud, aunque no es un mal dato en comparación con otras ediciones, sí esperaba que fuese mejor tras la pandemia.
Estos datos resultan de gran utilidad para quienes nos dedicamos a la comunicación científica, puesto que sirven de brújula para saber en qué temas hay que insistir y qué conceptos dar por superados.
Internet supera a la televisión
Internet se convierte en el medio más utilizado para informarse sobre ciencia y tecnología (71,2 %), seguido de la televisión (64,7 %), la radio (30,1 %), los libros (28,4 %), revistas de divulgación científica o técnica (26,8 %) y la prensa en papel (23,5 %). De entre las personas que prefieren informarse a través de internet, un 64,9 % lo hace a través de las redes sociales y un 58,1 % confía en los medios digitales generalistas.
Los medios de comunicación convencionales cuentan con los filtros propios de la profesión periodística, actuando de facto como verificadores de la información. Por eso es más probable que la desinformación se cuele en un medio sin filtros, como una red social, que en un medio tradicional. Ahora que internet y las redes sociales son la fuente a la que más acuden los encuestados, es importante que la sociedad cuente con un buen radar. Para eso es fundamental tener cierto nivel de cultura científica previo, puesto que sin cultura no existe el pensamiento crítico, y es dificultoso diferenciar información de desinformación. Si no se cuenta con la cultura suficiente, el filtro vendrá dado por el grado de autoridad de la persona que comparte la información. Habrá que otorgar más credibilidad a quien tenga formación científica o experiencia en la materia sobre la que informa.
Aumenta la confianza en la ciencia
Creer que la ciencia es más una amenaza que una fuente de bienestar se conoce comoefecto Frankenstein. En esta encuesta los datos han mejorado: el 60% cree que la ciencia y la tecnología son más beneficiosas que perjudiciales, un dato que ha aumentado casi diez puntos desde la encuesta anterior. Aunque el dato ha mejorado significativamente, sigue siendo muy bajo. Vivimos rodeados de ciencia y tecnología, sin embargo 2 de cada 5 personas no lo aprecian como algo positivo. Es un fenómeno cuyas causas ya analicé en un artículo anterior, que van desde el relativismo, que incluso ha envenenado la toma de decisiones políticas, hasta la mala divulgación científica, con científicos que se han hecho un hueco actuando como caballos de troya de la ciencia, boicoteándola desde dentro.
Ese esperanzador 60% se ve ensombrecido por algunos datos, como que solo considera beneficiosa la ingeniería genética el 29,6%,la energía nuclear el 35% o la inteligencia artificial el 47,7%. Se le está dando demasiado espacio a los posibles perjuicios de la inteligencia artificial en unos ámbitos muy concretos, y en cambio apenas se habla de lo tremendamente útil que está siendo para la salud, ayudando a diagnosticar e investigar tratamientos de enfermedades hasta ahora incurables como el alzhéimer o el párkinson.