En la sala de espera hay un póster con una infografía sobre medidas para prevenir el contagio de COVID-19. Está pegado a la pared con celo. En el centro de la imagen hay una ilustración de dos personas que mantienen una separación de dos metros. Pone "2 m" entre flechas. Alguien ha pintarrajeado el póster con bolígrafo y les ha puesto mascarilla. Los textos no dicen nada sobre mascarillas. No se menciona el gel hidroalcohólico, pero sí el jabón. Pone "no tocar directamente los pomos de las puertas". La mujer que tengo sentada en frente también está observando el póster. Me dice "ya nadie se acuerda de los guantes". Las dos personas de la ilustración llevan guantes. Es verdad que ya nadie se acuerda de los guantes.
El póster está tan desactualizado que por lo menos debe de ser de marzo. Algunas medidas ni siquiera han superado el mes de vigencia. A esto lo llamo la obsolescencia de las medidas sanitarias. La del uso de guantes ni siquiera llegó a alcanzar el estatus de recomendación por parte de las autoridades sanitarias. Nunca lo recomendaron. El 26 de marzo el Ministerio de Sanidad ya había publicado una imagen desaconsejando el uso de guantes. El mismo día que lo hizo la Organización Mundial de la Salud.
Desde el inicio de la pandemia estuve al menos un par de meses resolviendo dudas sobre los guantes. Siempre empezaba diciendo que las autoridades sanitarias desaconsejaban su uso. Ya, pero y qué, debo usarlos o no. Las autoridades sanitarias representan el consenso científico, así que habrá que seguir sus recomendaciones. Lo que hay que evitar es tocar objetos y después llevarse las manos a la cara. Pero ¿el virus puede atravesar la piel o no? No, no atraviesa la piel. La piel no es una vía de contagio, en cambio la nariz, la boca, y probablemente los ojos, son las vías de contagio principales. Ya, pero si llevo guantes no me puedo contagiar. Sí te puedes contagiar porque el virus se puede adherir al guante, igual que se adhiere a la piel, y si luego te tocas la cara puedes contagiarte. Por eso se aconseja tocar objetos lo menos posible, y más si son objetos que toca mucha gente, como los botones del ascensor o los pomos de las puertas. Después de tocar cualquier cosa fuera de casa, lo mejor es lavarte las manos con jabón y, si no puedes, usa gel hidroalcohólico. Pero a mí llevar guantes me disuade de tocarme la cara. Cuando llevo guantes me doy cuenta de la cantidad de veces que me tocaba la cara. Con guantes ya no lo hago. Si efectivamente te disuade de tocarte la cara puede que en tu caso concreto ayude, pero la evidencia científica dice todo lo contrario, dice que llevar guantes aumenta el riesgo de contagio por contaminación cruzada. La mayoría de nosotros no utiliza guantes en su vida normal, por eso cuando uno se pone guantes inconscientemente asume conductas de riesgo: toca más, se acerca más a los demás… Es como si los guantes fuesen una capa de superhéroe. Y no, es una capa tramposa. Se ha comprobado que el uso de guantes entraña más riesgos que beneficios. Bueno, pero a mí me funciona.
El uso de guantes puede hacer sentir una falsa sensación de protección. Igual que la piel, los guantes simplemente proporcionan una nueva superficie para que resida el virus. De hecho, los plásticos son el material donde el SARS-CoV-2 persiste más tiempo con capacidad infectiva. Según los estudios más recientes, el coronavirus puede permanecer activo hasta 28 días sobre vidrios, aceros, celulosas y plásticos.
Los guantes juegan un papel importante en la prevención de la propagación de varios patógenos en el entorno clínico, pero no hay evidencia de que sean útiles para el público general. Los guantes no brindan protección; más bien, aumentan la probabilidad de infectarse. En promedio, las personas se tocan la cara 23 veces por hora.
A esto hay que sumarle que el uso continuado de guantes puede causar o empeorar la mayoría de las patologías de la piel: dermatitis, psoriasis, etc. Su uso profesional es la causa de la mitad de los casos de eccemas y urticarias persistentes en manos. Una de las razones la encontramos en los diferentes materiales con los que se fabrican los guantes, ya que en ocasiones pueden causar alergias, como la alergia al látex. Las alternativas son los guantes de nitrilo o de cloruro de polivinilo (PVC).
Independientemente del material, la razón más importante y que afecta a todos es la elevada oclusión a la se somete la piel cuando está enfundada en un guante. Esto se ha evaluado midiendo la pérdida de agua transepidérmica (TEWL) y la conductancia de la piel, lo que nos ofrece datos objetivos sobre los niveles de hidratación antes y después del uso de guantes. El hallazgo principal es un deterioro a corto plazo de la función barrera, medido como un aumento de la TEWL y una pérdida significativa de la hidratación. Incluso varios días después del uso de guantes, los niveles de hidratación normales no se recuperan, por lo que su uso tiene un efecto negativo acumulativo en la piel de las manos.
La sala de espera está llena. Ninguno de los que estamos aquí llevamos guantes. Más allá de los meses de marzo y abril prácticamente nadie usa guantes. En su lugar la mayoría llevamos un botecito de gel hidroalcohólico en el bolsillo, que es lo que recomiendan las autoridades sanitarias. Y nos lavamos las manos con agua y jabón nada más cruzar el umbral de casa.
Este rato en la sala de espera me ha servido para articular un par de reflexiones. La primera es que una vez se confirmó que el virus no atraviesa la piel se desestimó el uso de guantes como medida preventiva. Las ciencias del comportamiento vinieron a apoyar la decisión, ya que el uso de guantes motiva las conductas de riesgo. La segunda reflexión es que, siendo el SARS-CoV-2 un virus que también se transmite por contacto con superficies contaminadas, en poco tiempo se asumió con naturalidad que usar guantes no era una medida acertada, a pesar de ser la medida que directamente más concierne al tacto.
A saber cuántas recomendaciones sanitarias caerán en la obsolescencia a medida que sigamos generando más conocimiento científico sobre la transmisión del coronavirus. La investigación en epidemiología, biología, química, física… y ciencias del comportamiento nos obligará a diseñar nuevos pósteres con nuevas medidas sanitarias. Una de las mayores virtudes de las ciencias es que se autocorrigen. Afortunadamente ya nadie se acuerda de los guantes.